domingo, 14 de septiembre de 2025

Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz de Nuestro Señor Jesucristo – Por San Alfonso María de Ligorio.


 

   


   “Más en cuanto a mí, nunca suceda que me gloríe sino en la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo para mí ha sido crucificado y yo para el mundo”. (Gálatas. VI. 14).

 

   I. Esta tierra es un lugar de mérito, y por lo tanto también de sufrimiento. La patria donde Dios nos ha preparado para descansar en la alegría eterna es el paraíso. El tiempo que pasamos aquí es breve, pero en ese breve lapso, hay muchos sufrimientos que soportar. Normalmente, cuando la divina Providencia destina a alguien a grandes cosas, también lo prueba con mayores adversidades.

 

   Un día, Jesucristo se apareció a la Beata Bautista Varano y le dijo:  hay tres beneficios selectos que concede a sus almas predilectas: el primero es no pecar; el segundo es hacer buenas obras; el tercero y el mayor de todos, hacerles sufrir por su amor.

 

   Aún más hermosas son las palabras que el propio Jesucristo dirigió a Santa Teresa: « Hija mía », le dijo, « ¿crees que el mérito está en disfrutar? No, está en sufrir y amar. Cree, pues, hija mía, que quien es más amado por mi Padre recibe de él los mayores sufrimientos; y pensar que sin sufrir admite a alguien en su amistad es pura ilusión ».

 

   Sin embargo, como la naturaleza humana en sí misma aborrece tanto el sufrimiento, el Verbo Eterno, dice San Pedro, bajó del cielo a la tierra para enseñarnos a llevar nuestras cruces con paciencia: Para esto fuísteis llamados. Porque también Cristo padeció por vosotros dajándoos ejemplo para que sigáis sus pasos (Primera carta de San Pedro. II. 21)

 

   Jesucristo, por tanto, quiso sufrir para animarnos a sufrir, no solo durante su Pasión, sino a lo largo de toda su vida. ¿Qué fue la vida del Redentor en esta tierra?

 

   Dice San Buenaventura: Dale vueltas, y dale vueltas cuantas veces quieras, de principio a fin, y siempre encontrarás a Jesús clavado en la cruz:

 

   De hecho, todo su tiempo, desde que asumió la naturaleza humana hasta su último aliento, fue un continuo sufrimiento. ¡Qué vergüenza para nosotros, que nos jactamos de seguir a Jesucristo y, sin embargo, somos tan distintos de él! Adoramos la cruz del Señor, celebramos sus fiestas, nos jactamos de luchar bajo su bandera triunfante, ¡y, sin embargo, estamos tan ávidos de placer! ¿Tiene que ser siempre así?

 

   II. Inspirados por el ejemplo de Jesucristo, los santos siempre han considerado la adversidad como un tesoro escondido, valorándola más que una partícula del Santo Leño sobre el que el Señor murió por nuestra salvación. ¡Cuántos jóvenes nobles, cuántas doncellas, incluso de sangre real, repartieron todas sus riquezas entre los pobres, renunciaron a las comodidades, honores y dignidades del mundo, y entraron en un monasterio para abrazar la cruz de Jesucristo y ascender con él al Calvario, por un camino sembrado de espinas!

 

   El Señor, sin embargo, que no se deja superar en generosidad y quiso premiar a aquellas almas generosas que ya estaban en esta tierra, hizo muy dulces para ellas los frutos del árbol de la cruz, que se alegraban en medio de las tribulaciones; y tal vez nunca antes una persona mundana había estado tan ávida de placeres como los santos de sufrir.

 

   Santa Teresa, no queriendo vivir sin cruces, exclamó: «O sufres o mueres». Santa María Magdalena de Pazzi, pensando que ya no hay sufrimiento en el cielo, dijo: «Sufre y no mueras». Cuando un día Jesucristo le preguntó a San Juan de la Cruz qué recompensa deseaba por todo lo que había sufrido por amor a Él, él respondió: «Señor, no deseo más que sufrimientos, pero sufrimiento acompañado de humillación y desprecio”

 

   Hermano mío, no seas de esos necios que se asustan al ver la cruz y huyen de ella porque solo conocen su exterior. Tú, por el contrario, « gusta y ve cuán dulce es el Señor » —Gustate et videte, quoniam suavis est Dominus. Acepta con gusto las tribulaciones que el Señor quiere enviarte, considera atentamente las ventajas que se derivan de ellas, y tú también dirás: Una hora de sufrimiento soportada con resignación en la voluntad de Dios vale más que todos los tesoros de esta tierra. Cuando la naturaleza se rebele contra el sufrimiento, echemos un vistazo al Crucifijo para animarnos y digamos con el Apóstol: — “Sufrimos con Jesús, para que también seamos glorificados con él.”

