INTRODUCCIÓN.
Para mostrar al lector cómo son todavía hoy
la religiosidad, el ceremonial y la moral del judaísmo postbíblico, me serviré
sobre todo de las obras del rabino veneciano Leon da Modena (Historia di riti
hebraici, Venecia, 1678), del rabino convertido al catolicismo Paolo Medici
(Ritos y costumbres de los judíos, Turín, 1737), de Johannes Buxtorfius
(Synagoga judaica, Basilea, 1680), de Don Giulio Bartolocci (Bibliotheca magna
rabínica, Roma 1675-1683), de Elia S. Artom (Vita d'Israele, Roma, 4ª ed.,
1993) y de Elio Toaff (Essere ebreo, Milán, 1994).
EDUCACIÓN
INFANTIL.
A los doce años, los niños reciben una
explicación resumida de algunos pasajes del Antiguo Testamento (principalmente
la Torá, no los Profetas) y son instruidos principalmente en el estudio del
Talmud, mientras que los más dotados son aplicados al estudio de la Cábala.
El Talmud contiene blasfemias no solo contra
Nuestro Señor Jesucristo, sino también contra Dios Padre: «Dios reza, […] juega
tres horas al día, discute con los rabinos y es derrotado, los bienaventurados
del cielo no le creen, […] Dios puede pecar…». Medici afirma no haber leído
estas cosas en los libros de autores cristianos, sino haberlas «aprendido, en
mi infancia, de libros [judíos]» (P. MEDICI, op. cit., p. 27).
LA
AUTORIDAD DE LOS RABINOS.
Los jóvenes judíos que han continuado sus
estudios se denominan Maschil (eruditos) o Caver de Rab (compañero del rabino);
en un nivel superior, Chaham, que significa rabino o sabio. De entre estos, se
elige un rabino comunitario (Chaham de Kaàl) para cada ciudad, con la tarea de
resolver dudas sobre asuntos permisibles, oficiar matrimonios, declarar
divorcios y excomulgar a los criminales (P. MEDICI, op. cit., págs. 34-36).
LOS
SACERDOTES Y LOS LEVITAS.
Antes de que los judíos adoraran al becerro
de oro en el desierto, mientras Moisés hablaba con el Todopoderoso en el monte
Sinaí (c. 1280 a. C.), todos los primogénitos eran sacerdotes consagrados al
culto de Dios. Sin embargo, tras el pecado de idolatría, los levitas (de la tribu
de Leví) fueron elegidos en su lugar, con la particularidad de que solo la
familia de Aarón, de la tribu de Leví, sus hijos y sus descendientes estaban
destinados al sacerdocio; mientras que los miembros de las demás familias de la
tribu de Leví permanecieron como simples clérigos consagrados al culto de Dios.
Este sacerdocio de la familia de Aarón, de la tribu de Leví, perduró hasta la
venida de nuestro Señor Jesucristo.
No faltan, incluso en nuestros tiempos,
judíos mentirosos que afirman falsamente ser descendientes de la casa de Aarón
y se hacen pasar por sacerdotes. […] Esto es absolutamente falso, ya que con la
destrucción de Jerusalén y del Templo, [los judíos] perdieron todo conocimiento
de su tribu, de modo que no hay nadie que pueda afirmar con veracidad que
pertenece a esta o aquella tribu. (P. MEDICI, cit., págs. 44-45)
LAS
ORACIONES.
Los judíos suelen recitar el Kadish, que es
una alabanza a Dios, tras lo cual los presentes responden: «Amén». Los
talmudistas enseñan que en ese momento Dios sacude la cabeza y dice: «¡Ay del
Padre [Dios] que envió a sus hijos a la esclavitud, y ay de los hijos que se
ven privados de la mesa de su Padre!» (Ibíd., pág. 65). Esta es una costumbre
típicamente talmúdica de juzgar a Dios como impotente e incapaz de liberar a un
pueblo de la esclavitud.
SUEÑOS.
Es increíble la fe que los judíos depositan
en los sueños. Creen que la bondad o maldad de un sueño reside en su buena o
mala interpretación […]. El método que siguen para contrarrestar la maldad de
un sueño, cuando es desafortunado, es ayunar al día siguiente […]. El soñador
ayuna todo ese día y, al anochecer, se presenta ante tres rabinos […] a quienes
les dice siete veces […]: «He tenido un buen sueño». Y ellos le responden otras
tantas: «Has tenido un buen sueño, y bueno es, que Dios lo haga bueno». […] Los
judíos son tan crédulos en los sueños que no se les permite jurar en sábado,
salvo por causa de ellos…» (Ibídem, págs. 99-101).
La teoría de los sueños también juega un papel fundamental en el psicoanálisis freudiano, de origen talmúdico-cabalístico.