Cristo. Hijo mío, pide así en toda ocasión: “Señor, que se haga esto, así, si es de
tu agrado. Señor, que en tu nombre se haga esto, si ha de ser para tu honra.
Señor, si ves que esto me conviene, y sabes que me será provechoso, dámelo para
hacer uso de ello en tu honor. Pero quítame este deseo, si conoces que lo que
quiero no me ayudará a salvarme, y sí me dañará.”
Porque no todos los deseos vienen del Espíritu Santo, aunque le
parezcan al hombre razonables y buenos.
Difícil
es discernir con certeza si es el espíritu bueno o un espíritu extraño quien te
impele a desear las cosas; o si quien te mueve es tu propio espíritu.
Muchos se engañaron al
fin, los cuáles al principio parecían guiados del espíritu bueno.
Por eso, con temor de
Dios y humildad de corazón se debe desear y pedir lo que se presente a la
voluntad como deseable; y más que todo, se me deben encomendar todas las cosas,
renunciando a la voluntad propia, orando de esta manera: “Señor, tú sabes cuál de estas dos cosas es la mejor. Hágase la una o
la otra, como tú quieras. Dame lo que sabes que es lo mejor, lo que más te
agrade y sea para tu mayor honra. Ponme donde quieras, y en todo haz de mí lo
que quieras. Estoy en tus manos: dame vueltas y revueltas como quieras. Soy tu
siervo, y estoy dispuesto a todo. No quiero vivir para mí, sino para ti. ¡Ojalá
viva con la santidad que debo!”
El discípulo.
Concédeme, Jesús misericordioso, que me visite tu gracia, conmigo coopere y
hasta morir me acompañe.
Concédeme querer
siempre y desear siempre lo que más te agrade, lo que más conforme sea con tu
voluntad.
Que
tu voluntad sea la mía, que siempre siga la tuya, y con ella se conforme
perfectamente. Que tu querer y no querer sean también mí querer y no querer.
Que yo no pueda querer o no querer sino lo que tú quieras o no quieras.
Concédeme
morir a todo lo del mundo y amar por ti los desprecios y la obscuridad en esta
vida.
Concédeme descansar en
ti sobre todo bien, y hallar la paz de mi corazón en ti.
Porque tú eres la paz verdadera del corazón y su único descanso.
Fuera de ti, todo es inquietud y amargura.
En esta paz, esto es,
en ti, Bien sumo y eterno, descansaré y dormiré para siempre. Así sea.
“LA
IMITACIÓN DE CRISTO”
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