Es una gran verdad y pocos lo creen:
No es
menos recibir la palabra de Dios que el cuerpo de Cristo. Al descansar la
Hostia divina en nuestro corazón, Cristo no permanece mudo, sino que entabla
con el alma confidencias tiernas y misteriosas, que tal vez no las percibimos a
causa del murmullo y agitación extraños a su amor.
Aprovechad bien este rato de sobremesa que
sigue a la comunión, donde Cristo gusta de comunicarse a sus amigos fieles. ¡Tiene Jesús tantas cosas que decirnos!...
Es de noche: voy al sagrario.—Jesús, amor
mío: yo te adoro en esta hora silenciosa en que todos se entregan al descanso, mientras
que tú, siempre amante y bueno, velas por cada uno sin cesar en el Sagrario. —Dime, Jesús:
¿qué haces ahí? ¿En qué piensas? ¿A quién amas? ¿Qué esperas?—Aquí estoy dice
Jesús: por tí, pienso en tí, te amo con amor el más delicado y tierno, y espero
me tributes las adoraciones, alabanzas y ternuras de tu corazón.
Padre
Fr. Bernardino Izaguirre
De
Orden de los Menores.
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