El demonio es débil
Sujetaos a Dios, dice el apóstol
Santiago: resistid al demonio, y huirá de
vosotros. Resistidle con una fe viva y firme, dice el apóstol San Pedro.
Cuando el demonio se acerca y trata de
excitar en vosotros movimientos de ira, de orgullo, de impureza, etc.,
resistidle con valor; y al momento le ahuyentaréis. Porque delante de un alma firme,
el demonio tiembla; con los que titubean, es, por el contrario, terrible como
un león.
Él
enemigo antiguo, dice San Gregorio, es fuerte contra los que le escuchan,
y débil contra los que le oponen resistencia. Sí cedemos a sus sugestiones, es formidable como un león, es vencedor;
pero si le rechazamos fuerte y prontamente, queda aplastado como una hormiga.
Asi pues, para los unos
es un león, y para los otros una hormiga: las almas carnales tienen trabajo
para escaparse de su crueldad; mientras que las almas puras pisan su debilidad
con el pié de la virtud.
¿De
qué modo, dice Isaías, arrancaremos su presa a un hombre tan esforzado?
¿Cómo recobrar aquello que ha arrebatado
un varón tan valiente? He aquí lo
que dice el Señor: Le serán quitados al hombre esforzado los prisioneros que ha
hecho, y será recobrada la presa que arrebató el valiente.
Si consideráis la naturaleza del demonio, dice
Orígenes, es un gigante, y nosotros unos pigmeos; pero si
seguimos a Jesús, que le ha privado de su fuerza, el demonio no nos inspirará
ya ningún temor.
El demonio es muy débil, ante los hombres
valerosos y heroicos.
Es un
león rugiente, es terrible: Leo rugiens. (I. Petr. V. 8). Es una serpiente
que se arrastra por el suelo; es muy débil. Dios, que le ha dejado sus fuerzas
para suplicio suyo, le ha puesto un freno. No
puede dominar más que a aquellos a quienes Dios desprecia y abandona: ¡triste
poder y reino vergonzoso!...
El demonio es débil, puesto que emplea la
habilidad, la astucia, los rodeos, la mentira; es débil, puesto qne se arrastra
y se oculta. Es impotente; Jesucristo le ha derrotado ¿Quién es el que le vence y le derriba? El que está vigilante, el que huye, que
ruega, el que desconfía de sí mismo y se mortifica.
Una sola palabra de Jesucristo ahuyentaba a
legiones de espíritus infernales del cuerpo de los poseídos: ¿qué fuerza no ha de tener la presencia de
Jesucristo, su gracia, la sagrada comunion? Sólo una señal de la cruz
asusta a los espíritus de las tinieblas, y les hace huir, San Bernardo asegura que
cualquiera que invoque los santos nombres de Jesús, de María y de José, es
invencible, aunque todos los demonios luchen contra él. Tertuliano decía a
los perseguidores de la religión, que un poseído, cualquiera que fuese, no
podía resistir a un simple cristiano. El
demonio es pues muy débil. (Apolog.). Una simple resistencia estrella sus
fuerzas y le pone en derrota, dice el apóstol Santiago (IV. 7).
Los Santos de todos los siglos, de todas las
edades y de todos los sexos, han triunfado del demonio y le han aplastado la
cabeza; siguiendo su ejemplo, todos nosotros podemos quedar victoriosos de este
enemigo salvaje...
“Tesoros
de Cornelio Á Lápide”
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