Odio del Demonio contra los hombres y guerra que le hace.
El
demonio, que se ha declarado enemigo personal de Dios, no pudiendo hacer nada
contra Él, se venga con su imagen (el hombre), dice Bossuet, y desgarrándola
la deshonra, llenando su espíritu envidioso de malos deseos de venganza. Espíritu
negro, espíritu tenebroso, espíritu furioso y desesperado, que afecta un fausto
insolente en vez de su grandeza natural; que emplea astucias maliciosas en vez
de una sabiduría celestial; que no respira más que odio, disensión y envidia en
vez de la caridad y de la sociedad fraternal. Parece que Satanás y todos sus ángeles dicen: no seremos nosotros los únicos miserables; ¡cuántos
hombres morirán de nuestra mano! ¡Ah! ¡Cuántos sitios vamos a dejar vacantes, y cuántos se hallarán
entre los criminales que pudieran haberse sentado entre los jueces! El odio de los demonios contra nosotros
es tal, notadlo bien y pasmaos de
tanto exceso, es tal el odio que contra nosotros tienen, que se placen no sólo en arruinarnos, sino también en manchar nuestra
alma y degradarla. Si, prefieren todavía corrompernos a atormentarnos,
prefieren quitar la inocencia a quitar el reposo, hacernos malos a hacernos
desgraciados. Y es verdad que cuando estos crueles vencedores se han hecho
dueños de un alma, entran en ella con furia, la roban, la saquean y la violan.
Estos corruptores la violan, no tanto para satisfacerse, como para deshonrarla y
envilecerla. La inclinan a que se entregue a ellos, y luego la desprecian:
la tratan como son tratadas las mujeres que vienen a ser el ludibrio de aquellos por quienes se han cobarde o
indignamente prostituido...
Los demonios están llenos de odio y de
envidia contra nosotros; nos hacen una guerra encarnizada a causa de las
gracias y de los bienes celestiales que Dios nos concede, y porque estamos
destinados a ocupar un día los tronos que han perdido con su orgullo...
El demonio es vuestro enemigo, dice el
apóstol San Pedro: El demonio
es un instigador de querellas, un falso testigo, un acusador. ––Nos ataca a nosotros, ataca nuestra
salvación y nuestra felicidad eterna. Quiere conquistarnos a fin de
tenernos por compañeros, después de habernos tenido por cómplices. Y todo esto,
1°
por odio a Dios, a fin de que Dios no
reciba nuestras adoraciones. Su orgullo le inspira un odio tan grande a Dios,
que, según al parecer de varios graves autores, aun cuando Dios le prometiese
perdonarle a condición de que se humillase, preferiría sufrir eternamente antes
que renunciar a su orgullo y a su odio 2 ° Nos
hace la guerra por envidia 3° Nos la
hace por orgullo; quisiera que nos volviésemos semejantes a él para dominarnos
y reinar sobre nosotros...
Tenemos
que sostener un combate contra los demonios, dice San Pablo... Es una
lucha sin tregua...
Los odios más furiosos y más implacables
entre los hombres no son más que una sombra, comparados con los de los
demonios. En ellos todo es odio, celos, deseos de eterna venganza...
El demonio tuvo la audacia de atacar al mismo Jesucristo.
¿Por qué permitió
Jesucristo que el demonio le tentase? 1° para enseñarnos
que la tentación no es pecado, no exponiéndose temerariamente a ella y resistiéndola;
2°
para enseñarnos a vencer, pues Jesucristo es nuestro modelo, nuestro capitán;
y por esto quiso entrar en la lid para
derribar al demonio y hacernos ver cómo se
le vence; 3° para tomar parte en nuestras tentaciones...
¿Por qué permitió
Jesucristo que el demonio le tentase? Contestaré con San Agustín: ¿Por qué quiso
hacerse hombre, nacer en un pesebre, sufrir y morir en una cruz? Fué por
bondad hacia nosotros y también por bondad hacia nosotros fué tentado. (Sermones).
Jesucristo, dice San Gregorio,
ha querido vencer nuestras tentaciones con sus tentaciones, asi como quiso ser victorioso
de nuestra muerte con su muerte. (Homil, XVI. in Evang.).
Si la enfermedad de Jesucristo es nuestra
fuerza; sí sus heridas son nuestra curación; si su muerte es nuestra vida,
podemos también asegurar que su tentación es nuestra victoria... por eso vino el hijo de Dios, dice el
apóstol San Juan, para destruir la obra del demonio.
En su odio y desvergüenza, Satanás se atreve
a atacar a Dios: ¿cómo ha de dejarnos a
nosotros el demonio?...
Jesucristo
sufrió ser tentado por el demonio; pero lo arrojaba del cuerpo de los poseídos,
y dió el mismo poder a sus discípulos...
“Tesoros
de Cornelio Á Lápide”
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