 

   Sí, Jesús mío, esto es lo que me propongo hacer con tu ayuda. Si tú, siendo inocente, quisiste sufrir tanto por mí y solo accediste a la gloria por el camino del sufrimiento, ¿cómo podría yo, pecador como soy y merecedor de mil infiernos, rechazar el sufrimiento? Ah, Señor, envíame las cruces que desees, pero también dame la fuerza para soportarlas con paciencia por tu amor.

 

   «Y tú, oh Dios, que hoy nos alegras con la solemnidad anual de la exaltación de la Santa Cruz: concédeme que, conociendo este misterio en la tierra, merezca la recompensa de su Redención en el cielo».  Hazlo por tu  amor Jesús y el de María.

 

“Meditaciones: Para todos los días y fiestas del año”

 

 

 

 

 

martes, 9 de septiembre de 2025

¡EL SUFRIMIENTO ES EL CIELO EN LA TIERRA!


 


   El sufrimiento es el Cielo en la tierra, porque Jesús está con quienes sufren, y estar con Jesús es experimentar la dulzura del paraíso. Sin sufrimiento, y sin sufrir mucho, no se encuentra el Amor, es decir, el Cielo. Si Jesús se encuentra en la cruz, allí también se encuentra el Cielo, porque como dijo Guido de Fontgallant, «El Cielo es Jesús ». En resumen: el sufrimiento es el Cielo en la tierra, porque en el sufrimiento se encuentra el Amor, y el Amor es Jesús, y Jesús es el Cielo. Santa Teresita decía, en el más perfecto abandono:

 

   – No deseo ni el sufrimiento ni la muerte, ¡y sin embargo los amo tanto! Los he invocado durante tanto tiempo como mensajeros de alegría. He poseído el sufrimiento y creí poder tocar las orillas celestiales.

 

   Y, en paz y alegría, el ángel del Carmelo saboreó los frutos amargos, siempre con una sonrisa acogedora ante el dolor. Un día, los novicios que presenciaron su sufrimiento le dijeron:

 

   – ¡Nos da pena verte sufrir y pensar que aún te queda mucho por sufrir!

 

   La Santa respondió:

 

   – ¡Oh! No te aflijas por mí. He llegado al punto en que ya no puedo sufrir, porque todo sufrimiento me resulta dulce.

 

   En una ocasión, una hermana, que dudaba de la heroica paciencia de Teresa, encontrándola con una expresión de alegría celestial, le preguntó el motivo:

 

   – “Es porque sentí un dolor intenso”, respondió, “y siempre me esfuerzo por amar el sufrimiento y acogerlo”.

 

   En otra ocasión le preguntaron:

 

   – ¿Por qué estás tan alegre esta mañana?

 

   Su respuesta fue esta:

 

   – “Es que hoy he tenido dos pequeños sufrimientos y nada me trae tanta alegría como el dolor”

 

   Teresa era feliz sufriendo, y su incomparable y hermosa sonrisa nunca la abandonó hasta su muerte. Y esta sonrisa nos dice que, en el camino de la infancia espiritual, ¡EL SUFRIMIENTO ES EL CIELO EN LA TIERRA!

 

Pensamientos para cada día del año. Tomado del “Breviario de la Confianza” Monseñor Brandão, Ascânio. Año 1936.

 

 

 

 

lunes, 8 de septiembre de 2025

Fiesta de la “Natividad de la Santísima Virgen María” – Por San Alfonso María de Ligorio.

 



   ¿Quién es ésta, que avanza como la aurora, hermosa cómo la luna, pura cómo el sol, temible cómo batallones de guerra? —  (Cantar de los Cantares VI, 9).

 

   I. Antes de que naciera María, el mundo yacía sumido en la oscuridad del pecado, pero con el nacimiento de María amaneció, dice un santo Padre: Nata Maria, surrexit aurora. (Nació María, amaneció el amanecer) De María se dijo:

 

“¿Quién es esta que avanza como la aurora cuando nace?”

 

   Así como la tierra se alegra con la aurora, porque la aurora es precursora del sol, así con el nacimiento de María se alegró el mundo entero, porque ella es precursora del Sol de justicia, Jesucristo, que debía ser su Hijo para salvarnos con su muerte en la Cruz.

