Considera que entre tantas cosas como nos
ocupan, nos inquietan y nos fatigan en esta vida, sola una, hablando con
propiedad, una sola es absolutamente necesaria; esta es, conseguir la
salvación. Háyase hecho bien todo lo demás, obligaciones del estado, negocios
de la mayor importancia, comercio lucrativo, comisiones de mucha honra, grandes
empleos, cargos considerables, aunque todo esto se haya desempeñado con la
mayor felicidad, si no se logra la salvación, nada se hizo, empleóse
inútilmente el tiempo, estragóse la salud, y se consumieron los días vanamente.
No es este un piadoso pensamiento de las almas devotas y timoratas, es una
verdad eterna, es lo que todos pensarán y todos sentirán por toda la eternidad.
No nos engañemos voluntariamente; aun antes que llegue la eternidad, todos
convenimos en este punto. Esos grandes del mundo, esas gentes de negocios, esos
mismos hombres que solo atienden a sus intereses y a sus gustos, esas mujeres
profanas, empleadas total y únicamente en bagatelas; todos y todas antes de
morir conocen que su grande y su único negocio es el negocio de la salvación; ¡Mi
Dios, qué arrepentimientos y qué lágrimas costará algún día este conocimiento!
¡Con qué dolor, con qué desesperación se verá por toda la eternidad que lo que
en vida fué objeto de nuestros deseos, materia de nuestros cuidados y de
nuestros afanes, no merecía siquiera nuestra atención! ¡Qué dolor, cuando se
verá que lo que llamábamos obligaciones de buena crianza, ocupaciones
indispensables, negocios de importancia, por la mayor parte eran vanos
entretenimientos, y que del negocio de la salvación no se hizo caso, dejándole
para el fin de la vida como si fuera el menor de todos los negocios, y ni aun
tratándole como negocio; cuando se verá, digo, que este era el único negocio
que merecía toda nuestra atención, y pedía toda nuestra aplicación y
vigilancia! Sin embargo, este gran negocio se postergó a todos los gustos, a
todas las diversiones y a todas las inutilidades de la vida, para todo hubo
tiempo menos para trabajar en la salvación; se quiso más perderle, malograrle
en una tediosa ociosidad, en no hacer nada, que emplearle en pensar y en trabajar
para aquella; todo se nos figuró indispensable diversiones, entretenimientos
frívolos, visitas excusadas, todo pareció necesario menos aplicarse al negocio
de la salvación; y entre tanto, todo fué inútil, todo se perdió si no se salió
bien con este negocio. ¡Ah mi Dios, qué amargos son estos arrepentimientos
cuando llegan tan tarde!
Considera que de nada le sirve al hombre
ganar todo el mundo si pierde su alma. ¿Qué cosa podrá dar en equivalente a
esta gran pérdida? ¿De qué les sirve ahora a aquellos hombres que metieron en
el mundo tanto ruido, que brillaron en él con tanto esplendor, si al cabo se condenaron?
¿De qué les sirve a aquellos héroes de sus siglos, a aquellos emperadores, a
aquellos reyes y a aquellos príncipes, ante quienes todo se inclinaba, a cuya
satisfacción y a cuyos gustos todo contribuía, de qué les sirve al presente
aquella magnificencia, aquellos tesoros, aquella gloria, si arden, si rabian,
si se desesperan en el infierno en medio de las voraces llamas? Nada les faltó
de cuanto podía contribuir a su gloria, a su poder, a su grandeza; dieron
batallas, consiguieron victorias, tomaron plazas, conquistaron reinos enteros,
en todo establecieron el buen orden y la policía; nada omitieron de lo que
convenía a su gloria, pero no trabajaron en el negocio de su salvación; llego
la muerte antes que llegase su conversión; ganaron todo el universo, y
perdieron su alma; pues todo lo perdieron. Esos hombres entregados a su fortuna
y a sus intereses, esos hombres siempre ansiosos y siempre hambrientos no
vivieron ociosos, fué su vida una continua agitación, un perpetuo bullicio,
trabajo y movimiento, sacrificaron su descanso, su salud y su misma vida a su
fortuna, lográronla, murieron ricos, con inmensos bienes, pero los dejaron; y
si no murieron en gracia de Dios, murieron pobres, todos sus afanes se consideran
como sueños. No estuvieron en el mundo para ser ricos, sino para hacerse
santos; esto era lo único necesario: abandonaron este negocio, y nada hicieron.
Esas personas consagradas a Dios, que por entregarse única y seguramente al
cuidado de su salvación hicieron tan grandes sacrificios, dejando el mundo;
esas personas religiosas que desmintieron su primer fervor; que despues de sus
primeros pasos se pararon en el camino, que se durmieron y se divirtieron, que
por haber venido el esposo cuando iban a buscar aceite para cebar las lámparas,
por no haber hecho a tiempo la provisión de lo único que era necesario, fueron
condenadas y todo Io perdieron, ¿Qué dirán, qué pensarán ahora?
¡Ah Señor, y qué sería de mí si fuera este
el último día de mi vida! Hasta ahora no he pensado en lo único que me era
necesario, con que he perdido el tiempo y el trabajo; pero, Dios de las
misericordias, pues te has dignado sufrirme hasta aquí, dignate tambien
asistirme con tu gracia para que sean eficaces los propósitos que hago de no
trabajar de hoy en adelante en otra cosa que en el negocio de mi eterna
salvación.
“AÑO CRISTIANO”
(Año 1864).
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