viernes, 26 de septiembre de 2025

¡SOY YO!


 


   Jesús habla a las almas, mostrándoles su Corazón circundado de espinas, abrasado en caridad eterna.

 

   Y mientras ellas vagan errantes, como nave sin piloto, mientras buscan la felicidad lejos de Dios y a Dios como al acaso, sin ofrecerle nunca su ternura, ni el tributo de su adoración; Él, el Corazón amantísimo del Redentor, les habla, les repite:

 

Venid a mí. Yo soy el camino.

 

   Y si por todas partes los rayos de la gloria mundanal las fascina sin disipar por eso la densa obscuridad que las envuelve; si las falsas doctrinas hielan sus energías y extinguen sus más nobles sentimientos, el Corazón de Dios, les dice sin cansarse:

 

Yo soy la verdad.

 

   ¡Oh! Señor si Tú eres el camino, si Tú eres la verdad, te seguiremos; pero, ¡ahí somos tan débiles. Es tan arduo el sendero que lleva a la virtud. ¿Dónde encontrar la fuerza, dónde el vigor para vencer, para seguir en pos de tu ley santa? Jesús responde: en Mí.

 

Yo soy la vida.

 

LA LIMOSNA.


 


Tiende tus manos al desvalido,

que te dirige su triste voz;

da una limosna siempre al mendigo,

que, en su indigencia, se encuentra Dios.

 

Enjuga el llanto del que padece,

con la dulzura de la bondad;

quitar la espina que al alma hiere,

es, dar limosna, es caridad.

 

Si en las tortuosas sendas del mundo,

ves a alguna alma lejos del bien,

no permanezca tu labio mudo.

con tu consejo sé su sostén.

 

Una palabra, una sonrisa,

una mirada, una atención;

son las monedas de nuestra vida.

es la limosna del corazón.

 

Ayuda mutua que es el secreto,

de la existencia siempre feliz;

que en todas partes va repitiendo,

«dar es más dulce que recibir»

.

Forma el tesoro que tiene el alma,

libre de engaños, libre de afán;

es la riqueza que al fin le aguarda,

tras la presente vida fugaz.

 

MISIONEROS SALESIANOS

1936.

 

jueves, 25 de septiembre de 2025

EL SANTO NIÑO (Cristóbal) DE LA GUARDIA, Mártir – 25 de Septiembre.


 


NIÑO ASESINADO EN LA GUARDIA, TOLEDO.

 

   El Santo Niño de la Guardia, era un inocente chiquillo de tres a cuatro años, de nombre Cristóbal, hijo de Alonso de Pasamontes o Alonso Martín de Quintanar y de Juana la Guindera, quien, según algunos era ciega.

 

   Entre febrero y marzo de 1489, atrayéndolo con engaños, varios judíos lo raptaron y escondieron en la Hoz de La Guardia, dehesa próxima a la ribera del Algodor. Los raptores, como se acercaba la semana en que los cristianos conmemoraban la crucifixión de Jesús, pensaron que era buena ocasión para repetir en aquélla indefensa criatura la pasión de Cristo. Se trasladaron, en efecto, los verdugos a una de las cuevas que se abren en el accidentado terreno del término de La Guardia, en carreocaña o carrocaña (e. d. carrera o camino de Ocaña), amparados en el secreto de la noche del Viernes Santo de 1489, a la luz de una candela, y tapada la boca de la caverna con una manta o una capa, realizaron en el niño toda clase de perfidias.

 

   La sentencia inquisitorial condenatoria de uno de los cómplices, el mozo judío Yucé Franco, zapatero de Tembleque, nos describe que extendieron los brazos y piernas del niño en dos palos puestos a manera de cruz, le azotaron, escupieron y abofetearon, poniéndole una corona de hierbas espinosas en la cabeza, que también le colocaron las espaldas y plantas de los pies. Finalmente, le vaciaron toda la sangre del cuerpo, y, abriéndole el pecho, le sacaron el corazón guardándolo en salmuera.

 

   Durante el crimen ritual, usaron una hostia consagrada, que, rescatada del equipaje de Yucé en el momento de su detención, se conserva  aún en el Convento de Santo Tomás, en España, dentro de un envase a modo de relicario.

