Aclaración: para entender esta publicación de ser leído en su totalidad. Pues al
sacar una parte de su contexto, se puede llegar a conclusiones erróneas.
LEVITACIÓN.
He aquí otro fenómeno maravilloso que no
presenta, sin embargo, las dificultades del anterior para su explicación
satisfactoria.
1. El hecho. —
Como su nombre indica, consiste este fenómeno en la elevación espontánea,
mantenimiento o desplazamiento en el aire del cuerpo humano sin apoyo alguno y sin causa natural visible.
Por lo regular, la levitación mística se
verifica siempre estando el paciente en éxtasis. Si la elevación es poca, se la
suele llamar éxtasis ascensional. Si el cuerpo se eleva a grandes alturas,
recibe el nombre de vuelo extático. Y si empieza a correr velozmente a ras del
suelo, pero sin tocar en él, constituye la llamada marcha extática.
2. Casos históricos.
—Se han dado multitud de casos en las vidas
de los santos. Los principales son los de San Francisco de Asís, Santa Catalina de Sena,
San Felipe Neri, San Pedro de Alcántara, Santa Teresa de Jesús, San Juan de la
Cruz, San Francisco Javier, Santo Tomás de Villanueva, San Pablo de la Cruz y,
sobre todo, San José de Cupertino, que es, sin disputa, el primero de
todos en esta manifestación extraordinaria de lo sobrenatural. En su proceso de
canonización se registran más de setenta casos de levitación ocurridos sólo en
la villa de Cupertino o sus alrededores; el número total fué muchísimo mayor.
Se le vio volar bajo las bóvedas de la iglesia, sobre el pulpito, a lo largo de
las murallas o delante de un crucifijo o imagen piadosa; planear sobre el altar
o en torno del tabernáculo, sobre las copas de los árboles, sostenerse y
balancearse como un pájaro ligero sobre las ramas débilísimas, franquear de un
salto largas distancias. Una palabra, una mirada, el menor incidente
relacionado con la piedad, le producían estos transportes. En una época de su
vida llegaron a ser tan frecuentes que sus superiores hubieron de excluirle del
cargo de hebdomadario en el coro, pues, en contra de su voluntad, interrumpía y
perturbaba las ceremonias de la comunidad con sus vuelos extáticos. Dichos
vuelos fueron perfectamente vistos y comprobados por multitud de personas,
entre ellas por el papa Urbano VIII y el príncipe protestante Juan Federico de
Brunswick, quien quedó tan impresionado por el fenómeno, que no
solamente se convirtió al catolicismo, sino que tomó el cordón de la Orden
franciscana, a la que pertenecía el Santo.
También
es notabilísimo el caso de la Venerable sor María de Jesús de Agreda. En sus
éxtasis, su cuerpo se hacía inmóvil, insensible, y se mantenía un poco elevado
sobre la tierra, ligero como si hubiese perdido su peso material. Bastaba con
soplarle ligerísimamente, aun desde lejos, para verle agitarse y balancearse
como una ligera pluma.
3. Explicación del
fenómeno. —Cuando
el fenómeno se realiza en los santos, tiene un origen evidentemente
sobrenatural, aunque podría también verificarse por intervención diabólica,
como veremos. La simple naturaleza no puede alterar las leyes de la
gravedad, siempre fijas y constantes.
“Los racionalistas—advierte Tanquerey —han intentado explicar este
fenómeno de un modo natural, ya por la aspiración profunda de aire en los
pulmones, ya por una fuerza física desconocida, ya por la intervención de
espíritus o de almas separadas; quiere esto decir que no han hallado
explicación seria de ellos.
La explicación clásica de los autores
católicos (López Ezquerra, Scaramelli, Ribet, etc.) es la de Benedicto XIV,
recogida en estas tres conclusiones
1. La elevación en el aire bien comprobada no puede explicarse
naturalmente.
2. No supera, sin
embargo, las fuerzas del ángel ni del demonio, los cuales pueden levantar en
vilo los cuerpos.
