Estimados amigos del
blog me permito un breve comentario: Esto que Mons. Fulton J. Sheen nos relata puede ser aplicado a múltiples
situaciones del plano internacional, ya político, ya religioso. Hoy sabemos que los
líderes mundiales gritan ¡¡¡paz!!! Cuando ellos mismos son los autores de
grandes masacres en todo el planeta. Por eso colocamos un agregado al título
entre paréntesis, así nuestros lectores pueden sacar sus conclusiones. Y como lo vengo repitiendo desde hace años y lo
haré hasta el último día de mi vida. PARA ENTENDER CLARAMENTE EL PRESENTE,
DEBEMOS RECURRIR A LAS LECCIONES DEL PASADO. Hasta aquí nuestras palabras, dejemos hablar ahora a Monseñor:
Desde el día en que los ángeles cantaron
himnos de paz sobre las colinas de Belén, todos los hombres han deseado la paz.
Ningún pueblo sobre la faz de la tierra la anhela más que el pueblo
Norteamericano. Pero, podemos ser víctimas de una “falsa paz”. Ruskin nos ha
advertido que la paz puede ser comprada o también puede ser ganada. Es
ganada mediante la resistencia al mal; es comprada mediante compromisos y
transacciones con el mal.
En esta hora, en la que tanto oímos hablar
acerca de la paz, será útil y oportuno que nos preguntemos: ¿Qué es la paz?
Hay tres definiciones diversas de paz:
1) La noción comunista de la paz.
2) La
noción burguesa de la paz.
3) El verdadero concepto de la paz.
La
noción comunista de la paz es tanto una táctica como un objetivo. Para
ningún otro pueblo de la tierra es la paz al mismo tiempo una táctica y un
objetivo como lo es para los Rojos. En su dualidad de propósito reside su
engaño.
La
paz como táctica significa el uso de métodos no violentos y no militares, a
fin de preparar para el ataque violento y la desmoralización a otras naciones. El objetivo de la paz comunista es el
completo sometimiento del mundo a la dictadura comunista. Para ellos no puede
haber paz real sino cuando haya una destrucción completa de toda propiedad
privada, cuando se hayan abolido la
moral y la religión, cuando se haya sometido todo proceso democrático a un
dictador totalitario. Tal es el objetivo, pero
la táctica consiste en hablar de paz a fin de inducir a las naciones a
desarmarse y convencerlas de que las revoluciones inspiradas por Moscú son
puramente locales. Mediante esas astucias esperan desmoralizar al resto del
mundo preparándolo para la conquista definitiva.
El
concepto burgués de la paz es una idea negativa, a saber: la paz es la ausencia
de guerra. Son muchos los que se situarían en favor de esa clase de paz.
Con mucha frecuencia es comprada a costa de la justicia, e incluso a costa de
la libertad y del derecho. Tal clase de “paz”
produce con frecuencia una guerra fría en la que todos se hallan como saltando
sobre un hierro caliente. La paz no es la ausencia de guerra, así como un
diamante no es la ausencia de carbón. La paz debe tener algún concepto positivo
que nos lleve al verdadero concepto de paz.
La
verdadera definición de paz, es: Paz es la tranquilidad del orden. No tan sólo
tranquilidad, pues los ladrones pueden tener tranquilidad en la posesión de sus
presas. Con muchísima frecuencia el mar está tranquilo antes de una furiosa
tormenta. La paz es la tranquilidad del orden, y orden implica justicia, y
justicia implica ley y derecho. Hay paz en un individuo cuando hay en él
subordinación de los sentidos a la razón, de la razón a la fe, del cuerpo al
alma, de toda la personalidad a Dios.
La paz es inseparable de la justicia. No se
procura, en realidad, la paz por sí misma, es un co-producto de la justicia.
Pax opus justiciae, “La paz es obra de
la justicia”. Hay paz nacional e internacional cuando cada uno da a su
prójimo lo que le es debido, cuando los ciudadanos reconocen y honran a Dios,
al Supremo Legislador, y cuando cada nación conviene en que todos los pueblos y
todas las naciones deben participar en los bienes económicos de la tierra.
