miércoles, 30 de julio de 2025

QUE HABLANDO CON PROPIEDAD, SOLA UNA COSA ES NECESARIA – Meditación. Por el Padre Jean Croisset. S.J.

 

 

   Considera que entre tantas cosas como nos ocupan, nos inquietan y nos fatigan en esta vida, sola una, hablando con propiedad, una sola es absolutamente necesaria; esta es, conseguir la salvación. Háyase hecho bien todo lo demás, obligaciones del estado, negocios de la mayor importancia, comercio lucrativo, comisiones de mucha honra, grandes empleos, cargos considerables, aunque todo esto se haya desempeñado con la mayor felicidad, si no se logra la salvación, nada se hizo, empleóse inútilmente el tiempo, estragóse la salud, y se consumieron los días vanamente. No es este un piadoso pensamiento de las almas devotas y timoratas, es una verdad eterna, es lo que todos pensarán y todos sentirán por toda la eternidad. No nos engañemos voluntariamente; aun antes que llegue la eternidad, todos convenimos en este punto. Esos grandes del mundo, esas gentes de negocios, esos mismos hombres que solo atienden a sus intereses y a sus gustos, esas mujeres profanas, empleadas total y únicamente en bagatelas; todos y todas antes de morir conocen que su grande y su único negocio es el negocio de la salvación; ¡Mi Dios, qué arrepentimientos y qué lágrimas costará algún día este conocimiento! ¡Con qué dolor, con qué desesperación se verá por toda la eternidad que lo que en vida fué objeto de nuestros deseos, materia de nuestros cuidados y de nuestros afanes, no merecía siquiera nuestra atención! ¡Qué dolor, cuando se verá que lo que llamábamos obligaciones de buena crianza, ocupaciones indispensables, negocios de importancia, por la mayor parte eran vanos entretenimientos, y que del negocio de la salvación no se hizo caso, dejándole para el fin de la vida como si fuera el menor de todos los negocios, y ni aun tratándole como negocio; cuando se verá, digo, que este era el único negocio que merecía toda nuestra atención, y pedía toda nuestra aplicación y vigilancia! Sin embargo, este gran negocio se postergó a todos los gustos, a todas las diversiones y a todas las inutilidades de la vida, para todo hubo tiempo menos para trabajar en la salvación; se quiso más perderle, malograrle en una tediosa ociosidad, en no hacer nada, que emplearle en pensar y en trabajar para aquella; todo se nos figuró indispensable diversiones, entretenimientos frívolos, visitas excusadas, todo pareció necesario menos aplicarse al negocio de la salvación; y entre tanto, todo fué inútil, todo se perdió si no se salió bien con este negocio. ¡Ah mi Dios, qué amargos son estos arrepentimientos cuando llegan tan tarde!

 

   Considera que de nada le sirve al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma. ¿Qué cosa podrá dar en equivalente a esta gran pérdida? ¿De qué les sirve ahora a aquellos hombres que metieron en el mundo tanto ruido, que brillaron en él con tanto esplendor, si al cabo se condenaron? ¿De qué les sirve a aquellos héroes de sus siglos, a aquellos emperadores, a aquellos reyes y a aquellos príncipes, ante quienes todo se inclinaba, a cuya satisfacción y a cuyos gustos todo contribuía, de qué les sirve al presente aquella magnificencia, aquellos tesoros, aquella gloria, si arden, si rabian, si se desesperan en el infierno en medio de las voraces llamas? Nada les faltó de cuanto podía contribuir a su gloria, a su poder, a su grandeza; dieron batallas, consiguieron victorias, tomaron plazas, conquistaron reinos enteros, en todo establecieron el buen orden y la policía; nada omitieron de lo que convenía a su gloria, pero no trabajaron en el negocio de su salvación; llego la muerte antes que llegase su conversión; ganaron todo el universo, y perdieron su alma; pues todo lo perdieron. Esos hombres entregados a su fortuna y a sus intereses, esos hombres siempre ansiosos y siempre hambrientos no vivieron ociosos, fué su vida una continua agitación, un perpetuo bullicio, trabajo y movimiento, sacrificaron su descanso, su salud y su misma vida a su fortuna, lográronla, murieron ricos, con inmensos bienes, pero los dejaron; y si no murieron en gracia de Dios, murieron pobres, todos sus afanes se consideran como sueños. No estuvieron en el mundo para ser ricos, sino para hacerse santos; esto era lo único necesario: abandonaron este negocio, y nada hicieron. Esas personas consagradas a Dios, que por entregarse única y seguramente al cuidado de su salvación hicieron tan grandes sacrificios, dejando el mundo; esas personas religiosas que desmintieron su primer fervor; que despues de sus primeros pasos se pararon en el camino, que se durmieron y se divirtieron, que por haber venido el esposo cuando iban a buscar aceite para cebar las lámparas, por no haber hecho a tiempo la provisión de lo único que era necesario, fueron condenadas y todo Io perdieron, ¿Qué dirán, qué pensarán ahora?

