Fué santa Apolonia de la ciudad de Alejandría, y vivió toda su vida virgen, con gran recato, modestia y ejemplo. Estaba en aquella ciudad un mago o hechicero, cruelísimo enemigo de los cristianos, el cual, por instigación del demonio comenzó a mover a todo el pueblo para que defendiese su antigua religión y culto de sus falsos dioses, y persiguiese y quitase de sobre la faz de la tierra a los cristianos que la impugnaban y traían, al mundo una nueva y extraña religión y predicaban que un hombre crucificado era Dios. Fueron las palabras de este mago como centellas de fuego que cayeron como sobre yesca seca en los corazones de aquella gente idólatra y perdida, y así los encendió de tal manera que luego entraron en las casas de los cristianos, robando todo lo rico y precioso que había en ellas, y quemando lo que no era tal y atormentando y matando con atroces géneros de muerte a muchos cristianos que hubieron a las manos, entre los cuales fué una Santa Apolonia, virgen, que era ya anciana de edad y de grandes y admirables merecimientos, y muy respetada, en aquella ciudad. Quisieron persuadirla que negase la fe de Cristo y sacrificase a los dioses; y como la santa estuviese constante y firme, le dieron muchos golpes y le quebrantaron las mejillas, y con gran violencia y furor le arrancaron todos los dientes, y habiendo hecho una grande hoguera, la amenazaron que la quemarían viva, si no blasfemaba de Cristo.
Entonces
la santa se detuvo un poco y recogió su alma, e hizo oración al Señor, y encendida de su amor y de aquel fuego divino con que estaban
abrasadas sus entrañas, con particular instinto e impulso de Dios, sin el cual
lícitamente no lo pudiera hacer, corriendo se arrojó en el fuego, del
cual fué consumida, quedando espantados los gentiles por ver que la santa había
sido más pronta en tomar la muerte,
que ellos en querérsela dar. Sucedió este martirio siendo Papa San Fabián, y Filipo emperador, y lo escribió San Dionisio Alejandrino en
una de sus epístolas, que refiere Eusebio Cesariense en su
Historia eclesiástica.
Reflexión: Casi desde el mismo tiempo en que la
fervorosa mártir Santa Apolonia dió la sangre y la vida por amor de Cristo,
comenzaron los fieles a implorar su protección en muchas enfermedades, y
señaladamente los que padecían dolores de muelas o de cabeza. Si adolecieres de
semejantes males, acude con gran confianza a la santa, haciéndole la siguiente
oración que se lee ya en el Breviario antiquísimo de la iglesia de Colonia:
“Oh Dios,
por cuyo amor la bienaventurada virgen y mártir santa Apolonia sufrió con tanta
constancia; que le arrancasen todos los dientes, suplicámoste nos concedas que
todos aquellos que imploraren su intercesión, sean libres de males de dientes,
y de cabeza, y después de las miserias de este destierro, les otorgues la
gracia de que arriben a los gozos eternos de la patria celestial. Por Nuestro
Señor Jesucristo, Hijo vuestro, que siendo Dios, vive y reina con Vos en unidad
del Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.”
Oración:
Señor Dios, que experimentaste la
constancia singular de la bienaventurada virgen y mártir tuya, Santa Apolonia,
cuando le arrancaron con horrible sufrimiento todos los dientes y muelas de su boca
virginal, y quisiste que triunfase de la misma impiedad por medio del fuego,
concede que los que reverenciamos y hacemos memoria de su sagrado martirio,
seamos libres de los dolores del cuerpo y enfermedades del alma. Por
Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.
FLOS
SANCTORVM
de
la familia cristiana.
Editorial
Santa Catalina (1949)
Nota de Nicky Pío: En
la versión electrónica de este libro, que se puede descargar en internet, falta
la vida de esta santa y mártir. Como tengo el libro físico, pude publicar esta
parte faltante en el libro digital.
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