Es importante decidir cuál de estos tres
conceptos debe ser adoptado por nosotros. No debe ser cosa embarazosa hacer la
elección. Un vagabundo se llegó cierto día hasta un campesino dueño de una
granja y le pidió que le proporcionara un poco de trabajo. El agricultor le
dijo: “Vaya al depósito, allí verá una
cantidad de papas. Quiero que las divida en tres montones. En uno de ellos
juntará a todas las que están buenas, en el segundo a todas las malas, y en el
tercer montón coloque a las que están medio buenas y medio malas”. Una hora
después salió el vagabundo del depósito y le dijo al granjero: “No quiero ese trabajo... me vuelve loco el
tener que tomar decisiones”.
No es
posible dejar de hacer una decisión acerca de la paz, y esa decisión debe ser
la ajustada, la verdadera. Quizás sea conveniente inquirir un poco acerca
de cómo nos engañamos a nosotros mismos, de cómo hemos sido engañados, y de
cómo Rusia nos ha engañado.
Nos
engañamos a nosotros mismos a no hacer la distinción debida entre la filosofía
del Comunismo y la política exterior de Rusia.
Muchos norteamericanos fueron engañados en
los pasados quince años porque juzgaron a los soviéticos por su política
exterior más bien que por su filosofía. La política exterior de Rusia es tan
sólo una táctica, una maniobra, un esquema, una estrategia y una impostura.
Cuando la política exterior de Rusia era
favorable a los Estados Unidos y a las Potencias Occidentales, muchos creyeron
que el Comunismo de Rusia era bueno. Cuando la política exterior de Rusia fué
desfavorable para con las Potencias Occidentales, creyeron entonces que el
Comunismo era malo. Si juzgáramos a Rusia por su filosofía, entonces la
política externa soviética nunca nos engañaría. Sabríamos que su filosofía es intrínsecamente mala y que tiende a la
subyugación de la humanidad bajo la dictadura, aun cuando su política externa,
en un momento dado, coincida con la nuestra propia.
Un ratero entra en una joyería con una
filosofía de vida que consiste en ganarse la subsistencia mediante el robo. Su
primer paso consistirá en “embaucar al
vendedor”, en “armar el escenario”. Ésa
es su política exterior: mirará con interés a determinadas piezas y hasta
entregará un depósito a cuenta de una pequeña gema que simula ser de su
interés. Poco tiempo después el joyero caerá de las nubes al comprobar que ha
sido robado. Podemos perder nuestra libertad exactamente en esa forma, a menos
que comprobemos y caigamos en la cuenta de que Rusia, en las Naciones Unidas y
en los Estados Unidos, está “embaucando
al mundo”, “haciendo escenario”. Estemos alerta contra el despojo de
nuestra valiosa herencia de libertad.
La nueva táctica de los Soviéticos consiste
en convencernos de que “Rusia ya no es
más la misma de antes”. Hay ahora allí un nuevo dictador, su nombre es Malenkov. Desea hacer hincapié en que
vivirá en paz con el mundo. Incidentalmente, el nombre ruso Malenkov significa “pequeño”, “insignificante”. La prensa nos dice que Malenkov habrá de ser “mucho más favorable para con las Potencias
Occidentales, de lo que era Stalin. Si Malenkov nos ofrece una propuesta, un
brindis de paz, debemos aceptarlo”. No nos engañemos, no nos dejemos
engañar. Tengamos bien presente la distinción entre la filosofía del Comunismo
y sus tácticas. Si Malenkov suscribe la filosofía del Comunismo, entonces
tiende a la destrucción del mundo.
Volviendo al ejemplo
del joyero que fué robado una vez, añadiremos que recordaba al ladrón que lo
despojara: se parecía a Stalin, de modo que se dijo: “No me engañará una segunda vez”. Llegó otro ladrón, pero esta vez
un amigo de lo ajeno de aspecto distinguido, de buena presencia, bien vestido.
El joyero se dijo: “¡Oh!, bien, éste no
pertenece a esa pandilla... es un caballero de buen aspecto. Usa monóculo y
lleva airosamente un bastón”. Éste podría ser en la comparación el nuevo
dictador Malenkov.
Si el joyero fuera listo meditaría para sí,
no ya acerca de cómo luce exteriormente un hombre, sino que se preguntaría: “¿Cree él en la filosofía del robo?”.