 

   ¡Ah Señor, y qué sería de mí si fuera este el último día de mi vida! Hasta ahora no he pensado en lo único que me era necesario, con que he perdido el tiempo y el trabajo; pero, Dios de las misericordias, pues te has dignado sufrirme hasta aquí, dignate tambien asistirme con tu gracia para que sean eficaces los propósitos que hago de no trabajar de hoy en adelante en otra cosa que en el negocio de mi eterna salvación.

 

“AÑO CRISTIANO”

(Año 1864).

martes, 29 de julio de 2025

LA ORACIÓN.


 

¿QUÉ ES LA ORACIÓN?

 

   Orar es levantar el pensamiento y el corazón o Dios para adorarle, darle gracias y pedirle lo que necesitamos.

 

   Decimos el pensamiento y el corazón: ambas cosas, no una sola.

 

   La oración —dice San Juan Crisóstomo— es la elevación del alma a Dios. La palabra alma significa aquí, todas sus fuerzas superiores, el entendimiento, la voluntad, el espíritu y el corazón, que es el centro del amor. Por consiguiente orar es levantar toda el alma a Dios-

 

   De aquí se deduce claramente que: No hace verdadera oración el hombre, aunque dotado de alma racional, si mientras reza maquinalmente con los labios, su pensamiento no está en Dios, sino en cosas muy distintas y por consiguiente el corazón, que sigue al pensamiento, tampoco tiene a Dios por objeto.

 

   No hace oración el filósofo o teólogo que piensa en Dios para estudiar sus divinas perfecciones, sin dirigirse a Él con la voluntad o con el afecto. Si para orar fuese suficiente levantar el pensamiento a Dios, también orarían el demonio y los condenados que siempre piensan y eternamente pensarán en Dios; pero su corazón y su afecto están por cierto muy lejos de Dios.

 

   Los santos Padres dicen que orar es hablar con Dios.

 

   “Cuando lees — enseña San Agustín — entonces Dios te habla; cuando haces oración, tú hablas a Dios”.

 

   La conversación familiar supone no sólo que se piense en la persona con quien se habla, sino que también se tenga algún afecto y buena voluntad hacia ella.

 

   Cómo ya se ha dicho en la definición, la finalidad de la oración para con Dios es: Adorarle, darle gracias, arrepentirse y pedirle lo que necesitamos.

LA PENITENCIA (Ejemplos).


 

   Entró en cierto convento un hombre muy rico, honrado y criado en regalos; y luego que el demonio vio la mudanza de su vida, le acometió representándole la aspereza de la Orden y le tentaba fuertemente para que la abandonase y volviese al siglo. Tan violenta fue la tentación que el fraile determinó salirse de la Orden; y estando en esta resolución, pasó delante de un crucifijo y se encomendó a su misericordia. Aparecióle en esto nuestro Señor y le preguntó:

 

   – ¿Por qué te vas hijo?


   – Señor, respondió, yo me crié en el mundo en mucho regalo y así no puedo sufrir la aspereza de esta Religión, especialmente en el comer y vestir.  

 

   EI Señor, levantando el brazo derecho, mostróle la llaga de su costado manando sangre y díjole:

 

   – Extiende el brazo, y pon aquí tu mano, y úntala con la sangre de mi costado, y cuando te viniere a la memoria algún rigor o aspereza, mójala con esta sangre, y todo, por dificultoso que sea, se te hará fácil y suave.

 

   Y haciendo el novicio lo que el Señor le mandó, a cualquier tentación que le venía, traía a su memoria la pasión de Cristo, y luego se le convertía todo en gran suavidad y dulzura. ¿Qué cosa puede parecer áspera a un hombrecillo y vil gusano, mirando a Dios coronado de espinas y enclavado en una cruz por su amor? ¿Qué no sufrirá y padecerá por sus pecados el que ve padecer tanto por los ajenos al Señor de la majestad?

 

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   — San Pedro de Alcántara, uno de los santos más penitentes, se apareció después de muerto a Santa Teresa de Jesús y le dijo: ¡Oh dichosa penitencia, que tanta gloria me ha valido!

