viernes, 26 de diciembre de 2025

EL SERMON DEL PESEBRE – Revista Cristiandad 1944.


 

      

       ¿Quién lo escucha hoy? Muy pocos.

 

   La nota saliente de las humanas aspiraciones fué siempre la tendencia al engrandecimiento, pero hoy, rotos en muchas partes los frenos del Evangelio, esa tendencia raya en el delirio.

 

   En vano sale del portal de Belén el doloroso vagido del divino niño que con elocuencia sobrehumana, predica envuelto entre pajas y sumido en voluntarios abatimientos, aquella doctrina que tiende a expresar esta estrofa sencillísima:

 

Baja si quieres subir,

sufre si quieres gozar,

muere si quieres vivir,

pierde si quieres ganar.

 

   Esta voz no se escucha y como si ahora resonase por primera vez en los oídos humanos el “seréis como dioses” eritis sicut dií de la serpiente paradisíaca, un mundo ignorante de su propia historia, estúpido y enloquecido por una llamada ciencia nueva, ni es nueva, ni es ciencia, ni lo ha sido jamás; pretende por lo visto realizar el mitológico sueño de los antiguos Titanes conquistando individual y socialmente el cielo de la felicidad humana no por el camino de la cruz, sino por la escala de los modernos progresos naturales, piedras amontonadas para formar la nueva torre de Babel.

 

   ¡Pobre humanidad! ¡Que poco ha aprendido en seis mil años de lección qué poco en casi dos mil años de profecías cumplidas, de promesas realizadas, de ejemplos palpables capaces de disipar las más densas tinieblas!

 

¡Pobre humanidad que vuelta de espaldas a la cueva misteriosa, ya no escucha la voz de los ángeles que cantan!

 

   Gloria a Dios en las alturas. Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad.”

 

   Pero no. Por fortuna, no toda la humanidad desoye la voz del recién nacido. Aún hay sabios verdaderos, reyes de las ciencias, que postrados a sus pies le abren los tesoros de su corazón ofreciéndole el incienso de sus adoraciones, la mirra de su sacrificio y el oro de su amor.

 

   Aún hay humildes que cantan alegres su venida, repleto el corazón de paz y de esperanzas.

 

   Aún queda fe.

 

   Y es de fe que el rugido del infierno no prevalecerá sobre las enseñanzas del pesebre.

 

ADOLFO CLARAVANA.

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