 

   Es por eso que la Iglesia canta con razón: Tu Natividad, oh Virgen Madre de Dios, anunció la alegría al mundo entero; porque de ti nació el Sol de justicia, que nos dio la vida eterna. Nativitas tua, Dei Genitrix Virgo, gaudium annuntiavit universo mundo: ex te enim ortus est sol iustitiae, qui donavit nobis vitam sempiternam.( Tu nacimiento, Virgen Madre de Dios, anunció la alegría al mundo entero: porque de ti nació el sol de justicia, que nos dio la vida eterna.) Con el nacimiento de María nació nuestro remedio, nuestro consuelo y nuestra salvación; porque por María recibimos al Salvador. Puesto que esta pequeña niña estaba destinada a ser Madre del Verbo eterno, Dios la enriqueció con tal gracia que, desde su Inmaculada Concepción, su santidad superó a la de todos los santos y ángeles juntos. Recibió una gracia de un orden superior, acorde con la dignidad de Madre de Dios.

 

ORACIÓN.

 

   Oh Santa Niña, oh llena de gracia, yo, un miserable pecador, te saludo y te venero. Eres la amada, el deleite de Dios; ten piedad de mí, que por mis pecados me he convertido en objeto de odio y abominación a los ojos de Dios. Oh Virgen Purísima, desde tu infancia supiste cautivar el Corazón de Dios tan bien que Él no te niega nada y concede todo lo que le pides. En ti pongo toda mi esperanza.«Oh María, que entraste al mundo sin mancha, obtén de Dios que pueda salir de él sin pecado» (100 días de indulgencia cada vez que se recite.).

 

   II. Si bien María estaba destinada a ser la Madre de nuestro Redentor, también estaba destinada a ser la Mediadora entre Dios y nosotros, pecadores. Por eso el angélico Santo Tomás afirma que María recibió tanta gracia que basta para salvar a todos los hombres. Y por la misma razón, San Bernardo la llama un acueducto pleno, de cuya plenitud todos participamos: Plenus aquaeductus, ut accipiant caeteri de eius plenitudine.

 

   Santa y celestial Niña, ya que fuiste destinada a ser Mediadora de los pecadores, ven, ejerce tu oficio; intercede por mí. Es cierto que, por mi ingratitud, merecí ser abandonada por ti; pero no quiero que mis pecados me impidan confiar en ti, porque agradas tanto a Dios que no te niega nada, y sé también que te complace usar tu exaltación para aliviar a los más culpables.

 

   Oh criatura, la más sublime del universo, ante quien los grandes del cielo son tan pequeños; oh santa de los santos, oh María, abismo de gracia y llena de justicia, ayuda a un desdichado que ha perdido la suya por su propia culpa. Ven, pues, muestra cuán grande es el crédito que posees ante Dios; obtén para mí una luz y una llama tan poderosas que me transformen de pecador en santo y, desprendiéndome de todo afecto terrenal, me ardan de amor a Dios. Hazlo, si puedes, oh mi Soberana, hazlo por amor a este Dios que te hizo tan grande, poderoso y misericordioso.

 

   “Te ruego, oh Dios mío, que me concedas, tu siervo, el don de la gracia celestial, para que, así como el nacimiento de la Santísima Virgen fue para mí el principio de la salvación, también la solemnidad festiva de su nacimiento me dé un aumento de paz.”

 

“MEDIDTACIONES:

PARA TODOS LOS DÍAS,

Y FIESTAS DEL AÑO”

 

domingo, 7 de septiembre de 2025

FUERZA DE LOS POCOS – Por Jean Ousset.

 



   Ciertamente, para admitir lo que sigue hace falta tener mucha fe. Sin ella,  no hay ninguna esperanza..., ninguna fuerza tampoco.

 

    José de Maistre hacía decir a unos de sus personajes:

 

   «No os atrevéis ya a nada y (ellos) se atreven a todo contra vosotros»

 

   No nos atrevemos ya a nada porque no sabiendo ya mirarlo todo a la única luz de la fe, no podemos tener conciencia de su fuerza.

 

   ¡Así, todo nos inquieta! ¡Nuestra indigencia personal! ¡Nuestra pobreza! ¡Nuestro corto número!

 

   ¿Puede concebirse que la historia no haya enseñado todavía a los católicos cuánto se complace Dios en confiar el éxito de su causa a minúsculos batallones?  El mismo diablo lo sabe perfectamente, tanto que le decía rabiosamente al cura de Ars: «Si hubiera tres como tú sobre la tierra, mi reino sería destruido. Me has arrebatado más de 80.000 almas.»

 

   Si la experiencia de nuestra miseria puede prohibirnos el orgullo de esperar batir tales «récords», por lo menos podemos hacer nuestras estas líneas del P. de la Gorce: «No digáis jamás: —Somos minoría. Acordaos de aquella frase del Evangelio pronunciada por Jesús: «Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos». Ved cómo no ha hablado de mayoría. Si sois dos o tres, no os contéis; comenzad con audacia.

