martes, 6 de diciembre de 2016

CAUSAS DEL MAL ÉXITO DE LA ORACIÓN (LA FALTA DE DEVOCIÓN DEL CORAZÓN Y DE RESOLUCIONES VIGOROSAS) Por Dom VITAL LEHODEY




La falta de devoción del corazón y de resoluciones vigorosas

   No hablamos ahora de las sequedades, sino de la tibieza de la voluntad, de la pereza espiritual en la oración.

   Cuesta mucho ambientar al alma en la cuádruple pureza de que hemos hablado y que tan bien dice con la vida de oración. Y guardar las reglas del silencio, del recogimiento y de las lecturas serias. Y afincar el espíritu en Dios a pesar de las distracciones que nos acosan. Y perseverar en afectos santos, en medio de las sequedades, y exprimir actos y demandas vigorosos de un corazón desolado. Y, en fin, someterse a la voluntad de Dios, y tomar una resolución que lleve el remedio a la raíz del mal. He ahí por qué se querría y no se quiere. La negligencia de la vida se ha trocado en disipación del espíritu, enervamiento de la voluntad y tibieza del corazón. Formados unos cuantos afectos sin convicción y sin alma, con propósitos vagos que no se dirigen a curar mal alguno ni a practicar ninguna virtud, se tiene prisa en salir de la oración y engolfarse en las ocupaciones dando así al olvido los propósitos apenas formulados.

   Y ¿esto es orar? ¡Ay, cuántas oraciones como ésta se necesitarían para convertir un alma! Mejor dicho, cuantas más oraciones de ésas se hacen, más de prisa se cae en la tibieza. La pereza esteriliza la piedad y convierte en peligrosísimo veneno el remedio más excelente.

   Las personas que así vivan necesitan muy mucho sacudir su entorpecimiento y dar a su oración y a sus obras más vigor, más actividad, más alma y más vida. Ante todo y sobre todo, que oren, que oren sin cesar, que pidan a gritos la devoción, que de por sí nadie tiene; porque es Dios quien hace “religioso a quien le place, y, si tal hubiese sido su voluntad, nada le hubiera costado convertir a los samaritanos de indevotos en devotos” San Ambrosio, en Luc; IX. Él escuchará con agrado una petición tan de su gusto. Pero estas almas deben además cooperar a la acción divina, no descuidando, con la gracia del Señor, medio alguno de los que se requieren para prepararse a orar y para orar debidamente. Es también especialmente necesario comprender a fondo cuánto vale la devoción, medir bien la desgracia de su negligencia y despertar el fervor dormido con el temor, la esperanza y el amor.


“LOS CAMINOS DE LA ORACIÓN MENTAL”


Dom VITAL LEHODEY


Abad Cisterciense de la Trapa de Briequebec

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