El seráfico
y apostólico sacerdote San Cayetano, fundador de la orden de los Clérigos
regulares, llamados Teatinos, nació en la ciudad de Vicencia, del señorío de
Venecia, de padres no menos ilustres por su piedad que por su nobleza.
Resplandeció en él, desde su temprana edad, un señalado amor a la pureza, a la
caridad, y a la piedad con Dios y su Madre santísima: e hizo tales progresos en
las ciencias y virtudes, que se ganó mucha estimación con los príncipes y
prelados y con el papa Julio II, el cual le honró con le dignidad de protonotario
apostólico. Pero mayor fué la honra que recibió de la soberana Reina de los
cielos, la cual, en recompensa de la devoción que el santo le tenía, se le
apareció llena de claridad y hermosura, y le regaló poniéndole su divino hijo
en los brazos. Había entrado el santo en la Cofradía del Divino Amor que estaba
instituida en Roma, y pasando a Vicencia la estableció en aquella ciudad, y
prendió después el fuego de su amor divino en Venecia, Verona y otras ciudades,
en las cuales le llamaban con razón serafín en el altar, y apóstol en el
pulpito. Volviendo a Roma determinó fundar una religión de clérigos regulares,
que con sus letras, y su modestia y santa vida, honrasen mucho a la Iglesia de
Dios y la proveyesen de santos prelados, y confundiesen a los herejes. Favorecieron
los intentos del santo varias personas muy distinguidas, que andaban en los
mismos deseos, especialmente Pedro Carafa, y el papa Clemente VII, el cual
aprobó la nueva religión, que se llamó de los Teatinos por haber sido su primer
superior don Juan Pedro Carafa, que a la sazón era obispo de Teati, y después
fué sumo pontífice con nombre de Paulo IV. Vióse el santo muy maltratado y
preso con sus religiosos en un saqueo de Roma; mas nunca fueron tantas las penas
que le hicieron sufrir los soldados herejes, como las que deseaba padecer por
amor de Jesucristo; el cual una vez se le apareció y le convidó a poner sus
labios en la llaga del costado para que gustase la inefable suavidad de su amor
divino. Dice la Sagrada Rota que los resplandores de las virtudes con que fué
adornado san Cayetano, como de una preciosa vestidura, le acompañaron desde la
cuna hasta el sepulcro. Ocasionáronle su última enfermedad los alborotos suscitados
en Ñapóles (en 1547) por las resistencias que hicieron los enemigos de Dios y de
la Iglesia para estorbar que se estableciese allí el santo tribunal de la Inquisición:
y como el médico le ordenase que moderando sus penitencias, se acostase en cama
blanda y regalada, dijo el santo: Si mi Jesús murió en el duro leño de la cruz,
dejadme morir siquiera en un lecho de paja. Finalmente, recibidos los santos
sacramentos, tuvo un éxtasis maravilloso en que se le apareció la serenísima
Virgen acompañada de ángeles que llevaron aquella alma santísima a la patria
celestial.
Reflexión: Vean otra vez aquí los sectarios del
liberalismo quiénes han sido los amigos y quiénes los enemigos del santo Tribunal
de la Inquisición: porque han estado muy bien con él y lo han alabado mucho todos
los santos que desde que se fundó, han florecido en la Iglesia; y lo han aborrecido,
calumniado y procurado derrocar, todos los impíos, herejes y libertinos. Ruégote,
amado lector, que repares en esto para abrir los ojos y ver claramente esta
verdad, ya que los malos porfían aún en desfigurarla o encubrirla.
Oración: Oh Dios, que diste al
bienaventurado Cayetano tu confesor la gracia de imitar la vida de los
apóstoles; concédenos, por su intercesión y ejemplo, la gracia de poner en Ti
toda nuestra confianza, y desear solamente las cosas celestiales. Por
Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
“FLOS SANTORVM”
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