Arrodillado una vez en una iglesia de París,
rezaba devotamente el Santo Rosario el sabio Ampére, el cual a los once años
descollaba como matemático y a los diez y ocho había rehecho todos los cálculos
de la mecánica analítica de Lagrange, sin que estos profundos estudios le
impidiesen aprender como jugando el latín, el griego, el italiano y la
botánica. Pero lo que le dio más celebridad fué la invención del telégrafo
eléctrico, si bien tardó algo en llevarse a la práctica el principio
descubierto por él.
Pues bien; Federico Ozanam, no incrédulo
entonces, pero Sí atravesando lo que gráficamente ha llamado el P. Gratry la
Crisis de la fe, entró en el templo, y movido por la curiosidad, se adelantó
para reconocer a aquel anciano cuya piedad le sorprendía. Calcúlese su sorpresa
al descubrir al sabio de quien era entusiasta admirador. Profundamente
conmovido, se arrodilló detrás del maestro, y la oración y las lágrimas
brotaron a la vez de su corazón. El triunfo fué tan glorioso para la fe, que
Ozanam llegó a ser uno de los fundadores de las Conferencias de San Vicente de
Paúl. Con frecuencia repetía: «El rosario de Ampére ha hecho más sobre mí que
todos los libros y todos los sermones.»
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