No
me avergüenzo del Evangelio. (Romanos 1, 16)
I. Un cristiano debe creer todo lo que se dice en el Evangelio; debe
escuchar cada una de sus palabras como si Jesucristo mismo le hablase, dice
San
Agustín. ¿Crees
verdaderamente en todas las verdades del Evangelio? ¿Crees que Jesucristo ha
muerto por ti, que existe un infierno para los pecadores y un paraíso para los
justos? ¡Ah! si tuvieses fe viva, si creyeses firmemente en estas
verdades,
¿qué no harías para ganar ese paraíso y para evitar ese infierno?
II. No
basta creer lo que nos enseña el Evangelio; es preciso que nuestra fe vaya
acompañada de buenas obras, que mostremos con nuestros actos que creemos en el
Evangelio.
Crees
por el testimonio del Evangelio que los pobres y los afligidos son
bienaventurados, y rehúyes la pobreza y las aflicciones. ¡Veneras la cruz en
los altares, y sientes horror por ella en tu corazón! ¿Hasta cuándo tus
acciones desmentirán tu creencia?
Toma el Evangelio, examina sus principales máximas: verás en este espejo
el miserable estado de tu alma, y confesarás, con San
Jerónimo,
que nada es más fácil que parecer cristiano y nada más difícil que serlo en
realidad.
Lo
que es grande es ser cristiano, no el parecerlo.
(San
Jerónimo).
III. No
hay que avergonzarse de tomar la defensa del Evangelio contra los infieles, los
herejes, los impíos y los malos cristianos. Debes estar pronto para derramar
toda tu sangre por el Evangelio, y temes a menudo decir una palabra, exponerte
a una burla por defenderlo contra un libertino. No
me avergüenzo del Evangelio
(San
Pablo).
La
fe.
Orad
por los que sufren persecución.
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