El
discípulo. Por lo que veo, Señor, necesito tener mucha
paciencia, porque se sufren muchas adversidades en esta vida.
Pues, haga lo que
hiciere por estar en paz, no puedo vivir sin lucha y dolor.
Cristo.
Así
es, hijo mío. Mas no quiero que busques una paz libre de tentaciones y
adversidades; sino una en que, si bien sufras diversas tribulaciones, o la
prueba de muchas adversidades, todavía creas haber hallado la paz.
Si dijeres que no
puedes sufrir tantas cosas, ¿cómo
sufrirás después el fuego del purgatorio?
De dos males, se debe
siempre escoger el menor.
Para escapar de los
eternos males de la otra vida, procura sufrir con paciencia y por amor de Dios
los males de ésta.
¿Crees
que los mundanos no sufren nada o casi nada?
Si lo investigas, no
hallarás tal cosa ni aun en los más regalados.
El
discípulo. Sí, Señor; pero gozan de muchos placeres, y siguen
sus propias inclinaciones. Por eso les hacen poca mella sus tribulaciones.
Cristo.
Suponiendo que tengan cuanto quisieren, ¿cuánto
crees que les durará? Los ricos del mundo “como el humo se disiparán” (Sal 36, 20), sin que de los pasados goces
les quede siquiera el recuerdo.
Pero ni aun en este
mundo los gozan sin temor, amargura y hastío.
Porque la fuente del
placer suele serlo también de castigo y dolor. Y muy bien merecido que, así
como andan a caza de placeres prohibidos, así también sufran vergüenzas y
amarguras al gozarlos.
¡Ay,
cuán engañosos, desordenados y vergonzosos son todos esos placeres y qué poco
duran!
Mas los infelices
mundanos no lo entienden así por la embriaguez y ceguera que les producen. Y,
como brutos animales, por un insignificante deleite de esta vida mortal, en la
muerte del alma se precipitan.
Pero tú, “hijo mío, no sigas tus deseos y resiste a
las pasiones” (Ecl 18, 30). “Pon tus delicias en el Señor, y te otorgará las
peticiones de tu corazón” (Sal 36, 4).
Si de veras quieres
gozar y que yo endulce tu corazón con mayores consuelos, mira que en el
desprecio de todo lo mundanal y en la renuncia de todo vilísimo placer estará
tu bendición, y se te darán en cambio muchas consolaciones. Y cuanto más
renuncies a todo consuelo del mundo, tanto más dulces y eficaces consuelos hallarás
en mí.
Más no lo conseguirás
luego sin cierta tristeza y rudos combates.
Hábitos inveterados te
resistirán; mas con otros mejores los domarás. Murmurará la carne; más con el
fervor del espíritu la domarás. La vieja culebra te vejará y tentará; mas con
la oración la harás huir. Y si en útil trabajo vives ocupado, ancha entrada le
taparás.
LA
IMITACIÓN DE CRISTO
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