 

   — Los que no quieren hacer penitencia en este mundo, tendrán que hacerla, mal de su grado, en el otro, por toda la eternidad, como dice el Evangelio: “Si no hiciéreis penitencia, todos pereceréis” Luc. Xlll, 5).

lunes, 28 de julio de 2025

MIENTRAS QUEDE ALGO POR SALVAR – Por el Padre Leonardo Castellani. – Tomado de la publicación: (“Patria Argentina” N° 266. Año 2010).



   …Mis amigos, mientras quede algo por salvar, con calma, con paz, con prudencia, con reflexión, con firmeza, con imploración de la luz divina, hay que hacer lo que se pueda por salvarlo. Cuando ya no quede nada por salvar, siempre y todavía hay que salvar el alma.

   (¿Qué me importa a mí de vuestros cines, de vuestros teatros, de vuestras fiestas, de vuestros homenajes, de vuestras revistas, de vuestros diarios, de vuestras radios, de vuestras milongas, de vuestras universidades, de vuestro negocios, de vuestra politiquerías, de vuestros amores, de vuestros discursos, oh rumiantes.

   Oh rumiantes de diarios, empachados de cine y ebrios de palabrerías. Dentro de pocos años os espero en la Chacarita.)

   Es muy posible que bajo la presión de las plagas que están cayendo sobre el mundo, y de esa nueva falsificación del catolicismo que aludía arriba, la contextura de la cristiandad occidental se siga deshaciendo en tal forma que dentro de poco no haya nada que hacer, para un verdadero cristiano, en el orden de la cosa pública.

   Ahora, la voz de orden es atenerse al mensaje esencial del cristianismo: huir del mundo, creer en Cristo, hacer todo el bien que se pueda, desapegarse de las cosas criadas, guardarse de los falsos profetas, recordar la muerte. En una palabra, dar con la vida un testimonio de la verdad y desear la vuelta de Cristo.

   En medio de este batifondo, tenemos que hacer nuestra salvación cuidadosamente, al modo que el artista con los materiales a su alrededor hace su obra, adentro de sí mismo primeramente. No hay nada que no pueda servir, si uno es capaz de pisarlo, para hacer escala a Dios

   …Ni con el juicio oral, ni con el juicio político, ni con la Suprema Corte va a curar nada, mientras los argentinos de hoy seamos lo que somos, esencialmente descangayados, mientras perdure el desorden y el histerismo actual y la gran maquinaria invisible de ese desorden y ese histerismo, vigilada celosamente por el Ángel de las Tinieblas.

   Pero eso sí, que no pongan sobre esa maquinaria, ni sobre lo que es puramente terreno (como Sarmiento, Chapultepec y la democracia), que todo es mortal y contaminado, ni a la persona de Cristo, ni su Nombre, ni su Corazón, ni la imagen inviolable de la Mujer que fue su Madre. Con esto sí que no hay reconciliación. Contra esto hay guerra perpetua. Mientras yo tenga vida, mi función (y para eso me alimenta el pueblo cristiano) es luchar contra el error religioso, la mentira en el plano de lo sacro y el Padre de la Mentira. Sin eso no puedo salvar mi alma, ni me es lícito dormir, ni comer siquiera.

   Yo no sé de cierto si estamos o no cerca del fin del siglo, tal como estoy cierto que yo estoy cerca de dejar pronto este encantador Siglo Veinte. Pero lo sospecho. Y lo deseo. El fin del siglo es el retorno de Cristo. Para ver el retorno de Cristo vale la pena pagar entrada.

   Cristo anunció que esa entrada no sería barata. Pero que valía la pena.

   Veni, Dómine Jesu.

 

Villa Devoto, 24 de febrero de 1945.

 

 

 

   

 

domingo, 27 de julio de 2025

EL ÚLTIMO CIGARRO (Sobre el examen de conciencia diario) – Por El Apostolado de la Prensa (Año 1894).


   Mi  padre era hombre cabal, honrado,  y cristiano viejo a pedir de boca; pero poco versado en disciplinas literarias.

 

   Esta circunstancia no le perjudicó; porque poseía tan buen sentido y obraba con tanta prudencia y rectitud, que parecía saberse de memoria los más famosos tratadistas de moral y conocer los secretos y profundidades de esa ciencia, pomposamente titulada la sociología.

 

   ¿Que dónde aprendió todo esto?

   Indudablemente en los ejemplos de mis abuelos primero, y después a los pies de Jesucristo.

 

   Pero no vayan a creer que mi padre se pasaba el día en el templo: en honor de la verdad debo declarar que toda su piedad ostensible consistía en oír Misa todos los días muy temprano y rezar una parte del Rosario en familia.

