Tiende tus manos al
desvalido,
que te dirige su triste
voz;
da una limosna siempre
al mendigo,
que, en su indigencia,
se encuentra Dios.
Enjuga el llanto del
que padece,
con la dulzura de la
bondad;
quitar la espina que al
alma hiere,
es, dar limosna, es
caridad.
Si en las tortuosas
sendas del mundo,
ves a alguna alma lejos
del bien,
no permanezca tu labio
mudo.
con tu consejo sé su
sostén.
Una palabra, una
sonrisa,
una mirada, una
atención;
son las monedas de
nuestra vida.
es la limosna del
corazón.
Ayuda mutua que es el
secreto,
de la existencia
siempre feliz;
que en todas partes va
repitiendo,
«dar es más dulce que
recibir»
.
Forma el tesoro que
tiene el alma,
libre de engaños, libre
de afán;
es la riqueza que al
fin le aguarda,
tras la presente vida
fugaz.
MISIONEROS
SALESIANOS
1936.
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