Pónganse,
pues, delante de los ojos a Lucifer, príncipe de las tinieblas y tirano del
mundo, que en medio de Babilonia está sentado sobre un trono lleno de fuego y
humo, al rededor un cortejo terrible de demonios, conjurados a hacer daño al
género humano, y a destruir el reino de Cristo. Mírese lo horrible de su
semblante, la frente altiva y llena de soberbia, los ojos fieros y encendidos,
a manera de cometa, la boca sangrienta y arrabiada, que está respirando
amenazas y estragos. Pues si bien él por sí mismo, (a ley de espíritu) no tiene
forma alguna corporal; no obstante, cuando toma alguna para aparecerse, es
espantosa, proporcionada a la monstruosa condición de su espíritu: y si tal vez
toma alguna forma juguetona o lisonjera, es para atraernos con engaños. Sus
juegos acaban en terrores y espantos, y la vana apariencia en estragos y
ruinas. Viene como serpiente de hermoso color y forma halagüeña, que juega y abraza
para escupir su veneno.
Así levanta y tremola su bandera, cuya
insignia son pintadas en ella figuras feas, placeres abominables, odios,
homicidios, tesoros, que se desvanecen y paran en humo. Convida con un tono de
voz formidable, y juntamente lisonjera, a los míseros mortales, para que le
sigan. Venid conmigo a gozar de los bienes que os ofrezco, daos a los
pasatiempos, mientras os lo permite la juventud, coronaos de rosas, antes que
se marchiten; no hay flor, ni deleite
que no se tome; alargad las riendas al apetito, ya que sois de naturaleza
deleznable.
Buscad la gran estima del mundo porque los honores y dignidades son los
verdaderos bienes del hombre, poned todo vuestro estudio e industria en adquirir
y amontonar riquezas, que son el único medio para haceros grandes en la tierra,
y para comprar los placeres, que halagan los sentidos, yo (Lucifer) no pongo
otras leyes a mis saldados que los dictámenes de su concupiscencia, y vivir a
gusto.
Estas y peores máximas propone Lucifer,
abiertamente opuestas a los preceptos de Cristo, para arruinar así el mundo. A
tanto le estimula el odio implacable contra Dios, cuya justicia vengadora
experimenta, y quisiera, a gusto suyo, privarle del servicio y obsequio de sus
criaturas. Despues la ambición de su soberbísimo espíritu, a fin que los
hombres antes le sirvan a él cruelísimo tirano, que el Criador legítimo Rey.
Finalmente, le punza la rabiosa envidia, porque el hombre no llegue a gozar la
felicidad del cielo, de que él cayó con eterna ruina.
Pero no se contenta Lucifer con llamar y convidar quien le siga bajo de su bandera; envía por todas partes innumerables legiones de demonios a que atraigan gente a su partido. Id (les dice) fieles ministros míos, a alistar soldados bajo de mis estandartes: no veis, que el crucificado dilata cada día más su reino, y por medio de unos vilísimos pescadores nos roba el dominio, que reinamos sobre la tierra. ¿Hemos de sufrir que se enarbole la cruz, donde se veneraban nuestras insignias y armas? ¿Y qué hombres hechos de barro suban a ocupar en el cielo aquellas sillas, de donde nosotros, espíritus nobilísimos, fuimos arrojados? Id, pues, oponeos a sus designios, apartadlos de las empresas de la virtud: donde no valiere la fuerza, valga el engaño: encended el ansia de las riquezas, que son lazos muy poderosos para atraer a los menos advertidos a nuestro bando: acalorad el ardor del apetito, que es el estímulo más eficaz para los deleites sensuales: ponedles honores, aplausos, dignidades, que son cebos muy agradables para pescar los corazones humanos: en una parte colgad baratijas, y bujerías licenciosas, en otra esparcid odios mortales: pregonad convites regalados a la gula: poned ocasiones de amores torpes: no haya honestidad segura de vuestros asaltos, ni virtud libre de vuestros engaños. En suma, aquel será más valiente soldado mío, que volviere con más copioso botín de almas rendidas.
A tal exhortación de Luzbel, ¿qué malignos
que malignos alientos no conciben los demonios? ¿Con que rabia se aprestan a sus
malvadas empresas con aquellas tres armas, que apuntó san Juan. 1) La
concupiscencia de la carne, que son la gula y la lujuria; 2) La concupiscencia
de los ojos, que es la codicia de riquezas; 3) La concupiscencia de la soberbia
de la vida, que es la ambición de las honras. A esto atienden, ya con instancias
violentas, a fuer de leones, que bramando dan vueltas, y buscan a quien tragar;
ya con ocultos engaños se insinúan como áspides lisonjeras, para envenenar a lo
escondido. Cierto es, que san Antonio vio al mundo por todas partes, de alto a
bajo, sembrado de lazos, lleno de demonios, engañosos cazadores de las almas.
Mira que el demonio por todas partes ha
puesto escondidos lazos a tus pies, lazos en las riquezas, lazos en los placeres,
lazos en las conversaciones, lazos en los convites. ¿Quién podrá escapar sin
enredarse y quedar preso en ellos? Mas el estudio principal pone el enemigo en
ocultar todo el mal debajo de apariencias de bien; esconde el anzuelo traidor
en el cebo de los placeres y hace creer, que él será bien servido, y con eso
paga los trabajos de quien militare a su sueldo.