Si conociera que el nuevo visitante cree en la filosofía del robo, entonces no
sería engañado y despojado nuevamente.
Nosotros los norteamericanos tenemos muy
poca memoria. Volvamos a un pasado reciente y recapitulemos cómo fuimos
engañados desde entonces. Recordemos cómo este país tragó Comunismo desde el
año 1936 hasta el de 1939. Después de la firma del tratado Nazi-Soviético medió
un interludio de sentido común. Cuando los Nazis y los Soviéticos rompieron
otra vez entre sí, muchos se pasaron a Rusia. Leed las columnas editoriales de
los diarios aparecidos desde 1942 hasta 1945, y os asombraréis al comprobar
cuántos apoyaron a Rusia y al Comunismo. En aquellos días, un miembro del
Departamento de Estado, de Relaciones Exteriores, que no sabía hablar ruso pero
que se había aprendido de memoria el himno comunista “La Internacional”, lo cantó a media noche ante la estatua memorial
de Lincoln en Washington.
En aquellos días no tenía seguridad el que
se atrevía a decir algo contra la Rusia Soviética o contra el Comunismo. Yo lo
sé. ¡Cuántos relatos podría contar de
abusos y calumnias a causa de una advertencia hecha al pueblo Norteamericano de
que Rusia tenía la intención de apoderarse de toda la Europa Oriental después
de la guerra! Por atreverse uno a decir tales cosas era acusado de ser
anti-democrático, porque en aquellos días Rusia era alabada como “una de las grandes democracias del mundo”.
Pero incluso en aquellos días, ninguno que juzgara a la Rusia Soviética por su
filosofía, podía ser engañado.
Recuerdo que preparando una alocución por
radio en tiempo de Pascua, puse en el texto esta frase: “Polonia fué crucificada entre dos ladrones, siendo éstos los Nazis y
los Soviéticos”. Recibí en seguida un telegrama de uno de mis censores en
el que me notificaba que no se me permitía decir esa frase por radio. Le envié
al mismo censor otro telegrama: “¿Estaría
bien si llamara a Rusia el Buen Ladrón?” No se le ocurrió que hubiera en
ello algo de humor.
En aquellos días los comunistas se abrían
camino en los colegios, las universidades, en las oficinas del gobierno, en las
redacciones de los editorialistas. Durante ese período de luna de miel con
Rusia iba yo a dictar mi clase en la Universidad Católica de Washington, cuando
me detuvo en la puerta un señor de muy fino aspecto, de ojos grises
penetrantes, que me interpeló diciendo: “Tengo
que decirle algo muy importante”.
—Ahora tengo que dictar una clase, si quiere
entrar puede asistir a la misma, sentado, aguardando así que pase la hora. De
lo contrario le suplico que me espere y nos veremos después.
Asistió a la clase, y concluida que fué me
dijo:
—Me ha interesado mucho esta lección. Soy un
escapado de Rusia, ruso. He aquí la historia de mi vida. Y me alcanzó un libro,
añadiendo:
—Quiero que lo lea y luego se ponga en
contacto conmigo.
Me dijo su nombre, su dirección y número
telefónico. Pero yo le contesté:
—Quizás no tenga tiempo para leerlo todo. ¿No podría exponerme lo más importante de
esta obra?
De modo que la hojeamos los dos. Pertenecía
a una familia numerosa, algunos de cuyos componentes fueron asesinados durante
la Revolución Bolchevique. Se plegó después al Partido Comunista, y a causa de
una desobediencia sin mayor importancia fué sentenciado a confinamiento en
Siberia. Después de ser puesto otra vez en libertad trabajó en la Marina Mercante
Rusa. Tenía la intención de escapar del país, y una noche saltó del buque.
Estaba más lejos de la costa de lo que había juzgado, y se vió a punto de
ahogarse. Dijo que en tan difícil
situación oró a Nuestro Señor y fué salvado. El libro concluía con esta frase:
“Desde ahora en adelante me consagraré a la causa de Dios y de América”.
Entonces le interrogué en esta forma:
—¿ Cómo es que he de intervenir yo?
