domingo, 5 de abril de 2020

A EJEMPLO DE CRISTO, DEBEMOS SUFRIR SERENAMENTE LAS MISERIAS DE LA VIDA – Por Tomás de Kempis.



   Cristo. Hijo mío, bajé del cielo para salvarte, abrazando tus miserias movido de amor, no obligado de necesidad, para enseñarte a sufrir con paciencia y sin repugnancia los males de la vida.

   Desde el punto en que nací hasta expirar en la cruz no me faltaron dolores. Fui muy pobre en bienes de fortuna; oía con frecuencia quejas de mí; con paciencia soportaba confusiones y oprobios; recibía ingratitud por mis beneficios; blasfemias, por los milagros, y censuras, por mi doctrina.

   El discípulo. Señor, puesto que tú fuiste tan sufrido en tu vida cumpliendo así perfectamente el mandato de tu Padre, justo es que también yo, pobrecillo pecador, sufra con paciencia conforme a tu voluntad y que por mi salvación lleve el peso de esta vida mortal hasta que tú quieras.

   Pues, aunque se sienta el molesto peso de la vida presente, ya tu gracia la hizo muy meritoria, y tu ejemplo y el de los santos la hacen más tolerable a nuestra fragilidad y más llena de luz. Pero, además, se tienen ahora muchos más consuelos que bajo la antigua ley, cuando las puertas del cielo estaban siempre cerradas, el camino que conduce a él no se veía tan claro, y eran tan pocos los que querían ganar el reino de Dios.

   Pues ni siquiera los justos y predestinados de entonces podían entrar en él antes de que con tu sagrada pasión y muerte nos redimieras.

   ¡Cuánto debo agradecerte, Señor, que a mí y a todos los fieles te hayas dignado enseñarnos el camino llano y derecho que a tu reino eterno conduce!

   Porque tu vida es nuestro camino, y por la santa paciencia llegamos a ti, que eres nuestra corona.



“LA IMITACIÓN DE CRISTO”

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