 

   Todos los participantes confesaron por separado la misma historia, con los mismos detalles y la misma narración de los hechos. Si la historia de Yucé fuese falsa, esta sincronía “telepática” no hubiera podido conseguirse ni con la más larga y dolorosa jornada de tortura y dolor.

 

   Los relatos coincidían también con los registros que se tenían del estado del cuerpo del niño y la disposición de sus espantosas heridas.

 

   Este crimen dio pie al inicio de un espectacular juicio del Santo Oficio, cuyo jurado sería integrado por altísimos representantes de la cultura y la intelectualidad española, hombres nobles y de carácter intachable, todos ellos miembros de la Universidad de Salamanca. Ávila se convirtió en el epicentro de las crónicas de entonces. Las muchedumbres siguieron atentamente el desarrollo del caso y al saberse sus escalofriantes detalles, hubo varios intentos de revueltas antijudías  que, afortunadamente para ellos, lograron ser detenidas por dictados reales.

 

   El crimen, como bien lo señaló el sabio judío I. Loeb, no es uno de tantos crímenes rituales que durante la Edad Media se atribuyó a los judíos, a quienes se acusaba de muerte de niños cristianos. El caso del Santo Niño es muy distinto.

 

   Su culto comenzó muy temprano, pues ya en las visitas eclesiásticas a partir de 1501 hallamos referencias a los santuarios constituidos en los lugares donde el tierno niño padeció o fue enterrado y La Guardia le tomó por Patrón, celebrando fiesta solemne así en el día de los Santos Inocentes como el 25 de marzo o en la semana de quasimodo (primera de Pascua); sólo desde 1580 se votó para que su fiesta se celebrase en adelante el 25 de septiembre de cada año. También las autoridades religiosas dieron reiteradas pruebas de devoción hacia el mártir; así el cardenal Siliceo, que en 1547 alegaba en abono de su Estatuto de limpieza la crucifixión de aquél, y el cabildo de la Iglesia primada, que en 1613 pedía a varios cardenales y a la Congregación de Ritos licencia para rezar al inocente mártir a lo menos en todo el arzobispado toledano. Al arzobispo Alonso de Fonseca se debe el encargo del antiguo retablo que se puso en la cueva de la crucifixión, así como a Lorenzana el haber mandado pintar, de la diestra mano de Bayéu, el martirio del niño en los claustros de la iglesia capitular. Consta asimismo de la admiración que le profesaron monarcas como Fernando V, Carlos I y Felipe II.

 

   El Papa Pío VII canonizó al niño asesinado como San Cristofer, autorizando su culto en la Iglesia de Toledo. Existe un altar en su honor y el pueblo de La Guardia guarda su memoria hasta nuestros días. Su tragedia y su alma se recuerdan como la del “Santo Niño de La Guardia”.

 

   Se le atribuyen muchísimos milagros, como la devolución de la vista a su madre ciega, las cuatro curaciones obradas con ciertas personas de Alcázar de Consuegra al comenzar el 1492; un tullido, una mujer con la boca torcida hacía más de dieciocho años, un sordo total y una pobre ciega, aparte de otros mil prodigios referentes a niños quebrados y enfermos de todas clases cuya curación detallan los rótulos que sobre cada caso penden del santuario de La Guardia.

 

   Hoy se conservan en la Ermita unos versos compuestos por Don Diego Gracian, secretario de Carlos V, en un viaje del emperador a la ermita; estos versos escritos en latín, traducidos dicen así:

 

“Pasado con el cuchillo el tierno pecho,

saliéndole la sangre apresurada,

dijo el Niño: si en tanto amor estrecho

buscas mi corazón, furia malvada,

búscale al otro lado, no al derecho”.

 

   Estos versos datan, de febrero de 1539, en que el “Emperador visitaba la Ermita”.

 

   Son muchos los milagros del Santo Niño de la Guardia, y existen testimonios de los mismos, que han consolidado la fe de sus devotos.

