Crueldad y furor del Demonio contra los hombres
El demonio, como león rugiente, anda girando
alrededor de vosotros en busca de presa que devorar, dice el apóstol
San Pedro, (1Pedro V, 8)… No dice el Apóstol
que el demonio trata de morder, sino que traía de devorar...
¡Ay de la tierra y del mar!
dice el Apocalípsis, porque el diablo
bajó a vosotros arrojado del cielo y está lleno de furor, sabiendo que le queda
poco tiempo (Apoc. XII. 12).
Simón, Simón, dijo Jesucristo a Pedro, mira
que Satanás va tras de vosotros para zarandearos como el trigo cuando se criba:
Simón,
Simón. (Luc. XXIL 31).
El dragón, dice el Apocalípsis, se irritó, y
marchóse a guerrear: ( Apoc XII. 17).
La crueldad y la rabia del demonio, dice el
Salmista, le llevan a perseguirme, A apoderarse de mí, y a hundir en el polvo
mi gloria. (Salmo VII. 6). Mis enemigos, añade, me tienen cercado por todas partes; tienen puestas
sus miras para dar conmigo en tierra; están acechándome como el león preparado a
arrojarse sobre su presa, o como el leoncillo qne en lugares escondidos está en espera: levántate, o
Dios mío; prevén el golpe, y arrójalos por el suelo, libra mi alma de las
garras del impío. (Salmo. XVI. 11-13). El
jabalí del bosque todo lo ha destruido, y se apacentó en ella esa fiera
singular o solitaria: (Salmo LXXIX. 14).
Serviréis á dioses extraños, que no os darán
descanso ni de día ni de noche, dice el profeta Jeremías (XVI. 13).
Estos pretendidos dioses, que son tan
crueles, son los demonios...
Cada vez
que pecamos, dice San Jerónimo, caemos bajo el imperio del demonio, que jamás nos da
descanso, pues nos impele siempre a añadir un crimen a otro crimen hasta hacer
de ellos una montaña.
Devastaciones producidas por los demonios
¿Qué más
depravado, que más pérfido y más malo que nuestro adversario? dice San Agustín.
Introdujo la guerra en el cielo, la seducción y el pecado en el paraíso
terrenal, el odio en la vivienda de los dos primeros hermanos; siembra la cizaña
en todas nuestras obras. En el alimento oculta el anzuelo de la gula; en la
generación el de la lujuria: en el trabajo el de la pereza; en la conversación el
de la envidia; en la administración el de la avaricia; en la corrección el de
la ira; en la autoridad el del orgullo. Despierta en el corazon los malos
pensamientos; coloca en los labios la mentira, la maledicencia, el falso
testimonio, la blasfemia; emplea los miembros para cometer actos de iniquidad;
si estamos despiertos, nos induce a obrar mal; si dormimos, suscita sueños vergonzosos.
Lleva a la disolución a los que tienen un carácter alegre, y a la desesperación
a los tristes. En fin, para abreviar todos los males del mundo, vienen de su
infernal depravación. (Sermones).
¿No
habéis sembrado buena simiente en vuestro campo? ¿Cómo tiene cizaña? dicen los criados al amo. Algún enemigo mío, responde el dueño, la
habrá sombrado. (Mateo. XIII. 27-58).
En todas partes y en todo tiempo siembra cizaña el
demonio: la siembra en el cielo, en la tierra, en el corazón del hombre, en el seno
de la familia y de la sociedad, y la sembrará eternamente en el infierno...
¡Hasta
cuándo, o espíritus del desorden, exclama el Rey Profeta, estaréis acometiendo al
hombre para acabar con ellos todos juntos, y derrocarle como a una pared
desnivelada, o como a una tapia ruinosa! No Tratáis más que de precipitarle de su elevación; le aduláis con la
punta de los labios para perderle, y le maldecís en secreto.
O
Dios, los gentiles han entrado en tu heredad, han profanado tu santo templo.
(Salmo. LXXVIII. 1). Los enemigos del hombre vienen a ser sus dominadores, le
oprimen y le hacen sufrir la humillación de su tiránico poder. (Salmo. CV. 42).
Los
guardias que recorren la ciudad, me han encontrado, dice la Esposa de
los Cantares; me han golpeado y me han herido. (Cantar de los cantares V.
7).
