sábado, 1 de julio de 2017

Que la vida feliz consiste en gozar de la Verdad – Por San Agustín.




   No es, pues, cierto que todos quieren ser dichosos, pues los que no quieren gozar de Vos, que sois la única vida dichosa, cierto es que no quieren la vida dichosa. ¿O es que todos lo quieren, mas como la carne apetece contra el espíritu y el espíritu contra la carne, de suerte que no hacen lo que quieren (Gal., 5, 17), caen sobre lo que pueden, y con ello se contentan, porque lo que no pueden, no lo quieren con tanta eficacia cuanta es menester para que puedan? Porque pregunto a todos qué prefieren: gozar de la verdad, o de la falsedad; tan no dudan decir que prefieren gozar de la verdad, como no dudan decir que quieren ser felices. Porque la vida feliz es gozo de la verdad; pues éste es gozo de Vos, que sois la Verdad, ¡oh Dios, luz mía, salud de mi rostro, Dios mío! Esta vida bienaventurada todos la quieren; esta vida, que es la única bienaventurada, todos la apetecen; el gozo de la verdad todos lo quieren. Muchos he tratado que querían engañar, más ninguno que quisiera ser engañado.

   ¿Dónde, pues, conocieron esta vida bienaventurada, sino allí donde también conocieron la verdad? Porque también ellos aman la verdad, pues no quieren ser engañados. Y cuando aman la vida bienaventurada, que no es otra cosa sino gozo de la verdad, sin duda aman también la verdad; y no la amarían si no tuviesen alguna noticia de ella. ¿Por qué, pues, no gozan de ella? ¿Por qué no son dichosos? Porque con mayor ahínco se ocupan en otras cosas más poderosas a hacerles desventurados, que felices aquello que débilmente recuerdan. Porque todavía un poco, está la luz en los hombres: ¡anden, anden; no les tome la noche! (Jn., 12, 35).

   Mas ¿por qué la verdad engendra odio (Terencio) y se tiene por enemigo al siervo vuestro que predica la verdad, siendo así que se ama la vida bienaventurada, que no es sino gozo de la verdad, sino porque de tal modo se ama la verdad, que todos los que aman otra cosa, quieren que lo que ellos aman sea la verdad; y como no querrían engañarse, no quieren se les convenza de que están engañados? Odian, pues, la verdad, por razón de la cosa que aman como si fuese la verdad. Amanla cuando resplandece; ódianla cuando reprende. Pues como no quieren engañarse y quieren engañar, ámanla cuando ella misma se descubre, y ódianla cuando los deja al descubierto. Por eso les dará en pago, que pues no quieren que ella los descubra, los pondrá, mal que les pese, en descubierto, y ella no quedará para ellos descubierta.

   Así, así, también así el alma humana, también así, ciega y enferma, torpe y repugnante, quiere ocultarse, y no quiere que nada se le oculte. Mas sucede al contrario, que ella no se oculta a la Verdad y la Verdad queda oculta para ella. Pero aun así, miserable como es, prefiere gozar de cosas verdaderas, que de falsas. Bienaventurada, pues, será, si libre de toda molestia, gozare de sola aquella misma Verdad, por la cual son verdaderas todas las cosas.



“CONFESIONES DE SAN AGUSTÍN”

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