Beato
Contardo Ferrini (1849-1902) Nació en Milán, Italia y heredó de sus padres
grandes cualidades para las matemáticas y los idiomas. Era terco y caprichoso y
necesitó los castigos de su padre para disminuir esos defectos de su carácter.
En sus años de estudiante los compañeros se
admiraban que no viviera como ellos, enamorando muchachas, y él les decía que
ya tenía otras dos novias. Al fin alguien vino a saber el nombre de ellas:
eran, la ciencia y la santidad.
Desde muy joven hizo el voto de castidad, o
juramento de permanecer siempre puro. Pero no contó a nadie este secreto. Por
eso cuando iba a los bailes se colocaba siempre entre los músicos, tocando
alguno de los instrumentos, y así no tenía que bailar. Las muchachas decían de
él: “Muy educado pero demasiado serio,
como para entablar noviazgo con él” Y no lograban enredarlo en
sentimentalismos.
Contardo tenía una memoria privilegiada para
aprender idiomas. Además del italiano, latín y alemán, se propuso aprender los
idiomas en los cuales fue escrita la Sagrada Biblia: el hebreo y el griego. Y
llegó a hablarlos y entenderlos de manera admirable. A quien le preguntaba cómo
había conseguido tal hazaña le respondía: “El
Espíritu Santo ha premiado los esfuerzos que hice por aprender esos idiomas”.
Desde el día de su Primera Comunión,
Contardo experimentó un cambio muy notable. Ya fue dejando sus caprichos y
malos genios y comenzó a ser mucho más obediente. Y desde que en el colegio
leyó la Imitación de Cristo, su modo de pensar tuvo un giro de 180 grados. En
adelante ya lo que le interesaba no era agradar a la gente y ser famoso y rico,
sino tener contento siempre a Dios.
Desde años de colegial y por toda su vida,
el deporte favorito de Contardo Ferrini fue el alpinismo. Entre sus compañeros
del alpinismo tuvo a Aquiles Ratti, que después fue Sumo Pontífice con el
nombre de Pío XI, y que fue quien promovió después su causa de beatificación.
Contardo repetía: “Preséntenme un joven
con terribles inclinaciones hacia los vicios, que yo por medio de este deporte
fuerte y vigorizante le formaré una voluntad tan vigorosa, que logrará dejar
sus malas costumbres”.
En el colegio y en la Universidad de Pavía,
siempre consiguió los primeros puestos, y presentaba trabajos científicos tan
supremamente bien hechos, que los
profesores se quedaban admirados. Uno de sus exámenes finales lo presentó hablando todo el tiempo en griego, con
admiración de todos. Sus compañeros le
consultaban muy frecuentemente.
Los otros alumnos al notar que no
participaba de sus juergas ni se reía de sus chistes torpes, empezaron a
burlarse de él llamándolo “el San Luis
del colegio”. Al principio lo decían por burla, y después con verdadera
admiración.
A los 21 años obtuvo su doctorado con las
mejores notas de la Universidad, y luego consiguió una beca para ir a
especializarse a Berlín. En la Universidad dejó bien organizada una asociación
mariana de jóvenes, para hacer apostolado entre los compañeros. A varios los
había logrado entusiasmar por las buenas lecturas. Los empleados del hotel
donde residía se quedaban admirados de que ayunaba muchos días y de que pasaba
noches enteras en oración.
Lo primero que hizo en Berlín fue buscar un
templo católico, y adherirse a las conferencias de San Vicente de Paúl, una
asociación de católicos dedicados a ayudar a los pobres. Se quedó aterrado al
constatar los fríos que son los protestantes para la religión (Berlín era de mayoría
protestante) y escribió: “Aquí encuentro
gente muy seria, pero he llegado a la conclusión de que el protestantismo lleva
a ser simplemente bueno, a aquel que el catolicismo llevaría a ser un santo”.
Escribiendo
a un amigo le decía: “Estoy asqueado de
la corrupción de esta ciudad. Como para el protestante basta la fe para
salvarse, y no tienen casi sacramentos ni le dan importancia a la necesidad de
hacer obras buenas, ni creen en que hay que ir al purgatorio a pagar nuestras
faltas, se dedican a todos los vicios”.
Terminada su especialización en Alemania
volvió a Italia y fue nombrado profesor de la Universidad de Pavia, teniendo
solamente 23 años. Antes de tomar posesión del cargo, fue a Roma y tuvo la
dicha de recibir la comunión de manos del Santo Padre León XIII. Las ganancias
que conseguía como profesor las repartía entre los pobres. Sus padres le
aconsejaron que buscara esposa y él les respondió: “Yo ya me casé con mi antigua novia, que ha sido siempre la ciencia”
(Habría podido añadir que se había casado también con la santidad, pero era muy
humilde para decirlo).
En Italia había leyes muy anticatólicas.
Contardo se dio cuenta de que los católicos debían tener representantes en las
corporaciones y empezó una campaña a favor de las ideas católicas siendo
elegido concejal de Milán, entonces promovió fuertes iniciativas a favor del
catolicismo. Con varios otros líderes católicos promovió y apoyó la fundación
de la Universidad Católica del Sagrado Corazón en Milán, que ha sido un gran
apoyo para la religión.
Las publicaciones de Ferrini fueron
numerosas. Publicó más de 200 monografías (o escritos sobre un tema
determinado, cada uno) que ocupan cinco gruesos volúmenes. Redactó también varios
libros de texto.
A sus
alumnos les insistía en que un gran modo de hacer bien a los demás es darles
buen ejemplo. Y él lo daba siempre. Un día un sabio extranjero al verlo
actuar, exclamó “¿Qué tiene ese profesor,
cuya actuación impresiona tan positivamente en los demás?”. Los estudiantes
exclamaban: “Este es uno de los poco
profesores de la Universidad que se atreven a hablar de Dios en sus clases”.
En
1902 en pleno verano se fue a practicar su deporte favorito que era subir a las
montañas. Y en el viaje sintió mucha sed. Vio una fuente de agua y creyó que
eran aguas puras y bebió. Pero resultó que aquella fuente estaba contaminada y
adquirió el tifo. En pocos días se agravó. Mandó llamar al sacerdote y después
de recibir los santos sacramentos murió plácidamente el 16 de octubre de 1902,
con la satisfacción de haber cumplido siempre muy bien su deber, y de haber
hecho toda clase de sacrificios con tal de no ofender a Dios ni manchar su alma
con el pecado. El Santo padre Pío XII lo beatificó en 1947.
Año
Cristiano, Tomo III.
Biblioteca
de Autores Cristianos.
Madrid,
1966.
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