3. En los santos, ese fenómeno es una participación anticipada
del don de agilidad, propio de los cuerpos gloriosos.
4. Sus falsificaciones.
—Sin
embargo, aunque esta explicación sea plenamente satisfactoria y nada deje que
desear, hay que tener en cuenta que es
éste uno de los fenómenos sobrenaturales que más fácilmente se pueden falsificar,
no sólo por la acción preternatural diabólica, sino incluso por los mismos
extravíos de la patología humana. Vamos, pues, a dividir estas falsificaciones
en dos grupos: naturales y preternaturales.
a) FALSIFICACIONES
NATURALES. —Los casos más interesantes hay que
buscarlos en la patología. En las crisis del tétanos, las fuerzas de los
enfermos se centuplican, y a veces se les ve elevarse en el aire, por encima de
las camas y de las mesas. “Nosotros
mismos—escribe el Dr. Surbled, de quien tomamos los datos que citamos —hemos
visto a uno dar un brinco en su cuarto y trepar por una lámpara con apariencia
de verdadero volador. En las fiebres graves con delirio, especialmente en la
fiebre tifoidea, puede observarse el mismo fenómeno. Una de nuestras enfermas,
en los accesos frenéticos, se elevaba a alturas increíbles, hasta el techo, con
ligereza desconcertante”
El histerismo ofrece casos verdaderamente
sorprendentes. “El período de contracciones
clónicas de las crisis histéricas—añade el Dr. Surbled—se caracteriza por sus
movimientos, tan bruscos como poderosos. La enferma se eleva súbitamente, como
empujada por un resorte, y su cuerpo rígido y como de una pieza salta de la
tierra y se lanza al aire, volviendo a caer y rebotando de nuevo sin parar
hasta quince o veinte veces. Hay lanzamientos de una rapidez sorprendente; saltos
verdaderamente prodigiosos”.
Explicación de estos hechos. —Se trata de
simples actos de agilidad o de acrobacia, determinados por la violencia de las
crisis nerviosas, sin relación alguna con la levitación sobrenatural o preternatural.
Es muy fácil distinguir estos casos patológicos de los sobrenaturales. En sus
crisis más violentas, ningún enfermo, ninguna histérica, llega a ascender lenta
y gradualmente por el aire fuera de todo apoyo, a mantenerse inmóvil, a
permanecer suspendida entre cielo y tierra y a guardar por largo tiempo, lejos
del suelo, una posición totalmente contraria a las leyes del equilibrio y de la
gravedad.
Todas estas son condiciones necesarias para
constituir una verdadera levitación, y todas ellas—o al menos en su conjunto—escapan
manifiestamente a las simples fuerzas de la naturaleza aun exacerbada por lo
morboso y patológico.
b) FALSIFICACIONES
PRETERNATURALES. —Más difíciles de distinguir son las
falsificaciones preternaturales. No solamente porque el demonio puede reproducir
el fenómeno con todas las apariencias externas exigidas para la levitación
sobrenatural, sino porque su acción cabe—permitiéndolo Dios— hasta en los
mismos santos y personas de comprobada y sólida piedad. Como norma de
discernimiento habrá que recurrir a la de los efectos que produce en el alma el
fenómeno.
Es
evidente que el demonio no puede alterar las leyes de la naturaleza, toda vez
que ni los ángeles buenos pueden hacerlo. Sólo Dios, autor de esas leyes, puede
suspenderlas o derogarlas en algún caso particular. El
demonio no puede suspender la ley de la gravedad, pero puede simular los
milagros de este género por el concurso invisible de sus fuerzas naturales.
Así se explican—cuando son diabólicos—los desplazamientos y elevación de objetos
inanimados, la marcha y la suspensión sobre las aguas, los vuelos y las
traslaciones rápidas, etc. La mayoría de los fenómenos espiritistas —cuando no
se deben al fraude y al engaño de los médiums, frecuentísimamente comprobados—hay
que atribuirlos a esta acción preternatural diabólica.
“Teología
de la perfección cristiana”
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