 

   El mundo de la literatura ha dejado constancia de este terrible suceso del siglo XV en los alrededores de Toledo. Lope de Vega escribió El Niño Inocente y Quevedo se ocupó de él, proponiendo en carta escrita al rey se dignase disponer las cosas para que el santo Niño compartiera el patronato de España con Santiago; afirmaba que «puede interceder a Dios, como no puede otro alguno, por la pasión que Cristo pasó por él y por la que él pasó por Cristo».

 

   Ya en el año 1501 hay referencias a los lugares de culto en los que se le venera que son los mismos en los que sufrió y fue enterrado. La Guardia lo tomó por Patrón y señala el día de su fiesta. El cardenal Siliceo apoya en 1547 su estatuto de limpieza en la devoción que se presta al Santo Niño. Consta la veneración que los reyes Fernando V, Carlos I y Felipe II le tuvieron. Y se sabe que el papa Pío VII confirmó su culto en 1805.

 

   El siglo XV está plagado de problemas enconados y agudos suscitados por los conversos del judaísmo; motivaron la predicación de Vicente Ferrer y de otros muchos; salieron a la luz disposiciones eclesiásticas y leyes civiles porque hubo persecuciones con matanzas. Se produce un repetido intento sincero para facilitar conversiones al cristianismo; partía la iniciativa de un verdadero afán apostólico, pero al tener siempre pobres o nulos resultados, ni el poder político ni el militar pudieron mantenerse al margen ni sustraer la atención a los hechos. Hubo falsos conversos que seguían practicando un judaísmo casero con repercusiones en el orden social. Los Reyes Católicos, fracasados los esfuerzos persuasorios del 1478, solicitaron del papa Sixto IV la bula para establecer la Inquisición; en el 1480 ya quedaba nombrado el tribunal, pero no por ello estaba asegurado el orden; estaban implicadas personas judías poderosas en dinero y número, como se hizo patente en el complot de Sevilla, el asesinato en Zaragoza del inquisidor Pedro de Arbués en 1485, la resistencia a la entrada de los inquisidores en Teruel, en Barcelona y Valencia. Los alborotos de Jaén y Córdoba del 1467 se repitieron con mayor virulencia en la ciudad de Toledo entre 1486 y 1488.

 

 


Rapto del Santo Niño de la Guardia. Claustro de la catedral de Toledo. Frescos de Francisco Bayéu. 1782.




 Crucifixión del Santo Niño.

Claustro de la catedral de Toledo.

Fresco de Francisco Bayéu. 1782.

martes, 23 de septiembre de 2025

EL PEQUEÑO CAMINO.

 



   Benedicto XV dijo, en un memorable discurso sobre las virtudes heroicas de Santa Teresita:

 

   “La infancia espiritual es condición necesaria para obtener la vida eterna: los fieles de todas las naciones deben entrar generosamente en el camino por el que Sor Teresa del Niño Jesús alcanzó el heroísmo de la virtud.”

 

   Las palabras del pontífice no son más que un eco del Evangelio:

 

   “Si no os hacéis como niños pequeños, no entraréis en el reino de los cielos.”

 

   La infancia espiritual, según Benedicto XV, es un camino necesario para la salvación y una condición indispensable para alcanzar el Cielo. Todo es sencillo en el pequeño sendero que propugna Teresa. ¡Basta con humillarse y amar al Amor! No todos pueden alcanzar la perfección por los caminos difíciles, duros y aterradores de los anacoretas y gigantes de la penitencia y la santidad, como san Hilario, Margarita de Cortona o Simón el Estilita. Es imposible imitar a estos héroes. Lograrlo requeriría una gracia muy especial del Cielo, que podría ser muy difícil de obtener sin presunción. Es cierto que todos estamos llamados por Jesús a la perfección:

 

   “Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”

 

   Debe, pues, haber otro camino, accesible a almas débiles, pobres y pequeñas, como las nuestras, que también puedan amar a Dios y alcanzar la santidad y la perfección. Teresa dijo:

 

   “Afortunadamente, hay muchas moradas en el Reino de los Cielos. Si solo existieran aquellas a las que se accede por caminos incomprensibles para mí, ciertamente no entraría allí... Pero si existe la morada de las grandes almas, de los Padres del Desierto y de los mártires de la penitencia, también debe haber la de los niños pequeños, y nuestro lugar está reservado entre ellos.”