—Bien. Yo deseo ayudar a usted. Estoy
enterado de sus conferencias sobre el Comunismo, conozco todo lo que ha escrito
sobre el tema y me agradaría viajar con usted cuando pronuncia esas
conferencias. Permítame hablar, diez minutos tan sólo, después de que lo haya
hecho usted, y proporcionaré a los oyentes informaciones de primera agua sobre
la terrible tiranía del Comunismo, les diré también cuánto he sufrido bajo el
mismo. Tengo documentos comunistas que traje conmigo desde Rusia. Los traduciré
especialmente para usted. Hasta tengo alguna información interna sobre la
Policía Secreta y sobre Stalin, todo esto le servirá muchísimo para sus
conferencias. Ahora que he hallado un refugio en Norteamérica, ¿será usted tan amable que me permita
ayudarle en esta batalla contra el Comunismo?
—Se lo haré saber dentro de cuarenta y ocho
horas.
—¿No sería posible dentro de veinticuatro?
—Sí, quizás pueda hacerlo.
Tan pronto como lo dejé llamé por teléfono a
la F. B. I. (Policía Secreta Norteamericana) y manifesté: “Un agente soviético acaba de conversar conmigo, éste es su nombre.
¿Podrían fijarse en su prontuario?”
Media hora más tarde la F. B. I. me llamó
por teléfono, contestándome: “Sí, es uno
de sus agentes más peligrosos. Le hemos seguido los pasos a Manchuria, luego a
China y finalmente a las Islas Filipinas. Ignorábamos que se encontraba en los
Estados Unidos. Ese libro que le presentó fué impreso en Rusia para engañar a
usted; su vida puede estar en peligro. Denos su dirección y número telefónico y
ya hablaremos”.
La infiltración de los comunistas en las
instituciones norteamericanas mediante tácticas pacifistas, no era más que
poner en práctica la teoría comunista de la paz. El Comunismo se apoderó de Rusia —así lo explicó Stalin—, empleando
tácticas de paz. En la obra Problemas del Leninismo, Stalin dijo lo siguiente:
“Utilizamos
la poderosa arma de la paz. Ella creó una simpatía de masa en pro de nuestra
revolución, tanto en el Oeste entre los trabajadores como en el Este entre la
gente oprimida”.
El Sexto Congreso Mundial, en el año 1928,
impartió estas órdenes a todos los comunistas diseminados por el mundo: “Acelerar la deteriorización de la moral
interna mediante el empleo generoso de “slogans” de paz, preparando así para la
insurrección”.
Lange, en su famoso libro El Camino a la
Victoria, que todavía se usa como libro de texto en Rusia,
atribuyó esta divisa al Comunismo: “Si vis bellum, garri pacem: “Si quieres
comenzar una guerra, habla, más y más, de paz”.
Como lo dijo el mismo Lenin: “Es necesario
utilizar cualquier método sutil ilegal, la evasión y el ocultamiento de la
verdad, por la causa de la Revolución”. Y Stalin, en su Problemas del Leninismo, nos expuso cómo era la
dictadura comunista: “Dictadura
significa nada más ni nada menos que el poder basado directamente en la
violencia, poder que no es limitado por leyes de ningún género ni restringido
por ninguna norma absoluta”
Conciudadanos: no os dejéis engañar.
Recordadlo: cuando Rusia habla de paz, emplea una táctica, es ello una
preparación para la guerra. Rusia dice que anhela la paz. La paz que quiere
significa apoderarse de la China, apoderarse de Hungría, apoderarse de Polonia,
he ahí sus muestras de paz. Un paso por la paz dado por Rusia será el comienzo
de otro Pearl Harbor.
Si la verdadera paz ha
de ser ganada, debe serlo primeramente en nuestros propios corazones. Volvamos,
pues, a Dios, e implantemos la justicia en nuestras almas. Rusia perecerá
porque es anti-Dios, pero nosotros no sobreviviremos si frente al Comunismo
somos también antiDios. Si nos ponemos del lado de Dios, entonces ¿quién contra
nosotros?
Que Dios conserve nuestras mentes en
claridad y nuestros corazones en pureza, a fin de que nunca seamos engañados
por la falsa paz de los Soviéticos.
Como lo consignó Dante: “En tu Voluntad, ¡oh
Dios!, está nuestra paz”.
“LA
VIDA MERECE VIVIRSE”
Por
Monseñor Fulton J. Sheen.
Año
1954
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