Sobre la usura.
“Oh ciegos, avaros y usureros, ¿por qué no reflexionáis sobre vosotros
mismos? Vosotros sois tierra y es tierra vuestro corazón, tierra todo lo
que adoráis. Semejantes a las serpientes del Génesis, estáis condenados a devorar
tierra por todo el tiempo de vuestra vida. Vosotros mismos seréis dados en
pasto al diablo, y vuestra alma es la comida de la serpiente: —Avarus, cibus
est diáboli; y ¿no es un
puñado de tierra lo que vosotros adoráis? Y vosotros ¿no sois tierra y fango?
Sobre la soberbia.
“¡Oh
soberbio, tu corazón está hinchado como mar tempestuoso; descompasados, como
las olas del mar, son los movimientos de tu soberbia! ¡Hínchate, pues, y enorgullécete!
Pero ten en cuenta que no tendrás parte en el Reino de Dios. Este está
prometido a los humildes, y el Señor aparta de sí a los soberbios, y les resiste.
Sobre la lujuria.
“¡Oh lujurioso, te has convertido en objeto de burla en manos del
demonio! ¡Mira lo que él ha obrado en tu alma, en tu cuerpo! A tu alma ha
despojado de la gracia y de todas las hermosas virtudes; a tu cuerpo ha
despojado de toda fuerza y de toda energía. Ha disipado en ti todo manantial de
virtud; te ha despojado, oh miserable, de toda la hermosura de hijo de Dios, y
ha apagado en el fuego de la lujuria toda acción viril, virtuosa y perfecta;¡ qué desgracia!
Sobre la vanidad.
“¡Oh
vanaglorioso, tú llevas contigo aquel fuego que deseca en tu corazón toda
semilla de virtud, y le despoja de todo manantial de mérito! Tú soportas
todas las incomodidades del virtuoso; tú sientas todas las fatigas de la vida
del justo; mas todo lo pierdes por la maldita vanagloria. ¿Con que tú, oh necio, buscas tu gloria, tú que no eres sino polvo y
ceniza? Escucha. El espíritu es el que vivifica; mas no el suyo, sino el de
Dios. ¿Y te perderás por ir tras una
ligera y despreciable gloria mundana?
Sobre la envidia.
“¡Oh
envidioso, has preparado un hermoso nido en tu corazón! un nido al demonio.
Yo sé dónde moras dice el Señor en el Apocalipsis: tú moras en la sede de
Satanás. Tu corazón es la sede del demonio. La bestia, dice Job, entrará en la
caverna y morará en ella. El corazón del envidioso es la cueva del demonio, y
todo en ella está oscurecido por el hollín de la envidia. ¡Oh qué cosa más fea, es, pues, la envidia!
Sobre la gula.
“¿Y
la gula? Hay también algo para ti, oh goloso: la gula es principio de corrupción
e incentivo de inmoralidad”.
Ved, en cambio como el santo, estimula a la virtud:
“El
hombre está hecho a imagen y semejanza de Dios, y como Dios es caridad, y es
bueno, justo, manso y misericordioso, tal debe ser también el hombre. Las
virtudes divinas deben resplandecer todas en él, principalmente aquellas
virtudes que el Verbo de Dios, hecho carne, nos inculcó con su ejemplo y nos
propuso en el sermón de la montaña”
“¡Cosa
grande es la pobreza de espíritu! El que de todo está desprendido y unido
verdaderamente a Dios, se hace apto para interceder por sí y por los otros. El
que está así desprendido es humilde; está dispuesto a perdonar, y por ninguna
cosa se entristece.”
“¡Cosa
grande es la mansedumbre de corazón! El que es de corazón dulce, no se enoja ni
mueve a ira, no padece escándalo ni lo da, y permanece siempre igual, siempre
conforme consigo mismo y jamás se ve turbado por ávidas ansias y voraces
impulsos.”
“Quien quiera que se vea herido por la
adversidad, no se descorazone, porque el Señor está cerca de los que sufren, y
les consuela. Jesús fué el sostén de su afligida Madre, encontrándole éste al
pie de la cruz, y Él es el consuelo de todos, porque Él es muro de defensa
contra el adversario, es fuego que quema sus hilos y urdimbres, es nube que de
él protege y defiende.”
¡Cosa
grande es la justicia! ¡El que es justo da a cada uno lo que le corresponde y
se da todo a Dios!
¡Cosa grande es la propensión a la
misericordia Porque el Señor es misericordioso con los que lo son y perdona
todo al que olvida las ofensas! “Y es cosa grandísima la pureza del corazón,
porque hace dignos de la visión de Dios”.
Para enfervorizar a los oyentes en el ejercicio
de las buenas obras, hace brillar ante los ojos de su mente la eterna
recompensa, la cual demuestra estar al alcance de todos con el mismo argumento
de que se sirvió Nuestro Señor Jesucristo para animar a sus apóstoles: En la casa de mi Padre hay tantos
diferentes grados de gloria.
“Hay
puestos para todos en el cielo, con tal que los sepamos merecer. Como en la
granada hay muchos granos, semejantes los unos a los otros sin que el uno se
confunda con el otro y ocupando cada uno lugar particular y distinto, así
también en el cielo se entra por un solo camino y se goza de la visión
beatífica por toda la eternidad, común a todos; y con todo, cada uno tendrá la
gloria que se habrá conquistado; porque aun cuando todos los celestiales
emitan, luz, una es la claridad del sol, otra la de la luna y otra distintas la
de las diversas estrellas, de las cuales la una difiere dé la otra en fulgor e
intensidad. No obstante esto, en el cielo todos gozaremos de un gozo pleno que
saciará completamente todas nuestras aspiraciones; más aún, el gozo de uno
servirá para aumentar el del otro, como dos luces que se reflejan, aumentan
recíprocamente su luminosidad. Esto contribuirá grandemente a reforzar la
caridad, tanto que allí todo será belleza, todo alegría, todo paz: belleza,
alegría y paz inextinguibles, inefables, perennes”.
“San
Antonio de Padua – Pía Sociedad de San Pablo – Año 1952”
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