 

Pensamientos para cada día del año. Tomado del “Breviario de la Confianza” Monseñor Brandão, Ascânio. Año 1936.

 

 

 

domingo, 21 de septiembre de 2025

LA PÉRDIDA DE LA PAZ INTERIOR (La Vana alegría y la negra tristeza – Por el R. P. Fr. Ambrosio de Lombrez. Capuchino.

 



   UNA de las cosas que más comúnmente desordenan y pervierten nuestro interior, es la excesiva alegría. No se sabe mirar esta pasión con desconfianza, porque elIa se presenta con una cara de placer, y de un placer que comúnmente no es criminal; y no son pocas, ni poco considerables las heridas que ejecuta; porque la primera de todas, que es la inatención a nosotros, nos impide el sentimiento de las demás, y el de ella misma. Alegría inconsiderada que nos disipa el interior, que se nos lleva a la parte de afuera, que nos da una especie de rarefacción, por la cual nos extendemos por todas partes como una agua que se derrama, o como una cera derretida, que no deja en el fondo del vaso sino las enjutas reliquias, según la expresión del Real Profeta: “Sicut aqua effusus sum. Factum est cor meum tamquam tera liquescens. Soy derramado como agua. Mi corazón es como barro fundido.” Alegría enemiga de la mortificación  y que nos hace olvidar algunas veces hasta las reglas de la modestia. Alegría loca que abre todas las puertas de nuestros sentidos, para dar entrada a todos los objetos exteriores: los que con su favor, entran de tropel dentro de nosotros, y excitan un tumulto que no nos deja gozar un momento de descanso. Alegría desenfrenada que nos hace hablar en voz alta, reír a carcajadas, y entregarnos a todos los Inconsiderados movimientos de nuestra imaginación. Es verdad que no llega siempre hasta los últimos excesos; mas el mal que nos hace, casi jamás es de poca importancia. Un cuarto de hora de jocosidad disipa todo el fruto de muchos días de recogimiento: toda la unción interior se evapora en esta especie de ebullición: se levanta en elIa un espeso vapor, que obscurece nuestra alma, y empaña todo su lustre; y es necesario mucho tiempo, y mucha compunción para recobrar el fervor, y la paz, que nos hizo perder la disipación.

 

   La tristeza hace en nosotros unas impresiones del todo opuestas: más no por eso obra con menos ardor, para hacernos perder la paz. La alegría nos disipa, la tristeza nos abruma, y quedando la paz en el medio, se halla muy lejos de la una y de la otra. Inútilmente representaríamos aquí todos los malos efectos de ese humor obscuro y melancólico; porque todo el mundo Sabe que nos hace perder toda la calma interior, y que extendiéndose a la parte de afuera nos vuelve sospechosos  tímidos, impacientes, insoportables a los otros, y a nosotros mismos. En este estado parece haber perdido el alma todos los talentos de la naturaleza y de la gracia, y que yacen como sepultados entre las ruinas del interior edificio: apenas se puede concebir un buen pensamiento: nada se presenta al espíritu que na sea congojoso, y muchas veces obsceno y en fin se huye de los hombres, y no se arrima a Dios; y así ni se tiene mérito en el recogimiento, ni se logra alivio contra la disipación.

 