 

   No se puede uno imaginar de lo que es capaz, para el bien o para el mal, un pequeño puñado de hombres, a condición de que tengan unión, perseverancia, valentía. He visto una comarca transformada casi súbitamente del mal al bien por la acción no de tres hombres, ni de dos hombres, sino de uno solo, que sabía querer y sobre todo sabía atreverse.

 

   No digáis jamás: —No hay nada que hacer. Este es el lenguaje de los egoístas o, en todo caso, de los débiles. Es el lenguaje dé aquellos que nunca ven la hora cercana.

 

   No digáis jamás: —Seremos vencidos. En primer lugar, ¿quién sabe? Las oportunidades son tan numerosas como imprevistas. Entre la fe que mueve las montañas y la caridad que subsistirá cuando todo haya perecido, existe la esperanza, magníficamente encuadrada por sus dos hermanas divinas. Practicad esta hermosa virtud de la esperanza; que sea como un viático que sostenga vuestro valor y os incite a la acción.

 

   Cuando el católico combate por Dios, por Su Iglesia y Su país, se está seguro de vencer. Amad vuestra causa lo bastante para que la alegría de servirla sea, si es preciso, para vosotros una recompensa suficiente.»

 

“PARA QUE ÉL REINE”

sábado, 6 de septiembre de 2025

BEATO CONTARDO FERRINI, Terciario Franciscano (6 de septiembre).


 


   Beato Contardo Ferrini (1849-1902) Nació en Milán, Italia y heredó de sus padres grandes cualidades para las matemáticas y los idiomas. Era terco y caprichoso y necesitó los castigos de su padre para disminuir esos defectos de su carácter.

 

   En sus años de estudiante los compañeros se admiraban que no viviera como ellos, enamorando muchachas, y él les decía que ya tenía otras dos novias. Al fin alguien vino a saber el nombre de ellas: eran, la ciencia y la santidad.

 

   Desde muy joven hizo el voto de castidad, o juramento de permanecer siempre puro. Pero no contó a nadie este secreto. Por eso cuando iba a los bailes se colocaba siempre entre los músicos, tocando alguno de los instrumentos, y así no tenía que bailar. Las muchachas decían de él: “Muy educado pero demasiado serio, como para entablar noviazgo con él” Y no lograban enredarlo en sentimentalismos.

 

   Contardo tenía una memoria privilegiada para aprender idiomas. Además del italiano, latín y alemán, se propuso aprender los idiomas en los cuales fue escrita la Sagrada Biblia: el hebreo y el griego. Y llegó a hablarlos y entenderlos de manera admirable. A quien le preguntaba cómo había conseguido tal hazaña le respondía: “El Espíritu Santo ha premiado los esfuerzos que hice por aprender esos idiomas”.

 

   Desde el día de su Primera Comunión, Contardo experimentó un cambio muy notable. Ya fue dejando sus caprichos y malos genios y comenzó a ser mucho más obediente. Y desde que en el colegio leyó la Imitación de Cristo, su modo de pensar tuvo un giro de 180 grados. En adelante ya lo que le interesaba no era agradar a la gente y ser famoso y rico, sino tener contento siempre a Dios.

 

   Desde años de colegial y por toda su vida, el deporte favorito de Contardo Ferrini fue el alpinismo. Entre sus compañeros del alpinismo tuvo a Aquiles Ratti, que después fue Sumo Pontífice con el nombre de Pío XI, y que fue quien promovió después su causa de beatificación. Contardo repetía: “Preséntenme un joven con terribles inclinaciones hacia los vicios, que yo por medio de este deporte fuerte y vigorizante le formaré una voluntad tan vigorosa, que logrará dejar sus malas costumbres”.

 

   En el colegio y en la Universidad de Pavía, siempre consiguió los primeros puestos, y presentaba trabajos científicos tan supremamente bien hechos,  que los profesores se quedaban admirados. Uno de sus exámenes finales lo presentó  hablando todo el tiempo en griego, con admiración de todos. Sus compañeros le  consultaban muy frecuentemente.

 

   Los otros alumnos al notar que no participaba de sus juergas ni se reía de sus chistes torpes, empezaron a burlarse de él llamándolo “el San Luis del colegio”. Al principio lo decían por burla, y después con verdadera admiración.

 

   A los 21 años obtuvo su doctorado con las mejores notas de la Universidad, y luego consiguió una beca para ir a especializarse a Berlín. En la Universidad dejó bien organizada una asociación mariana de jóvenes, para hacer apostolado entre los compañeros. A varios los había logrado entusiasmar por las buenas lecturas. Los empleados del hotel donde residía se quedaban admirados de que ayunaba muchos días y de que pasaba noches enteras en oración.

