Fundamento y excelencia de esta caridad
Santo Tomás enuncia
el principio de esta doctrina relativa a los sufragios por los muertos,
diciendo: “Todos los fieles en estado de
gracia están unidos por la caridad y son miembros de un solo cuerpo, el de la
Iglesia. Ahora bien, en un organismo cada miembro es ayudado por los demás. Sin
duda —dice—sólo Jesucristo, constituido cabeza de la humanidad, ha podido merecer
en justicia por nosotros, pero todo justo puede ayudar a su prójimo con el
mérito de conveniencia (Este mérito de conveniencia está fundado no en la
justicia, sino en la caridad, que nos une a Dios. A causa de nuestra caridad, El concede una ayuda a los que nosotros amamos…),
las obras satisfactorias y la oración. Y lo que se dice del prójimo es cierto
también por lo que respecta a las almas del Purgatorio, porque las tales
pertenecen a la Iglesia purgante”
Es un deber de caridad amar a Dios, autor de
la gracia, sobre todas las cosas, y amar como a sí mismo a los hijos de Dios, y
a los que están llamados a la misma bienaventuranza eterna, que un día
gozaremos nosotros. Ahora bien, las almas dolientes del Purgatorio son, por la
gracia santificante, hijas de Dios, lo son siempre: la Santísima Trinidad habita en ellas. Jesús vive en ellas íntimamente.
Debemos, pues, amarlas como a nuestro prójimo, tanto más cuanto que algunas son
de nuestra misma familia terrena, y tenemos deberes especiales de caridad para
con las almas de nuestros parientes difuntos.
Esta caridad debe practicarse tanto más
cuanto que esas almas dolientes no pueden hacer nada por sí mismas; no pueden ya
ni merecer, ni satisfacer, ni recibir los sacramentos, ni ganar indulgencias;
no pueden más que aceptar y ofrecer sus sufrimientos o satisfacción. Por eso es muy necesario ayudarlas. Este deber fué especialmente entendido por
la fundadora de las Auxiliadoras del
Purgatorio. Muchacha aún, decía a sus amigas: “Si una de nosotras estuviese en una
prisión de fuego y nos fuese posible sacarla de allí diciendo una palabra, ¿no
es verdad que la diríamos inmediatamente?... He aquí lo que es el Purgatorio:
las almas están en una prisión de fuego, pero Dios, que las tiene encerradas,
no pide más que una oración para librarlas, y nosotros no decimos esa oración”
La reverenda (Ya Santa) madre María de la Providencia, fundadora de
la Sociedad de las Auxiliadoras del Purgatorio, 1825-1871 (Notice.
París, Gabalda, 1828, pág. 7). Esta joven llegó poco a poco a esta
intuición: “La
liberación de las almas del Purgatorio para mayor gloria de Dios: hay que
entregarle esas almas, que El llama a sí.” Algunos años más tarde el
cura de Ars encargaba decir a esta jovencita: “Hará bien en fundar una Orden para las almas del Purgatorio: es Dios
el que la ha inspirado para una obra tan sublime..., esta Orden tomará rápido
incremento dentro de la Iglesia”.
Es
preciso considerar, además, con el padre Faber, que al ofrecer sufragios por estas almas se obra
con seguridad de éxito, porque serán seguramente liberadas; lo que se hace por
ellas nunca es en balde.
Por
fin, la caridad ejercida para con ellas es excelente, porque contribuye a dar a
Dios almas que El atrae a sí y a dar a esas almas el mayor de todos los dones:
Dios contemplado cara a cara, a obtenerles más pronto la eterna
bienaventuranza. Al mismo tiempo se acrecienta el gozo accidental de Nuestro Señor,
de su Santísima Madre y de los Santos.
“LA
VIDA ETERNA Y LA PROFUNDIDAD DEL ALMA”
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