   Así como hay una alegría que agrada a Dios; así hay una tristeza que es conforme a su voluntad Por eso el Apóstol que nos exhorta a que vivamos alegres, se regocijó de que los de Corinto estuviesen tristes. Y así fue la alegría de María Santísima entre los brazos de su Prima Santa Isabel, y su amarga tristeza estando al pie de la Cruz. Ambas concurren a procurarnos la paz del alma, bien distantes de turbarla o impedirla: porque la una es freno contra nuestra ligereza e inconstancia; la otra es un consuelo para nuestra flaqueza y por eso no pueden ser convencidas de viciosas sino en sus excesos; y estos no comienzan sino con la turbación del espíritu; y solo entonces se ha de decir turbación del espíritu; y solo entonces se ha de decir con el Sábio, que la alegría es una cosa necia e insipiente; y que la tristeza es el origen de muchos males. Es necesario, pues, moderar la excesiva alegría y la profunda tristeza, y eso ha de ser en su principio mismo y sin tardanza alguna; porque si se les deja hacer algunos progresos, será difícil volver a lograr la tranquilidad del alma. Ellas son dos contrarios que mutuamente se destruyen; pero se puede usar útilmente del uno contra el otro, excitándose el alma a una santa alegría, quando se advierte llevada hacia la tristeza, y deteniendo con el freno de una saludable tristeza los movimientos desordenados de una vana alegría. Pero es necesario huir de los extremos: la alegría tranquila y moderada, siempre ocupa el medio. Si el temor de uno de estos defectos hiciese dar con el contrario, esto sería arrojarse a un escollo por apartarse del otro, y por eso es preciso pasar por en medio de los dos, de modo que se ha de inclinar el cuerpo por el lado opuesto a aquel a que estaba propenso y dispuesto para caer; y esto no es por caer antes de un lado que de otro sino por no caer de ninguno;  y fácilmente se precipitaría, si estuviese muy inclinado a cualquiera de ellos. De este modo debe el alma, por hablar así, balancearse entre las dos pasiones con un moderado movimiento, Hasta que llegue a encontrar el equilibrio.

 

 

“LA PAZ INTERIOR”

Año. 1792

viernes, 19 de septiembre de 2025

ORÍGENES DE LA MASONERÍA – Por el Padre Denis Fahey. C. S. Sp (1883–1954)


 

   La masonería moderna organizada se remonta a la formación de la Gran Logia de Inglaterra en 1717, aunque sus ideales y creencias se remontan a la Antigüedad.  Los principios filosóficos de la masonería se derivan de cuatro fuentes:

 

   1) La Cábala judía.

   2) Ritos secretos paganos: egipcios, griegos, sirios.

  3) Parodias de ceremonias católicas como la ceremonia de la Comunión del siglo XVIII Grado de Rosa-Cruz.

   4) Diversas herejías: gnosticismo, maniqueísmo, albigense.

 

   La influencia más importante en la masonería ha sido la Cábala judía. El padre Fahey cita a la escritora inglesa Nesta Webster en su exhaustivo estudio sobre las sociedades secretas y la importancia de la Cábala judía en el desarrollo de la masonería:

 

    La fuente de inspiración innegable es la Cábala judía... Lo cierto es que cuando se redactaron el ritual y las constituciones de la Masonería en 1717, si bien se conservaron ciertos fragmentos de las antiguas doctrinas egipcias y pitagóricas, la versión judaica de la tradición secreta fue la elegida por los fundadores de la Gran Logia para construir su sistema. (Citado de Sociedades Secretas y Movimientos Subversivos)

 

   Webster continúa:

 

   La Cábala es el conjunto de doctrinas o tradiciones esotéricas o secretas, teóricas y prácticas, del judaísmo. La Cábala teórica o especulativa se ocupa de Dios y sus relaciones con el mundo, el hombre, los ángeles, etc., y está dominada por la teoría panteísta de la emanación. [Ibíd.]

 

   El padre Fahey cita al autor A. Preuss en su obra American Freemasonry, quien señala que la Cábala recibió la mayor parte de su influencia y contenido del paganismo:

 

   Es de la Cábala, que ha bebido profundamente de los antiguos misterios paganos, como también de estos mismos misterios, que debemos pedir una explicación de lo que es la Masonería y de los símbolos masónicos. Y: Debemos... estudiar el paganismo para comprender la Masonería. Los masones eruditos siempre han recurrido a fuentes paganas y siempre han podido encontrar en ellas la verdadera interpretación.

 

   Desde sus raíces pagano-cabalísticas, imbuidas de los ideales de la Ilustración, la masonería llegaría a dominar no solo el discurso político de gran parte del mundo occidental, sino que sus principios daría frutos particulares en la formación y el desarrollo de Estados Unidos. Y con el éxito del “experimento de libertad” estadounidense, la masonería inspiraría la Revolución Francesa y otras convulsiones sociales de los siglos XIX y XX que conducirían a la disolución de la cristiandad occidental.

