RECIBIREMOS
MÁS DE LO QUE DEMOS.
San juan Crisóstomo, el más grande orador de
todos los tiempos, dice asi en un famosísimo sermón que pronunció hace 15
siglos:
“Cuando repartes limosnas, das dinero y
recibirás cielo. Alejas la pobreza de otros y se te acercarán a tí las riquezas
de Dios. Das cosas terrenas y recibirás bienes celestiales. Siempre y en toda
ocasión necesitas que Dios se compadezca de tí, por eso siempre debes
compadecerte de los necesitados. Cuando das a los pobres estás colocando tus
riquezas en el banco que más intereses paga: el banco del cielo. Lo que les das
a los pobres lo recibe Dios, y Él se encarga de multiplicarlo por mil y
devolvértelo. Y aunque cuando des limosna estés en pecado, no por eso dejarás
de recibir premios de Dios. No recibirás tanto como si estuvieras en gracia,
pero sí recibirás y mucho. Cada limosna tuya es una semilla que esparces y te
producirá cosechas abundantes... Dios permite que otros padezcan necesidad,
para que tú puedas ayudarlos y así le vayas pagando tus pecados... cada pobre
que ayudas se convierte en un médico que te trae curación para las enfermedades
de tu alma... las oraciones que los pobres elevan por tí, se convierten en
protectores que te libran de los rayos de la justicia divina... No quita tanto
el agua las manchas y mugre de tus vestidos como la limosna las manchas de tu
alma... La ayuda a los pobres va volviendo pura y blanca tu alma... ¿Qué tienes
hijos y familia numerosa? La limosna atrae premios del cielo para ellos y los libra
de muchos peligros. La buena tierra te devuelve 40 o 60 o 100 granos por cada
semilla que allí siembras. En cambio el cielo te devuelve multiplicadas por mil
las limosnas que repartes... Mira al cielo que te espera y cómpratelo, comprártelo
con tus limosnas.”
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