San
Roque, abogado contra la pestilencia, fué de nacionalidad francesa, y nació en
la villa de Montpellier, en la provincia de Languedoc, de padres ilustres y
ricos, y señores de aquel pueblo.
Su padre se llamó Juan y su madre Libera. Desde niño mostró grande inclinación a la
virtud; y siendo de doce años comenzó a macerar su cuerpo con ayunos y
penitencias, y a hacer guerra a sus gustos y apetitos.
Muertos
sus padres, vendió en aquella tierna edad la hacienda que pudo, que era riquísima,
y la repartió a los pobres; y tomando el hábito de la tercera orden de san
Francisco, y encomendando a un tío suyo el gobierno de su estado y vasallos, se
vistió de romero, y dejando su patria, casa, deudos y amigos, se partió de
Francia para Italia a visitar los Santos Lugares de Roma.
Llegó
al lugar de Acquapendente, donde halló muchos que estaban heridos de
pestilencia. Fuese al hospital, y comenzó a servir a los pobres y a hacer la señal
de la cruz sobre los apestados, y los sanó maravillosamente a todos. Los
mismos milagros obró en Roma, Cesena,
Placencia y otras ciudades de Italia.
Más
para que él no se envaneciese con tantas maravillas de la virtud de Dios, y
para que acrecentase su corona con la paciencia, le dio una recia y aguda
calentura, y permitió el Señor que fuese herido en el muslo. Pasó este trabajo
san Roque con entera resignación y alegría, retirado en un lugar desierto, donde
la providencia de Dios ordenó que un perro le trajese cada día de la mesa de su
amo un pedazo de pan con que se pudiese sustentar.
Finalmente volvió a Montpellier su partia, y
hallóla muy alterada por la guerra, y como le tomasen por espía, echaron mano
de él, y pusiéronle en la cárcel por
orden de su mismo tío, a quien el santo ni quiso darse a conocer, por ser
maltratado y padecer por amor del Señor. Cinco años estuvo allí desconocido de
todos, hasta que entendiendo que se llegaba el fin de su peregrinación, se armó
con los santos Sacramentos, y entregó su espíritu al Creador, siendo de edad de
treinta y dos años. En su muerte
tocaron alegremente por sí mismas las campanas, y se halló junto a su cuerpo
una tabla en que estaba escrito el nombre del santo, y la vida que había llevado
y el favor que alcanzaría del Señor a los que heridos de pestilencia implorasen
con viva fe su patrocinio.
Llevaron su sagrado cadáver con gran pompa a
la iglesia y le sepultaron honoríficamente, y su tío, que era hombre rico y principal,
le edificó un magnífico templo en el cual y en muchas partes Dios obró por san
Roque muchos milagros.
Reflexión: Creció más la devoción de los pueblos,
por el gran portento que sucedió en la ciudad de Constanza el año 1414; donde
celebrándose el Concilio, y siendo fatigada aquella tierra y comarca de una
grave pestilencia, se le hizo al santo una solemnísima procesión en la cual se
llevaba la imagen de san Roque, y luego cesó aquella terrible plaga y azote del
Señor. También se ha experimentado este mismo favor del santo en otras muchas partes
de manera que los pueblos, ciudades y provincias en su mayor aflicción acuden a
él, y le toman por intercesor, y por sus oraciones alcanzan del Señor el remedio
que no han podido hallar en los médicos humanos y en las medicinas del cuerpo.
Oración:
Rogámoste, Señor, que guardes con tu continua piedad a tu pueblo, y que, por
los méritos del glorioso san Roque, los libres de todo contagio de alma y cuerpo.
Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
“FLOS SANCTORVM”
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