 

El padre Fahey se basa en la excelente descripción que hace Preuss de la filosofía masónica:

 

   Entramos en la Logia y encontramos el símbolo G, tan distintivo de la Masonería como la cruz lo es del Catolicismo. Significaba DIOS, el fálico de la Logia, y Geometría, la teología de la Masonería. Nos dijeron que la Deidad en la Masonería era el Constructor, el arquitecto del universo, el superintendente bajo el cual nosotros también éramos constructores; y habiendo sido previamente informados de que la idea de constructor había sido tomada de los misterios paganos, en los que se adoraba a la Deidad en las facultades procreativas del hombre, nos resultó evidente que la Deidad de la Logia no podía ser otra que el hombre.

 

   La humanidad, por tanto, es divina y no una criatura con el deber de reconocer, obedecer y honrar a su Creador. Preuss añade:

 

   ...fuimos a la Masonería para una instrucción más completa. Nos instruyó en el estudio de la Geometría, y la Geometría nos instruyó en el estudio de la Naturaleza... Descubrimos que la Naturaleza podría llamarse Dios. Que el Universo era una emanación de Dios. Que las criaturas eran las ideas reales y existentes de Dios. Descubrimos que los antiguos sabios llamaban a Dios el Alma del Universo... Los cabalistas, nuestros teólogos de confianza, nos enseñaron que Dios y la Naturaleza eran uno, y por lo tanto, que Dios y la humanidad eran uno.

 

   Para llevar la Cábala y el paganismo a los estándares de la Ilustración del siglo XVIII, la masonería añadió el “dios” de la Razón a sus fundamentos filosóficos:

 

   Se nos presentó a Dios identificado con la Razón; de modo que Dios era Razón, y la Razón, Dios. Hasta que finalmente, en la lección culminante de la Masonería, el último o Secreto Real, se enseña claramente la Divinidad del Hombre en la fórmula geométrica del triángulo rectángulo: que Osiris e Isis producen a Horus; que los poderes generativos y prolíficos de la Naturaleza producen el Universo; que la unión de la Deidad y la Humanidad da origen al Hombre Divino, la antigua teoría pagana que considera a todos los dioses bisexuales. [Ibíd.]

 

   El Dios Deísta nace reemplazando a la Santísima Trinidad por el «Padre Desconocido de la Masonería», que en definitiva es la humanidad misma. Así como Satanás engañó astutamente a Eva prometiéndole a ella y a su ingenuo esposo que llegarían a ser omniscientes, la Masonería ofrece a la humanidad un futuro similar:

 

   Aquí tenemos la religión natural, aquí la gran revelación de la Naturaleza, aquí el Nuevo Testamento de la Masonería, en el cual, no el Yahvé cristiano, en Jesucristo, sino el Padre Desconocido de la Masonería, el Jehová cabalístico, en humanidad, «se ha encarnado y ha habitado entre nosotros». Dios encarnado —el Hombre Divino— no en Jesucristo, sino en plena humanidad, esta es la Deidad revelada por la Masonería. [Ibíd.]

 

«SOCIEDADES SECRETAS Y LA REALEZA DE CRISTO»

 

jueves, 18 de septiembre de 2025

LA ÚNICA PAZ DEL CRISTIANO, ES HACER LA GUERRA AL MUNDO SIN MIEDO. – Por el P. Andrés Morello S. J. M.


 

   “No he venido a traer la paz sino la guerra” (Mt. 10, 34). Son palabras de Nuestro Señor y como tales deben ser entendidas. Son palabras del Príncipe de la Paz, el Único que la tiene y el Único que puede darla. “Mi paz os dejo, mi paz os doy... No como el mundo la da” (Jn. 14, 27).

 

   Jesucristo es el Príncipe de la Paz, pero de la paz de Dios. Pacificar a un alma es ponerla en orden, en sus afectos, en sus amores, en sus pasiones y deseos. Consiguientemente pacificar a los hombres, a la sociedad y al mundo es también ordenarlos. Poner al mundo en orden significa necesariamente cambiar muchas cosas, una infinidad, hoy desordenada. El mundo de hoy es un mundo de valores falsos e invertidos, de amores equívocos, de deseos caóticos, de conductas errantes.

 

   Para poner a este mundo pervertido en orden será necesariamente hacerle la guerra, enfrentarse, oponerse; será decir y hacer de una manera radicalmente contraria a como dice y hace la orientación actual de las sociedades.

