¿Quién
podrá separarnos del amor de Cristo?
¿Acaso
la tribulación, o la angustia, o el hambre,
o
la desnudez, o el peligro, o la persecución, o el cuchillo?
(Romanos
8, 35)
SANTA
DOROTEA,
Virgen
y Mártir.
Santa Dorotea es
representada con rosas en la mano. Estas flores son prendas preciosas del amor
de Jesús, su divino Esposo. En el momento en que iba a ser muerta, un pagano,
llamado Teófilo le declaró que creería en el Dios de los cristianos, si le
mostraba flores y frutos del huerto de su Esposo. Dorotea levantó los ojos al
cielo y un ángel le trajo una canastilla con tres rosas y tres manzanas. Este
milagro convirtió a Teófilo, que, con Dorotea, recibió la corona del martirio,
hacia el año 303.
MEDITACIÓN
SOBRE LA CASTIDAD REPRESENTADA POR LA ROSA
I.
Considera las rosas que trae el ángel a Dorotea; descubrirás en ellas tres
cualidades que debe poseer una virgen para conservar la pureza. El color de la
rosa es el pudor, y el pudor es el compañero de la virtud. ¿Quieres
ser casto? Ten
pudor; él guarda las murallas de tu corazón. Huye de los lugares donde se ven o
se oyen cosas capaces de herir la pureza y de avergonzar a la virtud.
II.
Tiene la rosa sus espinas, que punzan a todos los que se le aproximan, nobles o
ricos, rústicos o pobres. ¡Qué
gran lección para una virgen! Siempre
debe conservar una circunspección y una severidad que aparten de ella a las
personas de vida desordenada; nunca debe complacerse en palabras, ni en actos,
por mínimamente deshonestos que sean. Además, las espinas son emblema de la
mortificación, y la mortificación es la salvaguardia de la pureza del cuerpo y
del alma. Sin ella, imposible conservarse puro.
III.
La rosa se eleva hacia el cielo, como para decir que sólo tiene belleza y amor
para Dios, y que de Él espera el rocío y la luz necesarios para su
conservación. Almas
castas, pedid a Dios la pureza, no os fiéis de vosotras mismas; si Dios no os
la concede, inútiles son vuestros cuidados y austeridades. Aprended de esta
flor, vírgenes consagradas a Dios, que no debéis tener belleza sino para
agradar a Dios, ni amor sino para Él. Que
las vírgenes no busquen otra cosa que agradar a Dios, porque de Él solo esperan
la recompensa de su virginidad (San
Cipriano).
La
confianza en Dios.
Orad
por vuestros amigos.
MEDITACIÓN
SOBRE LA VIDA DE SANTA ÁGATA. Virgen y mártir – 5 de febrero
Patrona
de mártires; solteras; víctimas de violación; víctimas de torturas; joyeros;
mujeres en etapa de lactancia. Protectora contra el cáncer de mamas;
enfermedades de las mamas; esterilidad; terremotos; fuego; erupciones
volcánicas; desastres naturales.
I.
Santa Ágata resistió al mundo. Ni todos sus honores pudieron seducirla. Sabía
que los bienes de la tierra nada son comparados con los celestiales. ¡Oh
mundo, qué mala reputación es la tuya!
Los santos te abandonan y te desprecian; hasta tus partidarios se quejan
de ti y dicen que sólo tienes bienes aparentes y males reales en exceso. Tú,
que lees o escuchas, estás convencido de esta verdad, y sin embargo amas al
mundo. El
mundo es malo y lo amas; ¿qué no harías si fuese bueno? (San
Agustín).
II.
La santa ha resistido a los hombres. Sus amenazas como sus halagos han
fracasado ante su constancia. ¡Cuán
difícil es resistir a estos dos enemigos, uno de los cuales ataca
desembozadamente, y el otro con astucia, sobre todo teniendo un cuerpo que se
rebela contra el alma y que se inclina siempre para el lado de los placeres!
¿Qué hubieras hecho tú en el lugar de Ágata, tú que ofendes a Dios a menudo
antes que privarte de la menor satisfacción?
III.
Ágata, por su pureza, fue émula de los Ángeles; o más bien, con San Ambrosio,
digamos que la victoria de las vírgenes es más gloriosa que la de los Ángeles,
pues éstos, no teniendo cuerpo, ninguna dificultad tienen en ser castos. Para
conservar el tesoro de la pureza, es menester, como los Ángeles, pensar siempre
en Dios, obedecer incesantemente sus órdenes, desasirse en cuanto sea posible
de los placeres del cuerpo, y tener amor sólo para el cielo y para Dios.
El
hombre casto y el Ángel difieren no por la virtud, sino por la felicidad. La
castidad de éste es más feliz, la de aquél más valiente (San
Ambrosio).
La
castidad.
Orad
por las vírgenes.
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