Malicia, habilidad, y astucia del Demonio.
El demonio, dice San Cipriano, es
llamado serpiente, porque se desliza y arrastra como ella; se adelanta
insensiblemente, ocultando su marcha a fin de engañar. Su astucia es tan
grande, sus planes tan hábiles y capciosos, que hace tomar la noche por el día,
el día por la noche, el veneno por el remedio; lleva la desesperación bajo
pretexto de esperanza, y la deserción bajo pretexto de fidelidad; ofrece a
nuestros homenajes al Anti-Cristo bajo el nombre de Cristo.
De esta suerte, haciendo pasar la
mentira por verdad, escamotea sutilmente la verdad misma.
Satanás
se transforma en ángel de luz para seducir, dice el gran Apóstol.
La malicia, la habilidad y las astucias de
Satanás se manifiestan:
1° en que observa cuáles
son los lugares menos fortificados, como dice San Jerónimo.
2° en que, como también
dice San Jerónimo, no
presenta jamás al hombre el pecado descubierto, sino que se sirve de rodeos; no
se lanza de repente, sino que se adelanta poco a poco y echa completamente a
pique la débil navecilla. Para hacer caer en el pecado, se oculta; porque es
tan asqueroso, tan horrible y tan infecto, que si se presentase, haría morir de
miedo a todo el mundo; nadie querría acercarse a él. Oculta la fealdad del
pecado, de aquel pecado, que, hijo de Satanás, es asqueroso, horrible e infecto
como su padre; disfraza el pecado con la apariencia y el nombre de dulzura, de flores
lozanas, da felicidad y hasta de virtud. Oculta el anzuelo del pecado, y sobre
todo del deleite, a fin de que quedéis cogidos a este aguijón penetrante y
mortal, mientras saboreáis un placer engañoso y emponzoñado. Impele al hombre
al vicio paso a paso; comienza por hacerle cometer faltas ligeras, y le arrastra
asi á las mayores.
El demonio, tan audaz, bien quisiera, si se
atreviese y pudiese, hacernos desde luego tan malvados como él; pero, demasiado
astuto, prevé que no tendría éxito su seducción. Bien quisiera atacarnos a campo
abierto; pero, demasiado maligno, teme que se le escape su presa. Va por grados, dice Bossuet, y se oculta. Su fealdad, como ya hemos dicho, y
la fealdad del pecado que quiere hacer cometer, darían horror: oculta una y otro; porque si el hombre
pudiese ver al demonio y al pecado tales como son, jamás, jamás se daría al demonio
ni al pecado...
El demonio se arrastra como la serpiente, y
toma sus movimientos y rodeos; ya enseña la cabeza, ya la cola. Se arrastra cuando
está lejos, para que no le vean, y muerde cuando está cerca...
Estudia nuestras inclinaciones y las admite:
asi es que no tentará por impureza al avaro, porque para ser libertino habría
de ser pródigo. No tentará por avaricia al impúdico. Transportará en espíritu al
ambicioso a la cumbre del poder; llevará al orgulloso a adorarse a sí mismo;
enviará hambre al hombro dominado por la gula, etc...
Seduce al libertino de un modo, al sabio de
otro, al escrupuloso de diferente manera. Ataca al niño, a los jóvenes, al
hombre adulto, al anciano; a cada uno según su edad, su parte débil, su inclinación.
Ataca ora al cuerpo, ora al espíritu, ora al
corazon Hiere ya por fuera, ya por dentro; busca el paraje más débil; sube por
asalto; presenta la flor, y oculta la espina; dora la copa Mirad esta flor: ¡qué hermosa! respirad el agradable olor
que despide Examinad esta copa: ¡qué excelente licor contiene! bebed, bebed... Pero,
¡deteneos! esta flor y esta copa está envenenada; si las tocáis, moriréis al
momento para la eternidad...
No es más que un pensamiento, dice aquel
maligno espíritu, una simple mirada, una complacencia probadlo, ya os detendréis
cuando queráis. Si buscáis la felicidad, aquí la podréis hallar... Tened
cuidado; ya se avanza el asesino; el incendio empieza por una chispa… Que un
buque vaya a pique, ya recibiendo de repente una gran cantidad de agua, ya
tomándola poco a poco, el hecho es qne el buque va a pique… El demonio, este monstruo astuto, dice Bossuet, va
por grados; inclina primero a Judas a la avaricia, luego le induce a vender a
su Dios, más tarde a la traición, y por fin a la desesperación, a la cuerda, al
infierno.
Ved como el maligno espíritu ataca a
nuestros primeros padres. La serpiente, dice la Escritura, que era el más
astuto de todos los animales, dijo a la mujer: ¿Por qué motivo os ha mandado Dios que no comieseis del fruto de todos
los árboles del paraíso? (Gen. III.
