Y así es que no hay
demonio más violento que la codicia del dinero, y muchos obedecen más fielmente
a ésta que otros a sus ídolos. Los idólatras se hacen los sordos en muchas
cosas; mas aquí se cede en todo y lo que la avaricia manda se cumple puntualmente.
¿Y qué manda?
Sé enemigo
—dice— de todo el género humano, desconoce la naturaleza, menosprecia a Dios,
entrégate a mí. Y en todo se lo obedece. A los ídolos
se les sacrifican bueyes y ovejas; la avaricia, empero, dice: Sacrifícame tu
alma, y convence a su adorador. ¿Veis qué altares tiene y qué sacrificios
recibe? Los
avaros no poseerán el reino de Dios; pero ni aun así sienten temor alguno.
Y,
sin embargo, esta concupiscencia es la más flaca de todas. Y no es ingénita ni
natural; de serlo, hubiera existido desde el principio.
Pero lo cierto es que, originariamente, no
había dinero, ni lo codiciaba nadie.
Si os place, yo os voy a explicar el origen
de este mal. El origen está en que cada uno, emulando a su antecesor, propaga
esa enfermedad, y el que va delante incita al que sigue, por más que éste no
quiera.
“SOBRE
RICOS Y POBRES”
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.