Pero si se quita a
Dios y a Cristo del horizonte de la vida pública, se lo deberá sustituir por
algo. Así lo afirma Dostoievski en
su novela El adolescente:
“el hombre
no puede vivir sin arrodillarse, no se soportaría, ninguno sería capaz de ello.
Y si a Dios rechaza ante un ídolo se inclina, de madera de oro, o imaginario.
Idólatras son no ateos.”
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