 

   Un día, de triste recuerdo para mí, consentí en acompañar a unos amiguitos y condiscípulos a cierta casa de campo cercana a la población. Éramos todos tan jovencitos, que el mayor tenía once años, y entre otras cosas que aprendí aquella tarde, aprendí a fumar. El primer cigarro me causó tales ansias y angustias, que no son para recordarlas; creí morir y formé propósito serio de no repetir la gracia. Pero el ejemplo que un día y otro me dieron mis condiscípulos, venció mis repugnancias, y algunas semanas después fumaba como un carretero.

 

   No tardó mi madre en enterarse de la novedad que me valió un sermón de primera, acompañado de ciertas caricias inolvidables.

 

   Mi padre tardó en saberla poquísimo tiempo, y me temía una segunda zurra corregida y aumentada, cuando, con gran asombro mío, supe por mi hermana mayor que nuestro padre no dio importancia a la cosa. Con lo cual excuso decir que mis bríos crecieron hasta un extremo que Dios me lo perdone; pero fué la única vez que miré a mi madre por encima del hombro.

 

   Algunos años después abandoné a mis padres. Dios sabe hasta cuándo. Momentos antes de salir de aquella casita blanca que llevo enclavada en el alma, me llamó aparte mi padre. Entre otras advertencias que me hizo, esta última fué la que, por su novedad, quedó más grabada en mi alma:

 

   —Hijo mío —me dijo, enjugando las lágrimas que cubrían sus ojos—quiero que me prometas una cosa antes de separarnos.

sábado, 26 de julio de 2025

LA NEORELIGIÓN DEL HOLOCAUSTO – Por Don Curzio Nitoglia.


 


Una contra religión en un mundo al revés – Por Don Curzio Nitoglia

 

   Abraham H. Foxman, director de la Liga Antidifamación de B'nai B'rith, dijo: “El Holocausto no es simplemente un caso de genocidio, sino un ataque casi exitoso contra las vidas de los hijos elegidos de Dios y, por lo tanto, contra Dios mismo” (cit. en Peter Novick, Nach dem Holocaust, Stuttgart, Deutsche Verlags-Ansalt, 2011, p. 259).

 

   Para el judaísmo talmúdico, la Shoá tiene significado religioso porque Israel es el “dios” de la humanidad y Jesús es un impostor. Por lo tanto, los cristianos no pueden ignorar este falso “dogma”, que destruiría la fe del Evangelio. Negarse a hacerlo implicaría negar implícitamente la singularidad del Holocausto de Cristo, el único Redentor de toda la humanidad.

 

   La teología católica enseña que el judaísmo es responsable de la muerte del Verbo Encarnado, verdadero Dios y verdadero Hombre. Todos los Padres de la Iglesia (Tradición), basándose en la Sagrada Escritura y el Magisterio (cf. Pío XI, Mit brennender Sorge, 1937), lo afirman.

miércoles, 23 de julio de 2025

EL FARISEO Y EL PUBLICANO (San Lucas. XVIII, 9 y sig.) – Del Apostolado de la Prensa (Año 1894).


 

   Dos hombres, dijo Jesús a sus discípulos, subieron al templo a orar. Uno de ellos era fariseo, esto es, de aquella secta que hacia profesión de observar más fiel y escrupulosamente que todos los demás hebreos la Ley mosaica; secta que se creía la depositarla de las tradiciones de Israel y cumplidora exacta de los divinos mandamientos. Los fariseos eran muy populares en Judea y Galilea; la muchedumbre los tenía por santos. No todos ellos eran hombres moralmente malos; los había de bonísima fe que creían servir a Dios rectamente, cumpliendo con exactitud nimia las prácticas y costumbres farisaicas; otros, muchos de ellos, eran unos bribones de marca mayor que, se arrimaban al fariseísmo hipócritamente, para deslumbrar sencillas con el aparato externo y vano de una santidad o perfección aparentes. Pero como sectarios, todos eran detestables; para ellos el amor a la religión no se fundaba en amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ellos mismos; su afectada piedad era orgullo; su celo por la Ley era un espíritu de intolerancia, de ridícula intransigencia, de odio feroz a todo lo que no sea israelita, a todo lo que no sea farisaico. Porque ellos se figuraban neciamente que eran los únicos buenos, los únicos a quienes Dios miraba con cariño y complacencia, los únicos que Abraham reconocía como suyos, pues fuera de su gremio no había, según los fariseos, salvación para los individuos, ni para las sociedades.

