I.
¿De dónde proviene que encuentras la vida penosa y fastidiosa? Es
porque deseas muchas cosas que no puedes tener y porque tienes aversión al
estado en el que estás. No quieres ser pobre, estar enfermo o ser despreciado;
cuando esto te acaece, caes en la desesperación: quisieras estar siempre sano,
ser siempre rico, siempre estimado; si esto te falta estás triste. ¡Ah! si
supieses padecer las pruebas de la vida y no desear lo que no tienes, ¡cuán
dichoso serias!
Desgraciados ante los ojos de los ignorantes, los santos no
pueden ser sino dichosos (Salviano).
II.
¿Acaso
no es ser feliz en esta vida tener las promesas de la vida eterna?
Los
que sufren tienen estas promesas, porque Nuestro Señor les ha asegurado que
serán consolados en el cielo; por el contrario, Él
condena al rico malo que gozó toda suerte de bienes en este mundo.
¡Dichosos del siglo: cuidado, vuestra
dicha es el triste presagio de la desdicha eterna que os espera en la otra
vida!
III.
Jesucristo
ha venido a este mundo a enseñamos el secreto para ser felices, no sólo en la
otra vida sino aun en ésta. Para ello, nos ha recomendado el amor a los
sufrimientos. Los santos lo han imitado y han vivido muy contentos en medio de
las tribulaciones de este mundo.
Estás en un error, hermano mío, si quieres
regocijarte en el mundo y vivir después con Jesucristo en el cielo (San
Jerónimo).
Paciencia en las tribulaciones
Orad por los afligidos.
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