Ved las devastaciones que produce el demonio
en nuestros primeros padres y al rededor suyo: tienen la desgracia de
escucharle, y al momento vienen la desnudez, la vergüenza, el temor, la excusa,
la concupiscencia, la esclavitud, los sufrimientos, la maldición, su expulsión
del jardín de delicias, la esterilidad de la tierra, el trabajo, la tristeza,
el remordimiento, las lágrimas, la penitencia, la muerte temporal y espiritual,
el cielo cerrado, y el infierno abierto. Y estas desgracias recaen a la vez, no
sólo sobre Adán y Eva, sino también
sobre toda su posteridad...
Después de haber sumergido a nuestros
primeros padres en este abismo, desaparece Satanás. Ya no les dice: Sereís como dioses. Los ha hecho semejantes
A él (el demonio); ya están cumplidos sus crueles deseos...
Es natural que la serpiente derrame su veneno
y dé la muerte...
Fiándose en la serpiente, Adán se volvió
terrestre, carnal; se embruteció, y no pensó más que en la materia. La misma
suerte aguarda a aquellos de su raza que escuchen a Satanás.
El demonio, dice San Gregorio, coge y oprime; seduce a fuerza de asechanzas asusta con
amenazas, persuade con lisonjas, abate con la desesperación, y engaña artificiosamente
con promesas (Sermones).
San Bernardo hace también una descripción de los
demonios y de su carro: su malicia, dice, tiene un carro de cuatro ruedas, que son
la crueldad, la ira, la audacia y la impudencia. Este carro se precipita a la
efusión de la sangre; no se detiene ante la inocencia; no disminuye su
velocidad con la paciencia, ni le arredran el temor ni el pudor. Le arrastran
dos caballos fogosos y sin freno, prontos a llevar a todas partes la desolación
y la muerte: son el poder y el lujo; dos cocheros, el orgullo y la envidia le
dirigen.
El
demonio, dice Orígenes, quita al hombre la virtud del alma; le priva de la
libertad y de muchas de las ventajas del cuerpo; le arrebató los bienes
espirituales y temporales; le aleja del temor de Dios, le entrega a las
pasiones, le precipita a las miserias de esta vida y a los suplicios de la
eternidad. (Homil.).
El pescador coge el pez con el anzuelo; el
cazador se apodera de las bestias salvajes con auxilio de los lazos, y de los
pájaros por medio de la liga y de la red: el demonio hace inauditos esfuerzos para
sujetar y coger el cuerpo y el alma por medio de diversos dolores, grandes
cuidados, pesares, dificultades, escrúpulos, querellas, malas inclinaciones, etc.,
a fin de que no se le escapen y sean su presa en la tierra, y sobre todo en el
infierno.
Ved, dice San Basilio, con qué malicia
y perfidia obra el demonio en lo que nos concierne: nos priva de las virtudes
que le hemos dado, y nos da los vicios que no queríamos. Le sacrificamos
nuestras virtudes, a él que es rico en malicia y en vicios, y esto para nuestro
inmenso y visible detrimento; porque, cuanto más le
damos, más heridas trata de hacernos. (En Deuteronomio. XV).
¡Hombre
infeliz, exclama San Bernardo, a quién sirves, a quién sigues¡ No ves a Satanás, precipitado al abismo
eterno, que cae del cielo con la velocidad del rayo? (Serm. XXXIX. En Cant.).
Cuando Dios inspira saludables pensamientos
de penitencia, de limosna o de piedad, llega el demonio para disiparlos o
corromperlos, a fin de que no los ejecuten, o si los realizan, los hagan con
mal fin, de mal modo, o valiéndose de medios perversos, o al menos haciéndolo
indiscretamente, es decir, con demasiada o con poca aplicación...
¿Cómo ha quedado solitaria la ciudad antes
tan populosa? Dice Jeremías
en sus lamentaciones… Ha sido
tomada por sus perseguidores en medio de angustias. Sus enemigos se han enseñoreado de ella; sus pequeñuelos han sido
arrastrados al cautiverio, arrancándolos el opresor. Ya ha desaparecido toda su
hermosura; sus príncipes han venido a ser como carneros descarriados, qne no
hallan pastos, y han marchado desfallecidos delante del perseguidor qne los
conduce. Los enemigos vieron a Sion, y mofáronse de sus solemnidades. Hasta a
sus pies llegan sus inmundicias: ella no se acordó de su fin; está
profundamente abatida sin que haya quién la consuele. El enemigo echó su mano a
todas las cosas que Jerusalén tenía de más apreciable. Ha tendido una red a mis
pies, y me ha hecho caer hacia atrás: me ha llenado de desolación, y durante todo
el día consumida de tristeza. Ha
venido a ser para mí como un oso en acecho, como un león en lugar oculto. Él ha
destruido mis senderos, y me ha destrozado. Me ha llenado de amargura, y me ha
embriagado de ajenjo. Ha quebrado
todos mis dientes, dándome pan lleno de arena: ceniza me ha dado a comer. Y la
paz ha huido de mi alma; no sé ya lo que es felicidad.