 

   El otro hombre que subió al templo a orar era un publicano, o sea uno de los recaudadores de contribuciones que había en Judea. Los israelitas pagaban con gusto la contribución que, según su Ley, debían al templo para el sostenimiento del culto y del orden sacerdotal; pero los tributos al César, o sea al poder temporal, considerábanlos como un odioso impuesto, como un signo de servidumbre que sólo satisfacían por la fuerza. De aquí que odiasen y despreciasen, hasta el extremo de no querer alternar con ellos, a los que se prestaban a servir el oficio de recaudador de contribuciones. Y consecuencia de este desprecio era que ninguna persona regular, de las que en algo se estiman, tomase aquel oficio. Los publícanos se reclutaban en la hez de la población. No había crimen, ni bajeza de que no se reputase capaces a tales desgraciados que por un pedazo de pan arrostraban el encono despreciativo de todo un pueblo.

 

   El fariseo y el publicano subieron al templo, y oraron. El fariseo, puesto en pie, oraba en su interior, diciendo: «Gracias te doy, Dios mío, porque yo no soy como los otros hombres, que son injustos, ladrones, adúlteros, asi como es este publicano, sino que, por el contrario, ayuno dos veces por semana, y de todo lo que poseo, pago mis diezmos al templo.»

 

   Pero el publicano oraba, sin fijarse para nada en aquel fariseo que tenía delante. Habla buscado para prosternarse el lugar más escondido del templo; no se atrevía ni aun a levantar los ojos, se golpeaba humildemente el pecho, y sólo decía: «Dios, muéstrate propicio a mi pecado.»

 

   Jesús, después de pintarnos con su divina palabra este contraste, pronunció la sentencia siguiente: «Os digo que el publicano, y no el fariseo, descendió justificado a su casa; porque todo hombre que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado.»

 

   ¡Qué sublime lección! |Qué divina enseñanza! Aquí puede decirse que por un acto de su infinita misericordia, Jesús nos muestra con deslumbradora claridad el hondo misterio de la esencia de la religión, el espíritu de todos los preceptos religiosos. En el pozo de la Samaritana nos enseñó que al Padre hay que adorarle en espíritu y en verdad; en el atrio del templo arroja s latigazos a los que comercian con las cosas santas; en la parábola del fariseo y del publicano arroja para siempre de su casa a los soberbios, a los hombres de espíritu mezquino que convierten la religión en vana rutina, en motivo de orgullo, para despreciar a sus hermanos, que se creen perfectos; porque son soberbios, que creen amar a Dios; porque odian a sus semejantes.

 

   En esta parábola puede decirse que Jesús nos muestra todo el fondo de piedad, de amor, de dulzura, de humildad, de misericordia de su Corazón sacratísimo. Ese, ese es el Corazón de nuestro divino Maestro; dentro de ese Corazón no cabe el fariseo, aunque ayunase dos veces por semana, y pagase religiosamente los diezmos, y cabe el publicano, aunque pecador; porque el fariseo era soberbio y el publicano era humilde; porque el fariseo quería ensalzarse y el publicano se humillaba.

lunes, 21 de julio de 2025

LIMOSNAS POR LOS DIFUNTOS. HACER DECIR MISA POR LOS DIFUNTOS PUEDE LABRAR UNA GRAN FELICIDAD.

 



   Comentario de Nicky Pío: Como ya saben, los lunes, la Iglesia dedica este día, muy especialmente, a las Ánimas del Purgatorio. Si van a Misa aunque sea con pocas monedas, o en la medida que puedan, manden decir Misa por los difuntos. Acá le dejo un bello ejemplo de esta práctica tan piadosa y querida por Dios, y los beneficios que se acarrean, en esta y en la otra vida, los que lo hacen.

 

   Tenía una pobre mujer napolitana una numerosa familia que mantener, y a su marido en la cárcel, encerrado por deudas. Reducida a la última miseria, presentó un memorial a un gran señor, manifestándole su infeliz estado y aflicción; pero con todas las súplicas no logró más que unas monedas.

 

   Entra desconsolada en una iglesia, y encomendándose a Dios, siente una fuerte inspiración de hacer decir con aquellas monedas una Misa por las Ánimas, y pone toda su confianza en Dios, único consuelo de los afligidos.

 

   ¡Caso extraño!

 

   Oída la Misa, se volvía a casa, cuando encuentra a un venerable anciano, que llegándose a ella le dice: “¿Qué tenéis, mujer? ¿Qué os sucede?” La pobre le explicó sus trabajos y miserias. El anciano consolándola le entrega una carta, diciéndole que la lleve al mismo señor que le ha dado las monedas.

