jueves, 15 de diciembre de 2016

LA ADQUISICIÓN DE LA PACIENCIA Y LA LUCHA CONTRA LA CONCUPISCENCIA – Por Tomás de Kempis.




El discípulo. Por lo que veo, Señor, necesito tener mucha paciencia, porque se sufren muchas adversidades en esta vida.

Pues, haga lo que hiciere por estar en paz, no puedo vivir sin lucha y dolor.

Cristo. Así es, hijo mío. Mas no quiero que busques una paz libre de tentaciones y adversidades; sino una en que, si bien sufras diversas tribulaciones, o la prueba de muchas adversidades, todavía creas haber hallado la paz.

Si dijeres que no puedes sufrir tantas cosas, ¿cómo sufrirás después el fuego del purgatorio?

De dos males, se debe siempre escoger el menor.

Para escapar de los eternos males de la otra vida, procura sufrir con paciencia y por amor de Dios los males de ésta.

¿Crees que los mundanos no sufren nada o casi nada?

Si lo investigas, no hallarás tal cosa ni aun en los más regalados.

El discípulo. Sí, Señor; pero gozan de muchos placeres, y siguen sus propias inclinaciones. Por eso les hacen poca mella sus tribulaciones.

Cristo. Suponiendo que tengan cuanto quisieren, ¿cuánto crees que les durará? Los ricos del mundo “como el humo se disiparán” (Sal 36, 20), sin que de los pasados goces les quede siquiera el recuerdo.

Pero ni aun en este mundo los gozan sin temor, amargura y hastío.

Porque la fuente del placer suele serlo también de castigo y dolor. Y muy bien merecido que, así como andan a caza de placeres prohibidos, así también sufran vergüenzas y amarguras al gozarlos.

¡Ay, cuán engañosos, desordenados y vergonzosos son todos esos placeres y qué poco duran!

Mas los infelices mundanos no lo entienden así por la embriaguez y ceguera que les producen. Y, como brutos animales, por un insignificante deleite de esta vida mortal, en la muerte del alma se precipitan.

Pero tú, “hijo mío, no sigas tus deseos y resiste a las pasiones” (Ecl 18, 30). “Pon tus delicias en el Señor, y te otorgará las peticiones de tu corazón” (Sal 36, 4).

Si de veras quieres gozar y que yo endulce tu corazón con mayores consuelos, mira que en el desprecio de todo lo mundanal y en la renuncia de todo vilísimo placer estará tu bendición, y se te darán en cambio muchas consolaciones. Y cuanto más renuncies a todo consuelo del mundo, tanto más dulces y eficaces consuelos hallarás en mí.

Más no lo conseguirás luego sin cierta tristeza y rudos combates.

Hábitos inveterados te resistirán; mas con otros mejores los domarás. Murmurará la carne; más con el fervor del espíritu la domarás. La vieja culebra te vejará y tentará; mas con la oración la harás huir. Y si en útil trabajo vives ocupado, ancha entrada le taparás.


LA IMITACIÓN DE CRISTO


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