 

   Lo primero que hizo en Berlín fue buscar un templo católico, y adherirse a las conferencias de San Vicente de Paúl, una asociación de católicos dedicados a ayudar a los pobres. Se quedó aterrado al constatar los fríos que son los protestantes para la religión (Berlín era de mayoría protestante) y escribió: “Aquí encuentro gente muy seria, pero he llegado a la conclusión de que el protestantismo lleva a ser simplemente bueno, a aquel que el catolicismo llevaría a ser un santo”.

 

   Escribiendo a un amigo le decía: “Estoy asqueado de la corrupción de esta ciudad. Como para el protestante basta la fe para salvarse, y no tienen casi sacramentos ni le dan importancia a la necesidad de hacer obras buenas, ni creen en que hay que ir al purgatorio a pagar nuestras faltas, se dedican a todos los vicios”.

 

   Terminada su especialización en Alemania volvió a Italia y fue nombrado profesor de la Universidad de Pavia, teniendo solamente 23 años. Antes de tomar posesión del cargo, fue a Roma y tuvo la dicha de recibir la comunión de manos del Santo Padre León XIII. Las ganancias que conseguía como profesor las repartía entre los pobres. Sus padres le aconsejaron que buscara esposa y él les respondió: “Yo ya me casé con mi antigua novia, que ha sido siempre la ciencia” (Habría podido añadir que se había casado también con la santidad, pero era muy humilde para decirlo).

 

   En Italia había leyes muy anticatólicas. Contardo se dio cuenta de que los católicos debían tener representantes en las corporaciones y empezó una campaña a favor de las ideas católicas siendo elegido concejal de Milán, entonces promovió fuertes iniciativas a favor del catolicismo. Con varios otros líderes católicos promovió y apoyó la fundación de la Universidad Católica del Sagrado Corazón en Milán, que ha sido un gran apoyo para la religión.

 

   Las publicaciones de Ferrini fueron numerosas. Publicó más de 200 monografías (o escritos sobre un tema determinado, cada uno) que ocupan cinco gruesos volúmenes. Redactó también varios libros de texto.

 

   A sus alumnos les insistía en que un gran modo de hacer bien a los demás es darles buen ejemplo. Y él lo daba siempre. Un día un sabio extranjero al verlo actuar, exclamó “¿Qué tiene ese profesor, cuya actuación impresiona tan positivamente en los demás?”. Los estudiantes exclamaban: “Este es uno de los poco profesores de la Universidad que se atreven a hablar de Dios en sus clases”.

 

   En 1902 en pleno verano se fue a practicar su deporte favorito que era subir a las montañas. Y en el viaje sintió mucha sed. Vio una fuente de agua y creyó que eran aguas puras y bebió. Pero resultó que aquella fuente estaba contaminada y adquirió el tifo. En pocos días se agravó. Mandó llamar al sacerdote y después de recibir los santos sacramentos murió plácidamente el 16 de octubre de 1902, con la satisfacción de haber cumplido siempre muy bien su deber, y de haber hecho toda clase de sacrificios con tal de no ofender a Dios ni manchar su alma con el pecado. El Santo padre Pío XII lo beatificó en 1947.

 

Año Cristiano, Tomo III.

Biblioteca de Autores Cristianos.

Madrid, 1966.

jueves, 4 de septiembre de 2025

O CON JESUCRISTO O CONTRA JESUCRISTO – Por San Ezequiel Moreno Díaz, Obispo de Pasto, Colombia.


 

 

   Comentario de Nicky Pío: Este escrito está dirigido contra la satánica y diabólica  doctrina de los llamados “Católicos neutrales o indiferentes” Que gustan de prender una vela a Dios y otra al demonio del liberalismo.

 

   Los liberales que hacen guerra franca a Jesucristo, y se despachan a su gusto contra todo lo que le pertenece, con ruido y escándalo; los que le persiguen de un modo más moderado y sin grandes alborotos; los que buscan el modo de que el liberalismo, sin dejar de ser tal, ande unido con el catolicismo, con perjuicio de éste, y los que ayudan y protegen a todos esos en su obra liberalesca, es claro y manifiesto que están contra Jesucristo, y no militan en el bando de los que están con ÉL Pero ocurre que hay católicos que creen poder permanecer neutrales, y no pertenecer a ninguno de esos dos bandos opuestos que hoy se disputan el gobierno de los pueblos, aspirando el uno a regirlos según la ley de Dios y enseñanzas de la Iglesia, y el otro sin tener en cuenta para nada lo que manda Dios y lo que enseña la Iglesia. Este es otro error que es preciso disipar, y a eso dedico este capítulo.