 

   Éste abre la carta, y ¿cuál no es su sorpresa cuando ve la letra y firma de su amantísimo padre ya difunto? ¿Quién os ha dado esta carta? —No lo conozco, respondió la mujer, pero era un anciano muy parecido a aquel retrato; sólo que tenía la cara más alegre. Lee de nuevo la carta, y observa que le dicen: “Hijo mío muy querido, tu padre ha pasado del Purgatorio al cielo por medio de la Misa que ha mandado celebrar esa pobre mujer. Con todas veras la encomiendo a tu piedad y agradecimiento; dale una buena paga, porque está en grave necesidad”. El caballero, después de haber leído y besado muchas veces la carta, regándola con copiosas lágrimas de ternura: “Vos, dice a la afligida mujer, vos, con la limosna que os hice, habéis labrado la felicidad de mi estimado padre; yo ahora haré la vuestra, la de vuestro marido y familia”.

 

   En efecto, pagó las deudas, sacó al marido de la cárcel, y tuvieron siempre de allí en adelante cuanto necesitaban y con mucha abundancia. Así recompensa Dios, aun en este mundo, a los devotos de las benditas Ánimas.

 

 

“ÁNCORA DE LA SALVACIÓN”

 

viernes, 18 de julio de 2025

ENTRE DOS MUNDOS – Pensamientos para el mes de julio.


 


   ¿Por qué sufre tanto el hombre en el mundo? ¿Por qué? Es la pregunta dolorosa, inquietante y desesperada de toda filosofía, toda religión, todo sabio. Tenemos una sed y un hambre insaciables de una felicidad que no se encuentra en ningún otro lugar.

 

   “¿Queréis saber”, dice Lammenais, “¿por qué el hombre es la criatura más sufriente? Es porque tiene un pie en lo finito, y el otro en lo infinito, y está como descuartizado, no por cuatro caballos, como en los tiempos del horror, sino por dos mundos” Es el mundo terreno que tira para un lado, y el mundo espiritual que tira para el suyo.

 

   Esta es la razón última de nuestro sufrimiento. Dotados de un corazón de anhelos infinitos, creados a imagen y semejanza del Eterno, ¿cómo puede lo finito y lo efímero satisfacernos? Y buscamos con locura la felicidad eterna en lo temporal, la satisfacción de un deseo infinito en lo finito. ¿Y cómo no sufrir? ¡Oh, el anhelo eterno que nos devora! ¡Cuántos tormentos sufren los genios, los santos, los artistas, las almas nobles, más perfectamente dotados de este sentido de lo Infinito y lo Eterno! El hombre animal, no es el hombre completo. Hay en nosotros carne y espíritu. Esta dualidad hostil fue así analizada por el genio de San Pablo:

 

   “La carne codicia contra el Espíritu, y el Espíritu codicia contra la carne.”

 

   Llevamos dentro de nosotros dos hombres: el animal y el espiritual. Pascal diría el Ángel y la Bestia. Uno tiende hacia lo Infinito, el otro hacia lo finito, uno hacia lo Eterno, el otro hacia lo efímero. Y nos encontramos entre dos mundos, en esta lucha con la que ninguna guerra, ningún combate, puede compararse. ¿Cómo, entonces, no sufrir? ¡Y es singular! Es en esta lucha, en esta guerra librada, como nos enseña el Evangelio, que encontramos la paz, la dulce paz que Jesús vino a traernos.

 

Pensamientos para cada día del año. Tomado del “Breviario de la Confianza” Monseñor Brandão, Ascânio. Año 1936.


miércoles, 16 de julio de 2025

CONMEMORACIÓN DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA DEL MONTE CARMELO – Por Dom Próspero Gueranguer (El año litúrgico).


 



EL MONTE CARMELO.

 

   — A los que han tenido la dicha de hacer la peregrinación a los Santos Lugares de Palestina, nunca se les borrará de la memoria su paso por el monte Carmelo. Esta montaña que domina desde 170 metros de altura a la ciudad de Caiffa y al Mediterráneo, es una de las más hermosas de toda Palestina. Es, sin duda, una de las más célebres y su paisaje encantador ha excitado el entusiasmo de Oriente, e inspirado numerosas comparaciones poéticas de la Sagrada Escritura. Cuando el Esposo del Cantar de los Cantares desea poner más de relieve la hermosura de su Esposa, no encuentra expresión más adecuada que comparar su cabeza con el monte Carmelo: "Caput tuum ut Carmelus." Cuando Isaías nos presenta el esplendor y gloria del futuro Mesías, le pinta coronado con la gloria del Líbano y revestido de todas las bellezas del Carmelo: "Gloria Libani data est ei, decor Carmeli et Saron." Y nos muestra la gran estima que debemos tener a este santo monte cuando dice que la justicia habitará en la soledad y la santidad tendrá su lugar sobre el Carmelo: "Habitabit in solitudine iudicium, et iustitia in Carmelo sedebit." Finalmente Dios mismo por boca de otro Profeta le colma de elogios, llamando al Carmelo, su tierra, su herencia: "Terram meam et hereditatem meam", y a Jerusalén le prometió: "En el día de mi amor, te saqué de Egipto a la tierra del Carmelo", como si este nombre encerrara en si todos los bienes con los que quería enriquecer a su pueblo, es decir a la Iglesia y a cada uno en particular.

