Sobre todo, procúrate la paz que guarda
vuestros sentidos; contempla las cosas sin violencia, más bien con libertad de
espíritu, y así alcanzarás una gran perfección.
Con esta paz que os ha dado Dios, podéis
mirar, orar, escuchar y soportar los más severos tormentos sin dificultad, sin
quejaros. Y aunque antes de llegar a este punto encontrarás muchas dificultades
en este camino debido a tu falta de experiencia en la vida espiritual, tu alma
se llenará de consuelos y cada día que pase obtendrás nuevas victorias y
estarás mejor preparado para seguir luchando.
Y si alguna vez experimentas alguna angustia
inusual y te parece que has perdido la paz en tu alma, recurre inmediatamente a
la oración y persevera en ella, para imitar a tu Salvador, Cristo Señor, quien,
como ejemplo nuestro, oró a el Padre tres veces en el Huerto de Getsemaní. Y
esto es para que no busquemos otra medicina y no dejemos de usar ésta hasta que
nuestra voluntad se vuelva silenciosa y esté completamente de acuerdo con la
voluntad de Dios.
Pero si en algún trabajo o empresa, te
sobreviene tal tentación o confusión, no te apresures demasiado, ni cedas al
afán excesivo de obtener aquello que deseas en un tiempo determinado: sino
trabaja con calma y moderación, reflexionando sobre esto: tu principal
preocupación es mantener constantemente
la calma en la presencia Divina; y no os importa agradar a nadie, con tal de
agradar a Dios.
Tan pronto como ganes la paz, pronto verás qué otra tormenta y ansiedad se suscitara en tu alma. Y así, cayendo y levantándote continuamente, llegaréis al conocimiento claro de que la fuente de toda nuestra miseria es el amor propio; porque queremos hacer todo a nuestra manera, y cuando no obtenemos lo buscamos rápidamente nos ponemos ansiosos, y al punto perdemos la paz.
“PAZ
DEL ALMA”
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