 

   Ese estado neutral, ese puesto medio en que quieren permanecer algunos católicos, es una ilusión, una quimera, un engaño completo, porque jamás ha existido ni existirá. Así lo declaró formalmente Jesucristo en su Evangelio cuando dijo: «El que no está conmigo, está contra Mí.» Algunos han querido oponer a esa sentencia esta otra, que se lee en San Lucas: «El que no está contra vosotros, por vosotros es.» Cornelio Alápide y todos los expositores dicen que no hay oposición entre esas dos sentencias, porque la última debe entenderse así: El que en nada está contra vosotros, está por vosotros. Eso no se verifica en el neutral en religión, y por eso resulta siempre que el que no está con Jesucristo, está contra Él.

 

   Tiene Jesucristo la plenitud de autoridad sobre las naciones, los pueblos y los individuos, y puede imponer su ley a unos y otros con pleno derecho a ser obedecido. Las naciones, pues, los pueblos y los individuos que están neutrales y les sea indiferente el que Jesucristo sea o no sea obedecido, están contra Él, porque no le procuran una obediencia que le corresponde, y dejan que no se le rinda el homenaje que se le debe como a Soberano Señor de todo, y permiten hasta que se le insulte y desprecie

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   Jesucristo tiene derecho a que todo sea para Él, para gloría suya, y todo, por consiguiente, debe ordenarse a ese fin en el gobierno de las naciones, de los pueblos, de las familias, y en la conducta de los individuos. Los que no procuren ese estado de cosas, aquéllos para quienes sea indiferente que se le dé o no se le dé gloría a Jesucristo, que se le reconozca o no por Soberano Señor de todo, que se le sirva o no se le sirva, están contra Jesucristo.

 

   De aquí se puede deducir que un Gobierno, aun cuando no dicte leyes de persecución contra la Iglesia de Jesucristo, con sólo el hecho de mostrarse indiferente para con ella, está ya contra Jesucristo. Esto se comprenderá mejor con un ejemplo.

 

   Supongamos que un hombre se presenta de repente en una, casa, y dirigiéndose puñal en mano a la señora de ella, le exige cuánto dinero guarda en sus arcas, so pena de hundirle el puñal en el pecho. Allí mismo está un hijo de la señora, fuerte y robusto, que puede, muy bien defender a su madre y librarla de aquel peligro; pero lejos de hacer eso, dice para sí: «Ahí se las arregle mi madre como pueda. Si la roban, que la roben; si no quiere dar el dinero y la matan, que la maten; nada tengo que ver en eso; observaré una conducta neutral ¿Quién no dirá, en este caso que ese hijo, en el mero hecho de no obrar a favor de su madre pudiendo hacerlo, obró contra su madre? Esto es indudable, porque la madre salió perjudicada por no haberla defendido su hijo. »

 

   Hace lo mismo un Gobierno que ve y observa los daños que se hacen a la Religión de Jesucristo, y dice como aquel hijo: «Ahí se las haya la Religión como pueda. Si se blasfema de Dios, que se blasfeme; si se propagan errores contrarios a sus doctrinas, que se propaguen; si se la borra de los corazones por la seducción, que se la borre; si desaparece totalmente de los pueblos, que desaparezca; si Jesucristo es olvidado por completo, me da lo mismo; no tengo que ver en eso. Yo he de permanecer neutral.» ¿Quién puede dudar, preguntamos de nuevo, de que ese Gobierno está contra Jesucristo?

 

   La misma doctrina se puede aplicar a los individuos que pueden y deben hacer algo por Jesucristo y no lo hacen.  Hoy se encuentran muchos de esos, que dicen muy frescos: no me meto en política; allá se las arreglen; que suba el que quiera; lo mismo me importa que manden unos como que manden otros. ¿Quién no ve que estos hombres están contra Jesucristo, puesto que nada les importa que suban al poder hombres que lo persigan en su Iglesia, en sus ministros y en sus cosas?

 

   Hay otros muchos de los que cada uno de ellos se explica de este modo: Sensible es todo lo que está pasando; grande es el peligro en que nos hallamos; los enemigos de Dios trabajan con ardor; pero ¡qué hemos de hacer! Yo con nadie pienso meterme; no es cuestión de indisponerse con nadie.

 

   Algunos o muchos de los que hablan de ese modo pueden hacer mucho por Jesucristo, o por su posición social, o por su talento, o porque disponen de no pocos recursos; no lo hacen y dejan que trabajen los enemigos de Jesucristo, con tal de que esos enemigos de Jesucristo sean amigos de ellos y no los persigan como hacen con el Divino Maestro: ¿Diremos que éstos están con Jesucristo, siendo amigos de sus enemigos y no oponiéndose a sus planes de guerra a Jesucristo, pudiendo hacerlo?