 

LA MONTAÑA MARIANA.

 

   — Lo que da más realce a este santo monte es, además de la morada de Elias y la victoria que alcanzó sobre los profetas de Baál, es la célebre visión que nos describe el primer libro de los reyes. Hacía tiempo que una gran sequía asolaba la tierra de Israel. Elias, conmovido por los sufrimientos de su pueblo, "subió a la cumbre del Carmelo y postrándose en tierra y poniendo el rostro entre las rodillas, dijo a su siervo: Sube y mira hacia el mar. Subió, miró y dijo: No se ve nada. Elias le dijo: Vuelve hacerlo siete veces. La séptima vez dijo el siervo: Veo una nubecilla como la palma de la mano de un hombre". Poco después el cielo se oscureció, se levantó fuerte vendaval y cayó agua en abundancia. Todos los exegetas y místicos ven en esta "nubecilla, nubécula parva", una imagen profética de la Virgen María, que por la encarnación dió la vida y fecundidad al mundo. El primer Responsorio de la fiesta de los Santos del Carmelo lo dice expresamente; "Elias oraba sobre la cumbre del Carmelo y en el símbolo de una nubecilla vió a la insigne Virgen. A los que Elias se revela así la amarán a causa de todas las maravillas que les manifestará esta visión." De hecho la Iglesia ha aprobado esta interpretación, añadiendo a los títulos gloriosos de la Santísima Virgen el de Nuestra Señora del Carmen y nos invita ella también a nosotros como el profeta con estas palabras: "Sube y mira."

 

LA ORDEN DEL CARMEN.

 

   — La tradición de la Orden del Carmen sostiene que los solitarios que moraron en esta santa cumbre, aun antes del cristianismo, honraron con verdadero culto a la que debía engendrar al Mesías. Aseguran también que muchos recibieron el Espíritu Santo el día de Pentecostés, teniendo después la dicha de gozar del trato y familiaridad con la Sma. Virgen. De esta entrevista se llevaron una veneración y amor tan particulares, que tuvieron la alegría de ser los primeros que edificaron una capilla en su honor, en el mismo lugar donde Elias la había visto en figura de una nubecilla.

 

   Desde sus comienzos el Carmen vuelve sus ojos a la Sma. Virgen y el libro titulado "La Institución de los primeros monjes" nos muestra a través de inexactitudes históricas, a la Orden dominada por las grandes figuras que encarna su ideal, cada una según su rango: Elias y la Virgen María: Siendo María para ellos la plenitud deslumbradora de la vida contemplativa, el modelo del servicio perfecto debido al Señor y la entrega total a su voluntad.

 

EL ESCAPULARIO.

martes, 15 de julio de 2025

MEDITACIÓN DE LA DEVOCIÓN Á LA SANTÍSIMA VIRGEN – Por el Padre Jean Croisset.


 

    Considera que lo que excita más el amor y la devoción a una persona es el mérito, la gratitud y el poder, La base, por decirlo así, de la devoción que se profesa a los santos, es el concepto que se forma de sus virtudes, la experiencia de lo mucho que pueden con Dios, el conocimiento de su inclinación a hacernos bien, y la memoria de las gracias y beneficios que se han recibido por su intercesión. Admiramos sus virtudes, veneramos y respetamos su poder, en esto, y singularmente en su caridad con los que están unidos a ellos con una misma unión, fundamos nuestra confianza.

 

   Pues ahora, entre todos los santos que están en la patria celestial, ¿cuál de ellos tuvo más sublime santidad, cuál tiene más poder con Dios, ni de quién hemos recibido tantos beneficios como de la santísima Virgen? Más pura, más santa, más perfecta desde el primer instante de su vida que todos los santos juntos en la hora de la muerte.

 

   ¿Qué trono hay en el cielo más elevado que el suyo, superior al de todos los espíritus bienaventurados? Solo el trono de Dios es superior al trono de María. ¿Pues qué honores, mi Dios, qué homenajes no se le deben tributar? ¡Cuánto respeto, cuánta devoción, cuánto culto le debemos rendir! Es la Madre de Dios, la Reina del cielo, la Soberana del universo, la Emperatriz de los ángeles y de los hombres; no debemos, pues, admirarnos de que la veneración, la ternura y la sólida devoción a la Madre de Dios haya comenzado, por decirlo así, con la misma Iglesia; ¡Qué veneración tan profunda, qué devoción tan tierna (dice san Ildefonso) profesaron los apóstoles a la Madre del Salvador! Por satisfacer a la devota curiosidad de los primeros cristianos hizo san Lucas tantos retratos de la Virgen.

