Casi se vería uno obligado a caer, teniendo
en cuenta la ligereza de los niños, que
no es posible para ellos una frecuente Comunión, y que en este caso las reglas
de la Iglesia solo hacen referencia a los adultos. Nada de esto; y he aquí todavía una de aquellas preocupaciones
desastrosas, causa de las ruinas de tantas almas jóvenes, puesto que las
entrega indefensas a los terribles ataques de las pasiones.
Los niños; lo mismo que los mayores, pueden y
deben comulgar a menudo; porque Nuestro Señor Jesucristo, que conoce mucho
mejor que nosotros esa ligereza qué nos espanta, no les pide más que aquello
que son capaces de darle y además, como
el maligno espíritu tiende todas sus asechanzas a arrebatarles desde muy temprano
el más inestimable de todos los tesoros, que es la inocencia; de aquí que el
único medio para defenderse de sus emboscadas y ardides es la sagrada Comunión.
Ya hemos dicho que nunca se comulga dignamente;
bastando para ello recibir al Señor con sincera y buena voluntad. Esto es una
verdal tanto para los niños como para los hombres. Cuidándose, pues, la
experiencia de enseñarnos que nada hay tan sincero como la buena voluntad del
niño que acaba de hacer la primera
Comunión, ¿por qué no se le ha de administrar
este santo Sacramento, cuando él ama y a Jesucristo, y desea fervorosamente
recibirlo?
Las más de las veces, mucho más dignos
son ellos de acercarse a recibir el
divino Sacramento que nosotros que menospreciamos su piedad; y esto mismo
parece indicarnos el divino Maestro cuando dice: “Permitid que se acerquen a mí los niños, el reino de los cielos es
para aquellos que se les parecen” El reino de los cielos sobre la tierra es
la sagrada Eucaristía.
Tú me ¡recordarás aquí la ligereza de la
infancia. Nada hay más cierto, es verdad: pero por esto mismo es necesario
hacerles comulgar a menudo, cuando aman y quieren amar al buen Jesús. La
ligereza no es ningún obstáculo cuando no es voluntaria. Para un niño una
semana es un mes; a esta edad sucédense rápidamente las impresiones; hácese por
lo tanto indispensable repetir con frecuencia estas impresiones cristianas, si queremos
preparar para el porvenir hombres fuertes en la fe.
¿Me
vuelves a decir que la infancia es ligera? Si: soy de tu mismo parecer;
pero en cambio es buena y afectuosa;
y como es necesario dar el verdadero
pábulo (alimento) a su incesante necesidad de amar, resulta de aquí que se hace indispensable procurar se ponga en relación íntima
con Jesucristo para alcanzar el fin
apetecido, que es su amor. Aunque
sean una realidad todas las faltas y
todos sus defectos, tienen, sin embargo,
poca consistencia; y por medio de la piedad se impedirá que aquellos defectos y faltas pasen a ser vicios.
Todo niño cristiano, a partir de la primera comunión,
debería tener por regla recibir la sagrada Eucaristía todos los domingos y demás
fiestas de guardar, si a ello no se opusiesen su director espiritual, o sus
padres o sus maestros, por haber observado que le faltaba evidentemente la
buena voluntad indispensable para recibirla dignamente: y así todo deberíase,
con mucha circunspección, ordenársele el retraimiento porque el peligro de
tomar malas costumbres, peligro que hiela el corazon maternal, y que solamente
es combatido con eficacia por la sagrada Eucaristía, se presentaría de frente, produciendo
males incalculables. ¿Quieres conservar la
inocencia: quieres conservar la pureza de tu hijo? Anímale, pues, a
comulgar muy a menudo, y no se lo impidas, mayormente cuando a ello fuere
incitado por su director espiritual.
¡Cuántos
padres y cuantas madres; obrando inconscientemente y por un celo mal entendido,
son la causa principal de que sus hijos se pierdan miserablemente! ¡A cuántos y cuántos he conocido, que han
sido la causa directa y final de aquella misma corrupción que tanto temían!
No temas, pues, mientras tu hijo asista con
frecuencia a la sagrada Comunion: pero si desgraciadamente observares en él
negligencia y poco amor a tan divino Sacramento, ¡desdichado de tí! porque todo se puede temer del niño que se aleja de Dios.
“La
Sagrada Comunión”
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