 

   Basta: esos neutrales están juzgados por Jesucristo con esta sentencia que dió contra ellos: «Quien no está conmigo, está contra Mí.»

 

CARTAS PASTORALES

CIRCULARES Y OTROS ESCRITOS

 

miércoles, 3 de septiembre de 2025

¿QUÉ ES HACERSE PEQUEÑO?


 

   Las novicias del Monasterio de Lisieux, oyendo a Santa Teresita hablar siempre de su pequeño camino de infancia espiritual, le preguntaron un día:

 

   ¿Qué se necesita para tener el espíritu de la infancia? ¿Qué significa hacerse pequeño, permanecer pequeño?

 

   La santa respondió:

 

   – Permanecer pequeño es reconocer la propia insignificancia, esperarlo todo de Dios y no angustiarse por las propias faltas, porque los niños pequeños, a menudo por ser pequeños, se preocupan poco; es desapegarse de la riqueza y no preocuparse por nada. Entre los pobres, el padre le da a su hijo, siendo aún pequeño, todo lo que necesita, pero cuando crece, ya no quiere mantenerlo y le dice: «Ahora puedes mantenerte con tu trabajo». Pues bien, para no oír esas palabras, no quiero crecer, ¡para siempre considerarme incapaz de ganarme la vida eterna! Permanecer pequeño es, además, no atribuir mérito a las virtudes practicadas, sino reconocerlas como tomadas de un tesoro puesto por Dios en las manos de su pequeña hija, para que las use cuando las necesite...

 

   ¡Cuánto simplifica esto la vida espiritual, evitando las desesperadas complicaciones y angustias en las que luchan tantas pobres almas, sedientas de perfección pero atemorizadas por el rigor de la Justicia Eterna!

 

   ¿Acaso Nuestro Señor no nos manda hacernos pequeños para entrar en el Reino de los Cielos? ¿Y puede un niño pequeño temer a un Padre tan Misericordioso? ¡Ah! Dejemos atrás ese orgullo de creernos siempre grandes, que, incluso en la práctica de la virtud, se infiltra sutilmente, haciéndonos creer capaces de mucho, o ya avanzados, cuando en realidad seguimos siendo tan pobres y miserables.

 

   ¡Hagámonos pequeños, verdaderamente como niños pequeños, humildes, pobres, abandonados a la Divina Misericordia! ¡Es tan bueno ser pequeños y humildes! ¡Cómo se inunda de paz el corazón cuando se vive así, como un niño pequeño, en la vida espiritual!

 

Pensamientos para cada día del año. Tomado del “Breviario de la Confianza” Monseñor Brandão, Ascânio. Año 1936.

 

lunes, 1 de septiembre de 2025

SERMÓN SOBRE LA LIMOSNA – Por San Juan Crisóstomo.

 



RECIBIREMOS MÁS DE LO QUE DEMOS.

 

   San juan Crisóstomo, el más grande orador de todos los tiempos, dice asi en un famosísimo sermón que pronunció hace 15 siglos:


   “Cuando repartes limosnas, das dinero y recibirás cielo. Alejas la pobreza de otros y se te acercarán a tí las riquezas de Dios. Das cosas terrenas y recibirás bienes celestiales. Siempre y en toda ocasión necesitas que Dios se compadezca de tí, por eso siempre debes compadecerte de los necesitados. Cuando das a los pobres estás colocando tus riquezas en el banco que más intereses paga: el banco del cielo. Lo que les das a los pobres lo recibe Dios, y Él se encarga de multiplicarlo por mil y devolvértelo. Y aunque cuando des limosna estés en pecado, no por eso dejarás de recibir premios de Dios. No recibirás tanto como si estuvieras en gracia, pero sí recibirás y mucho. Cada limosna tuya es una semilla que esparces y te producirá cosechas abundantes... Dios permite que otros padezcan necesidad, para que tú puedas ayudarlos y así le vayas pagando tus pecados... cada pobre que ayudas se convierte en un médico que te trae curación para las enfermedades de tu alma... las oraciones que los pobres elevan por tí, se convierten en protectores que te libran de los rayos de la justicia divina... No quita tanto el agua las manchas y mugre de tus vestidos como la limosna las manchas de tu alma... La ayuda a los pobres va volviendo pura y blanca tu alma... ¿Qué tienes hijos y familia numerosa? La limosna atrae premios del cielo para ellos y los libra de muchos peligros. La buena tierra te devuelve 40 o 60 o 100 granos por cada semilla que allí siembras. En cambio el cielo te devuelve multiplicadas por mil las limosnas que repartes... Mira al cielo que te espera y cómpratelo, comprártelo con tus limosnas.”

sábado, 23 de agosto de 2025

La naturaleza de la religión judía hoy – Por el Padre Don Curzio Nitoglia.