¡O! ¿Cuántas pobres almas, engañadas de sus
falsas promesa?, corren cual tropel a alistarse en sus estandartes! ¡Cuántos, atraídos
y alagados del canto de estas maliciosas, pero lisonjeras sirenas, van a dar y
perderse en los escollos de la iniquidad
y perdición! ¡O quien tuviera un poco de celo de la gloria de Dios y de las
almas! ¡Cómo lloraría los errores y las ruinas de tantos jóvenes inocentes, de
tantas doncellas puras, que en la flor de sus años, engañadas de tales
promesas, han vuelto las espaldas al Salvador, por seguir a los traidores
demonios! ¡Ay infelices hijos de Adán, no os dejéis tan de priesa, a ojos
cerrados arrebatar de los halagos de Lucifer, sin reconocer primero qué premios
son los que os mueven a escoger su partido!
Son sin duda aquellas ostentaciones
liberales de riqueza, de placeres, de honras, tras de los cuales andáis
ciegamente perdidos; pero advertid bien, que estas ofertas, estas lisonjas, tan
conformes con vuestro genio depravado, y que tanto condescienden con todos vuestros
irracionales deseos, son manifiestos e irrefragables indicios de que ellos os
quieren hacer traición y destruir. Todos los traidores tienen por costumbre introducirse
con algún convite agradable a los sentidos. Caín mató alevosamente a Abél, convidándole
a la recreación alegre del campo, para quitarle allí más a su salvo la vida.
También Dalila hizo mil caricias a Sansón; y habiéndole rendido, le entregó
despues a la furia rabiosa de sus enemigos. Judas entrego a Cristo con la
salutación, y con el ósculo de paz, para echarle un lazo al cuello, y
prenderle.
¿Qué importa que Lucifer os prometa liberal,
y aun os arroje al seno todos sus bienes, si todos son bienes engañosos, bienes
envenenados, bienes, que de tales no tienen más que la apariencia. Salomon, despues de haberlos gozado
todos, hasta hartarse, al fin los definió, no solo cómo vano, sino cómo la
misma vanidad y aflicción congoja del ánima. Tengan, los secuaces de Lucifer
placeres, con que desfogar sin freno los bochornos de sus sentidos; mas con los
placeres van muy de ordinario juntas gravísimas enfermedades, y más
intolerables remordimientos de conciencia. Tengan riquezas, con que granjear
abundancia de comodidades, y adelanten sus desordenados intentos; pero con las
riquezas van inseparables los cuidados y fatigas, los temores de que falten,
los estímulos de las tentaciones, las raíces de muchos vicios. Tengan en
buenhora honras, con que hacerse grandes sobre la tierra, y ganar gran
reputación y estimación entre los hombres; pero con las honras van a la grupa
las implacables rencillas, las inquietudes del ánimo, el incentivo de la
soberbia, tan aborrecida y castigada de Dios y de los hombres.
¿Qué importa los bienes que te ofrece Lucifer?
Sean bienes deleitables, sean útiles, sean gloriosos; y ¿cuánto durarán ellos? ¿Son
más duraderos, o más estables que la vida? ¿Y no es verdad, que los secuaces de
Luzbel, gozan por pocos días esos bienes, y despues en un momento son
precipitados al infierno a experimentar eternos males? Son estos bienes como
las dulces aguas del Jordán, que despues de breve curso van a parar al mar
muerto y hediondo. Son como las bebidas de Circe, que se brindaban en vasos dorados,
rociados de licores suaves; pero cuanto más se las bebía, se sentía mortalmente
envenenado el corazon. ¿Quién escogería la diadema de la reina Monima, si
despues de haberla tenido en la cabeza, la hubiese de servir, como a ella, de
dogal, que la ahogase? Si, pues, a un breve gozar ha de seguir y suceder un
eterno penar. ¿Cómo seremos tan locos, tan enemigos de nosotros mismos, que nos
queramos entrar a servir a tan barbare y pérfido tirano, porque nos promete
largamente tales bienes, sabiendo por tantas experiencias, que no sabe cumplir
sus promesas? Nos dará Lucifer el premio que Mahometo I dió a un capitán renegado.
Este, despues de haber entregado a Constantinopla, pasó de las tropas
cristianas a la bandera turca, y arrojó la cruz por tomar el turbante. Mahometo, despues que en premio pre de la traición
le había prometido casarlo con una hija suya, le dijo: Que habiendo sido bañada
su carne con el agua del Bautismo, contra la ley de Mahoma, quería, que antes
de las bodas fuese desollado vivo, para que depusiese la piel bautizada. Así lo
dijo, y así lo hizo, con increíble pasmo y tormento del infelicísimo cristiano. Tales premios pueden esperar los
que despues de haberse alistado en las banderas del Salvador por el bautismo,
se atreven traidoramente a pasar al servicio de Lucifer. Más quien realmente
quiere huir de tal paga, aprenda con tiempo a conocer los engaños y embelecos
de Lucifer. Tomemos el consejo de la Sabiduría, que tan advertidamente nos
exhorta a huir y aborrecer los caminos
que él nos muestra, y no emplear la vida en servir a un tirano, tan pérfido,
como cruel: de otra suerte, la mayor culpa la tendrá no quien cae en la trampa,
sino de quien a ojos abiertos se deja entregar al enemigo.
“VERDADES
ETERNAS”
AÑO
1843
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