1). Esta sola pregunta es un crimen.
¿Por qué, serpiente infernal, te metes en lo qne Dios ha mandado? Lo que
Dios ha prescrito es sagrado ¿No obra
asi Satanás respecto de todos los hombres para seducirlos? ¿Por qué no habéis
de hacer esto? les dice: ¿Por qué no
habéis de ver a tal persona? ¿Por qué no habéis de ir a tal sitio? ¿Por qué, etc.?
Eva le
respondió: Dios nos ha
prohibido comer del fruto del árbol que está en medio del paraíso, para que no
muramos. (Gen. III. 2-3). ¡Imprudente Eva! ha tenido la debilidad de escuchar un instante a la serpiente, y sólo
por esto ha empezado a sucumbir y a ser culpable. ¡Ay de mí! ¿No nos conducimos nosotros también de este modo?...
La
serpiente, viendo la debilidad de Eva, va más lejos: al crimen de la pregunta
une el crimen de la negativa, y responde a la mujer: De ninguna manera, no
sufriréis la muerte (Gen. III. A). ¿No obra el demonio de una manera parecida
con nosotros? No hay tanto mal en esto como se dice; es exageración; son
demasiado severos. ¡Qué! ¿El infierno por tan poca cosa?... En tercer lugar, al crimen de la pregunta y
de la negativa, la serpiente añade el crimen de la afirmación, para instar a
Eva y seducirla del todo: No
moriréis, dice, porque Dios sabe que el día que comáis de esta fruta se abrirán
vuestros ojos, y seréis como dioses, conocedores del bien y del mal. (Gen. III.
5).
Ya está Eva seducida y perdida. La mujer
vió, pues, que aquella fruta era buena “para comer, y bella a los ojos, y de un
aspecto deleitable; y cogió del fruto, y
comióle; y dió también a su marido, que comió como ella. (Gen. III. 6). Y los
ojos de ambos quedaron abiertos; y reconocieron que estaban desnudos, etc.
(Gen. III. 7). Estos son los felices y los dioses que ha hecho el demonio.
Todos los que escuchan a la serpiente, hallan las mismas recompensas...
O desgraciados mortales que dais oído al
demonio, padre de la mentira y de la muerte, enemigo jurado de la felicidad del
hombre y del mismo Dios...
Los demonios, dice San Pedro, os seducen
con palabras engañosas, y harán con vuestras almas un tráfico infernal…
Estos
orgullosos espíritus de las tinieblas, dice el Salmista, me ; han ocultado sus
redes y sus lazos.
Cuando
el demonio, aquella serpiente resbaladiza que no puede cogerse, se presenta,
dice San Jerónimo, si no le aplastáis la cabeza, es decir, si no
resistís inmediatamente a su primera sugestión, se precipita toda entera al
fondo de vuestro corazon, sin que podáis sospecharlo.
El
demonio es llamado serpiente, y tomó la forma de este reptil para seducir a nuestros
primeros padres, porque, 1°, la serpiente es
hábil y astuta por naturaleza. 2° Se
mantiene en emboscada, ataca al hombre sin ser vista, y le muerde de
improvisto. 3° La serpiente se arrastra,
inocula su veneno y mata al hombre: el demonio obra de la misma manera. 4° La serpiente toca en el suelo con todas las
partes de su cuerpo: el demonio no inspira más que el amor de las cosas
terrestres y carnales...
Para sorprender y engañar a Adán y a Eva, la serpiente, observadlo, dijo cinco mentiras evidentes: la primera: No
moriréis: la
segunda: Vuestros ojos se abrirán: la tercera: Sereís como dioses: la cuarta:
Conoceréis el bien y el mal: la quinta: Dios sabe que lo que digo es verdad, etc...
El
Señor, dice Isaías, el Señor con su espada cortante, larga y fuerte, tomará
residencia a Leviatán, serpiente enorme Leviatán,
el tortuoso monstruo, y le matará. Armado con una espada, es decir, con su cruz.
Esta serpiente es llamada enorme, a causa de su fuerza; tortuosa 1° a causa de su genio depravado, y 2°, a causa de sus astucias y dobleces
con que rodea al hombre...
El demonio aparta siempre del bien; lo presenta como
inútil, demasiado penoso o impracticable, etc. Siempre lleva al mal y lo presenta
como ventajoso, dulce, agradable, etc. Autor de la muerte, jamás conduce a la
vida de la gracia y de la gloria, sino a la pérdida de la inocencia y a la
muerte espiritual en la tierra y en la eternidad...
“Tesoros
de Cornelio Á Lápide”
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