Tal es el cuadro que el Profeta hace de las
devastaciones que los enemigos han causado a Jerusalén. Todos estos estragos,
todas estas desgracias no son más que una débil imagen de los estragos y de las
desgracias que causa el demonio cuando reina en un alma y la domina.
No habiendo el demonio podido vencer a Dios
cuando le atacó en el cielo, lo ataca en la tierra, y no pudiendo alcanzar a
Dios, todo lo corrompe, hasta los elementos: como nada puede crear, emplea sus
fuerzas para destruirlo todo Es un viejo
adúltero, dice San Agustín, que no trata más que de seducir.
Ved cómo trata a Job.
Roba sus rebaños y degüella los pastores; hace caer fuego del cielo sobre sus
ovejas y sobre sus criados, y los consume. Roba sus camellos; y mata a sus
guardas. Envía un huracán violento que derriba la casa en donde se hallaban en
la mesa los hijos de Job, y quedan todos muertos. Llena al mismo Job, desde el
extremo de los pies a lo alto de la cabeza, de una lepra horrible.
Y con los restos del vaso de arcilla roto,
aquel patriarca, sentado en un estercolero, quita la podredumbre de las úlceras
que le cubren... El demonio hubiera ido aún mucho más lejos si Dios se lo
hubiese permitido...
Ved cómo trata el demonio a los poseídos. Citemos un sólo ejemplo tomado del
Evangelio: Un hombre del pueblo dijo a Jesús: Maestro, yo he traído a ti un
hijo mío poseído de cierto espíritu maligno que le hace quedar mudo, el cual,
donde quiera que lo tome, le tira contra el suelo, y le hace echar espuma por
la boca y crujir los dientes, y se vuelve enteramente seco. Traédmelo, contestó
Jesús. Trajéronsele; y apenas vió á Jesús, cuando el espíritu empezó a agitarse
con violencia; y tirándose contra el suelo, se revolcaba echando espumarajos. Y
Jesús preguntó a su padre: ¿Desde cuánto tiempo le sucede esto? Desde la niñez,
respondió. Y muchas veces le ha precipitado el demonio en el fuego y en el
agua, a fin de acabar con él. (Marcos. IX).
Si ei demonio causa tantos estragos en el
cuerpo, juzgad qué estragos causará en el alma del pecador cuando la posea y reine en ella como tirano. ¡Juzgad qué tormentos debe imponer a los
réprobos en el infierno!
Todo es bueno para el demonio mientras pueda
derribar y destruir… Toda la ocupación de los demonios, dice Tertuliano, es hacer caer al hombre.
Esta rabia y estos estragos de Satanás se nos pintan por el profeta Ezequiel
bajo el nombre y figura de Faraón Rey de Egipto. ¡Espectáculo espantoso! Al rededor suyo están los muertos a quienes
dió crueles heridas. Allí yace Asur,
dice el Profeta, con toda su muchedumbre; allí ha caído Elam y lodo el pueblo
que lo seguía; allí Mosoch y Tuval,
y sus príncipes, y sus capitanes, y todos los otros que están nombrados; número
indecible, tropel infinito, multitud inmensa: están al rededor suyo derribados
por el suelo y nadando en su sangre. Faraón
está en medio saciando su vista con una carnicería tan terrible, y consolándose
con su pérdida y la ruina de los suyos: Faraón
con su ejército, y Satanás con sus ángeles. (Bossuet, sobre los demonios).
Pero, si el demonio causa tantas desgracias
en la tierra !Qué horribles tormentos no hará sufrir a los réprobos en
el infierno! ¡Oh Dios, no permitáis que jamás caigamos entre las manos de este
enemigo feroz...
“Tesoros
de Cornelio Á Lápide”
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