 

   Para Cristo y el cristiano, para la verdadera Iglesia y para el católico valen la familia y los hijos, la Fe y la honradez, la lealtad y la integridad, la consciencia y la vida limpias, los buenos creyentes y los buenos sacerdotes.

 

   Para el mundo no.  El mundo dice: Destruyamos la familia, defendamos su disolución, el divorcio y la unión libre, momentánea, pasajera...

 

   Defendemos la Fe en el Único Dios verdadero y en el Único que puede salvar; pero el mundo quiere que respetemos todos dioses que no es respetar a ninguno y menos al verdadero...

 

   Queremos la honradez siempre y para todos; para el mundo la única honradez es económica o fiscal. Para el mundo un degenerado que paga los impuestos es un hombre respetable; y si se trata de alguien famoso, artista o millonario, su condición, como a los dioses mitológicos, lo dispensa de todo delito. Para nosotros, los católicos no.

 

   Poner al mundo en paz es ordenarlo. Ordenarlo es oponerse a sus falsos principios imponiendo los de Dios y de la recta razón, es erradicar las malas conductas, los vicios y las degeneraciones que hoy pretenden derechos y respeto.

 

   O respetamos a Dios o al mundo, o cumplimos los Mandamientos del Decálogo o manda la Declaración de los derechos humanos, o respetamos lo que Dios hizo y quiso o Sodoma tiene razón. La historia sagrada dice que no.

 

   La Fe en Dios y el amor exclusivo que le debemos supone de manera necesaria y absoluta la oposición irreductible al mundo enemigo de Dios. Esa lucha, ese combate, suponen valor, valentía, entereza, coraje y constancia.

 

   El valor no abunda ni entre cristianos ni entre clérigos. También en el Calvario sólo San Juan mostró entereza.

 

   Cuando fue necesario seguir a Cristo al combate supremo de la Cruz los enfermos, los leprosos, los resucitados, los ciegos de nacimiento, todos, olvidaron las gracias recibidas.

 

   Vergüenza es decir, pero falta valor, falta hombría para seguir a Dios. El miedo acobarda a los cristianos, el respeto humano hace enanos a los grandes y también el temor de ser más valientes que muchos sacerdotes y obispos incapaces de defender a Dios.

 

   La iglesia de la misa protestante, la que pide perdón a todos menos a Jesucristo, la que reza en el areópago de todos los dioses no tiene hombría ni puede tenerla. En el calvario de esta época malsana, más parecen fariseos que cristianos.

 

   Suenan en el cielo de la historia presente las palabras de Cristo Señor Nuestro: “Quien no está conmigo está contra Mi” (Mt. 12, 30).

 

   ¡Seamos hombres para Dios!

 

Visto en “CATÓLICOS ALERTA”

 

 

domingo, 14 de septiembre de 2025

Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz de Nuestro Señor Jesucristo – Por San Alfonso María de Ligorio.


 

   


   “Más en cuanto a mí, nunca suceda que me gloríe sino en la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo para mí ha sido crucificado y yo para el mundo”. (Gálatas. VI. 14).

 

   I. Esta tierra es un lugar de mérito, y por lo tanto también de sufrimiento. La patria donde Dios nos ha preparado para descansar en la alegría eterna es el paraíso. El tiempo que pasamos aquí es breve, pero en ese breve lapso, hay muchos sufrimientos que soportar. Normalmente, cuando la divina Providencia destina a alguien a grandes cosas, también lo prueba con mayores adversidades.

 

   Un día, Jesucristo se apareció a la Beata Bautista Varano y le dijo:  hay tres beneficios selectos que concede a sus almas predilectas: el primero es no pecar; el segundo es hacer buenas obras; el tercero y el mayor de todos, hacerles sufrir por su amor.

 

   Aún más hermosas son las palabras que el propio Jesucristo dirigió a Santa Teresa: « Hija mía », le dijo, « ¿crees que el mérito está en disfrutar? No, está en sufrir y amar. Cree, pues, hija mía, que quien es más amado por mi Padre recibe de él los mayores sufrimientos; y pensar que sin sufrir admite a alguien en su amistad es pura ilusión ».

