I.
Debes amar a Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente; es
decir, tus pensamientos, tus palabras, tus acciones deben ser para Él; has de
pensar sólo en Él, vivir sólo por Él, desearlo sólo a Él. Si lo posees, posees
todo; si lo pierdes, pierdes todo. ¿Qué
has amado hasta este momento? No lo
podrías pensar sin avergonzarte.
¡Oh Jesús! hazte conocer de los hombres y te amarán. Porque te
conozco poco es que te amo poco (San Agustín).
II.
Ama a Dios más que a todas las cosas del mundo, pues Él excede infinitamente a
todo lo que existe en el universo. Entra un poco en ti mismo; ¿tienes más amor por Dios que el
que tienes por tus parientes, tus amigos, tus placeres, tus riquezas, tu
felicidad? ¿Estás presto a perder
todos esos bienes y la vida misma antes que perder su amistad? Si no te hallas en esta disposición, no
amas a Dios; y aunque digas cien veces al día que lo amas de todo tu corazón,
tus acciones desmentirían tus palabras.
Ama al que es para ti todo lo que existe de amable y de deseable
(San Bernardo).
III.
¿Quieres saber
si amas a Dios? Mira si observas sus
mandamientos. Jesucristo mismo nos dice: Aquél
que conoce mis mandamientos y los observa, ése me ama. Quien obre de otro modo, injustamente se
lisonjea de amar a Dios; ¡Jesucristo promete y da tan grandes recompensas a los
que lo aman y obedecen, y uno ni siquiera se inquieta por ello!
El amor
de Dios.
Orad por
la paz entre las naciones cristianas.
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