Un año más que termina la última página en el
libro del pasado. Un año más que empieza la primera, en un presente que se escapa
y un porvenir incierto.
Año nuevo coronado de risueñas esperanzas ante
el optimismo de nuestra fantasía, viene a ofrecernos, entre claros albores y despertar
prometiente, su vasto campo donde poner en juego las vitales energías de
nuestra existencia; viene a presentar sus arcas para que, al través del tiempo,
su único componente, depositemos los eternos laureles de la virtud, el
inestimable tesoro del trabajo, los óptimos frutos de la constancia.
¡Año
Nuevo! Sé bienvenido. Intérprete de la bondad Divina, no transcurrirán ociosos
tus instantes; tus horas no quedarán vacías; tu huella marcará a los años venideros
un pasado glorioso, testigo de apostolado fecundo, de victoriosas lides de eternas
conquistas.
Serás tú en nuestras manos, como aquel maravilloso
cuadro del genial pintor Zeuxis en el
cual él dejaba con esmero día tras día, su inspiración de artista.
En tí dejaremos concienzudamente la inspiración
de nuestro genio de cristianos y herederos del cielo, y si alguno, pasando a
nuestro lado preguntara, como un pintor interrogó un día a Zeuxis, por qué
tanta constancia y aplicación, contestaremos con sus célebres palabras: «Es que tú pintas para un año y yo pinto
para la eternidad».
Nota:
Zeuxis, pintor griego que literalmente “murió
de risa”
FARO
DE LA COSTA.
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