 


INTRODUCCIÓN.

 

   Para mostrar al lector cómo son todavía hoy la religiosidad, el ceremonial y la moral del judaísmo postbíblico, me serviré sobre todo de las obras del rabino veneciano Leon da Modena (Historia di riti hebraici, Venecia, 1678), del rabino convertido al catolicismo Paolo Medici (Ritos y costumbres de los judíos, Turín, 1737), de Johannes Buxtorfius (Synagoga judaica, Basilea, 1680), de Don Giulio Bartolocci (Bibliotheca magna rabínica, Roma 1675-1683), de Elia S. Artom (Vita d'Israele, Roma, 4ª ed., 1993) y de Elio Toaff (Essere ebreo, Milán, 1994).

 

EDUCACIÓN INFANTIL.

 

   A los doce años, los niños reciben una explicación resumida de algunos pasajes del Antiguo Testamento (principalmente la Torá, no los Profetas) y son instruidos principalmente en el estudio del Talmud, mientras que los más dotados son aplicados al estudio de la Cábala.

 

   El Talmud contiene blasfemias no solo contra Nuestro Señor Jesucristo, sino también contra Dios Padre: «Dios reza, […] juega tres horas al día, discute con los rabinos y es derrotado, los bienaventurados del cielo no le creen, […] Dios puede pecar…». Medici afirma no haber leído estas cosas en los libros de autores cristianos, sino haberlas «aprendido, en mi infancia, de libros [judíos]» (P. MEDICI, op. cit., p. 27).

 

LA AUTORIDAD DE LOS RABINOS.

 

   Los jóvenes judíos que han continuado sus estudios se denominan Maschil (eruditos) o Caver de Rab (compañero del rabino); en un nivel superior, Chaham, que significa rabino o sabio. De entre estos, se elige un rabino comunitario (Chaham de Kaàl) para cada ciudad, con la tarea de resolver dudas sobre asuntos permisibles, oficiar matrimonios, declarar divorcios y excomulgar a los criminales (P. MEDICI, op. cit., págs. 34-36).

 

LOS SACERDOTES Y LOS LEVITAS.

 

   Antes de que los judíos adoraran al becerro de oro en el desierto, mientras Moisés hablaba con el Todopoderoso en el monte Sinaí (c. 1280 a. C.), todos los primogénitos eran sacerdotes consagrados al culto de Dios. Sin embargo, tras el pecado de idolatría, los levitas (de la tribu de Leví) fueron elegidos en su lugar, con la particularidad de que solo la familia de Aarón, de la tribu de Leví, sus hijos y sus descendientes estaban destinados al sacerdocio; mientras que los miembros de las demás familias de la tribu de Leví permanecieron como simples clérigos consagrados al culto de Dios. Este sacerdocio de la familia de Aarón, de la tribu de Leví, perduró hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo.

 

   No faltan, incluso en nuestros tiempos, judíos mentirosos que afirman falsamente ser descendientes de la casa de Aarón y se hacen pasar por sacerdotes. […] Esto es absolutamente falso, ya que con la destrucción de Jerusalén y del Templo, [los judíos] perdieron todo conocimiento de su tribu, de modo que no hay nadie que pueda afirmar con veracidad que pertenece a esta o aquella tribu. (P. MEDICI, cit., págs. 44-45)

 

LAS ORACIONES.

 

   Los judíos suelen recitar el Kadish, que es una alabanza a Dios, tras lo cual los presentes responden: «Amén». Los talmudistas enseñan que en ese momento Dios sacude la cabeza y dice: «¡Ay del Padre [Dios] que envió a sus hijos a la esclavitud, y ay de los hijos que se ven privados de la mesa de su Padre!» (Ibíd., pág. 65). Esta es una costumbre típicamente talmúdica de juzgar a Dios como impotente e incapaz de liberar a un pueblo de la esclavitud.

 

SUEÑOS.

 

   Es increíble la fe que los judíos depositan en los sueños. Creen que la bondad o maldad de un sueño reside en su buena o mala interpretación […]. El método que siguen para contrarrestar la maldad de un sueño, cuando es desafortunado, es ayunar al día siguiente […]. El soñador ayuna todo ese día y, al anochecer, se presenta ante tres rabinos […] a quienes les dice siete veces […]: «He tenido un buen sueño». Y ellos le responden otras tantas: «Has tenido un buen sueño, y bueno es, que Dios lo haga bueno». […] Los judíos son tan crédulos en los sueños que no se les permite jurar en sábado, salvo por causa de ellos…» (Ibídem, págs. 99-101).

 

   La teoría de los sueños también juega un papel fundamental en el psicoanálisis freudiano, de origen talmúdico-cabalístico.