 

   Sin embargo, como la naturaleza humana en sí misma aborrece tanto el sufrimiento, el Verbo Eterno, dice San Pedro, bajó del cielo a la tierra para enseñarnos a llevar nuestras cruces con paciencia: Para esto fuísteis llamados. Porque también Cristo padeció por vosotros dajándoos ejemplo para que sigáis sus pasos (Primera carta de San Pedro. II. 21)

 

   Jesucristo, por tanto, quiso sufrir para animarnos a sufrir, no solo durante su Pasión, sino a lo largo de toda su vida. ¿Qué fue la vida del Redentor en esta tierra?

 

   Dice San Buenaventura: Dale vueltas, y dale vueltas cuantas veces quieras, de principio a fin, y siempre encontrarás a Jesús clavado en la cruz:

 

   De hecho, todo su tiempo, desde que asumió la naturaleza humana hasta su último aliento, fue un continuo sufrimiento. ¡Qué vergüenza para nosotros, que nos jactamos de seguir a Jesucristo y, sin embargo, somos tan distintos de él! Adoramos la cruz del Señor, celebramos sus fiestas, nos jactamos de luchar bajo su bandera triunfante, ¡y, sin embargo, estamos tan ávidos de placer! ¿Tiene que ser siempre así?

 

   II. Inspirados por el ejemplo de Jesucristo, los santos siempre han considerado la adversidad como un tesoro escondido, valorándola más que una partícula del Santo Leño sobre el que el Señor murió por nuestra salvación. ¡Cuántos jóvenes nobles, cuántas doncellas, incluso de sangre real, repartieron todas sus riquezas entre los pobres, renunciaron a las comodidades, honores y dignidades del mundo, y entraron en un monasterio para abrazar la cruz de Jesucristo y ascender con él al Calvario, por un camino sembrado de espinas!

 

   El Señor, sin embargo, que no se deja superar en generosidad y quiso premiar a aquellas almas generosas que ya estaban en esta tierra, hizo muy dulces para ellas los frutos del árbol de la cruz, que se alegraban en medio de las tribulaciones; y tal vez nunca antes una persona mundana había estado tan ávida de placeres como los santos de sufrir.

 

   Santa Teresa, no queriendo vivir sin cruces, exclamó: «O sufres o mueres». Santa María Magdalena de Pazzi, pensando que ya no hay sufrimiento en el cielo, dijo: «Sufre y no mueras». Cuando un día Jesucristo le preguntó a San Juan de la Cruz qué recompensa deseaba por todo lo que había sufrido por amor a Él, él respondió: «Señor, no deseo más que sufrimientos, pero sufrimiento acompañado de humillación y desprecio”

 

   Hermano mío, no seas de esos necios que se asustan al ver la cruz y huyen de ella porque solo conocen su exterior. Tú, por el contrario, « gusta y ve cuán dulce es el Señor » —Gustate et videte, quoniam suavis est Dominus. Acepta con gusto las tribulaciones que el Señor quiere enviarte, considera atentamente las ventajas que se derivan de ellas, y tú también dirás: Una hora de sufrimiento soportada con resignación en la voluntad de Dios vale más que todos los tesoros de esta tierra. Cuando la naturaleza se rebele contra el sufrimiento, echemos un vistazo al Crucifijo para animarnos y digamos con el Apóstol: — “Sufrimos con Jesús, para que también seamos glorificados con él.”

 

   Sí, Jesús mío, esto es lo que me propongo hacer con tu ayuda. Si tú, siendo inocente, quisiste sufrir tanto por mí y solo accediste a la gloria por el camino del sufrimiento, ¿cómo podría yo, pecador como soy y merecedor de mil infiernos, rechazar el sufrimiento? Ah, Señor, envíame las cruces que desees, pero también dame la fuerza para soportarlas con paciencia por tu amor.

 

   «Y tú, oh Dios, que hoy nos alegras con la solemnidad anual de la exaltación de la Santa Cruz: concédeme que, conociendo este misterio en la tierra, merezca la recompensa de su Redención en el cielo».  Hazlo por tu  amor Jesús y el de María.

 

“Meditaciones: Para todos los días y fiestas del año”