 

   Aseguran algunos autores que, aun viviendo esta Señora, le consagraron los fieles muchas capillas y oratorios. ¡Con qué elocuencia y con qué celo predicaron a los fieles las grandezas de María todos los padres de los primeros siglos, exhortándolos a una viva confianza en su poderosa protección! ¡Qué consuelo, Virgen santa (exclama san Epifanio) el de estar consagrados a vos desde nuestra tierna infancia! ¡Qué dicha la de vivir a la sombra de vuestro patrocinio! Amemos a María (dice san Bernardo), amémosla con la mayor ternura; jamás se desprenda de nuestros labios su dulcísimo nombre; esté perpetuamente grabado en nuestro corazón. ¡Oh, y qué copioso manantial de gracias es la devoción a la Virgen!

 

“AÑO CRISTIANO”

Santoral.

viernes, 11 de julio de 2025

LAS CAIDAS – Del “Ramillete de Flores Salesianas”


 

   Reflexionemos esto: ¿será mejor que en nuestro jardín haya espinas, para tener rosas, o que no haya rosas, por no tener espinas?

 

   Cuando nos acontezca caer, por los repentinos ímpetus del amor propio o de nuestras pasiones, prosternémonos delante de Dios tan luego como podamos, y digamos en espíritu de confianza y de humildad:

 

   ¡Señor, misericordia, porque soy débil!

 

   Volvamos a levantarnos en paz y tranquilidad, reanudemos el hilo de nuestro amor, y luego continuemos nuestra obra. No es necesario ni romper las cuerdas ni abandonar la lira, cuando se observa su desafinamiento. Debe aplicarse el oído para examinar de dónde viene el desconcierto, y estirar o aflojar dulcemente la cuerda, según el arte lo requiera.

 

   Preciso es, pues, corregir a nuestro corazón dulce y tranquilamente, y no excitarlo ni turbarlo más. Pues bien, debemos decirle: corazon mío, amigo mío, en el nombre de Dios ten valor; caminemos, estemos vigilantes, levantémonos juntos, que ya a nuestro socorro vine, el Señor.

 

   — ¡Ah! seamos caritativos con nuestra alma, no la regañemos cuando veamos que no ofende a Dios gravemente. Si Dios os deja tropezar, eso será para haceros conocer que si Él no os tuviera, caeríais completamente, y a fin de que os cojáis más fuertemente de su mano.

 

  

lunes, 7 de julio de 2025

Alegría del espíritu – Por el Rmo. P. D. Carlos José Quadrupani Bernabíta.

 



   A excepción del pecado no hay mal mayor que la tristeza, dice San Francisco de Sales. Algunas personas para llevar la vida recogida, llevan una vida melancólica. ¡Error grande! El recogimiento nace del espíritu y del amor de Dios, la melancolía del espíritu de tinieblas.

 

   Conservad firmemente el gran principio de San Francisco de Sales, a saber, que todo pensamiento que inquieta, jamás viene de Dios, que es Rey de paz, y habita en los corazones pacíficos.

 

   Es preciso, por tanto, tomarse alguna recreación; de otra suerte el espíritu queda oprimido, y por lo mismo más fácil a entristecerse. Por otra parte, dice Santo Tomás de Aquino, que la fuga de toda honesta diversión puede hacer culpable a la persona. La virtud se halla puesta en el orden; y todo exceso, oponiéndose al orden, ultraja a la virtud.

 

   La recreación en medio de nuestras ocupaciones ha de ser como la sal en la comida: demasiada sal vuelve disgustada la comida; nada de ella la deja insípida en extremo.

 

   No debe señalarse igual cantidad de comida a todas las personas, porque algunas necesitan más alimento que otras: así también sucede en la recreación. Divertíos pues a proporción de la necesidad de vuestro espíritu, de la calidad de vuestras ocupaciones, y de vuestro más o menos melancólico humor.

 

   Más si observáis que la melancolía entra en vuestro corazon, distraeréis ocupándoos en contrarios objetos, buscando compañía, aunque sea con vuestros domésticos, leyendo cosas indiferentes, paseando, cantando, haciendo de todo para impedir la entrada de enemigo tan terrible. El pensamiento melancólico es como el sonido de la trompeta enemiga, que convida a los demonios para combatirnos.

 

 

“PARA TRANQUILIZAR LAS ALMAS TIMORATAS EN SUS DUDAS.” (1816).

 

sábado, 5 de julio de 2025

¿QUO VADIS, DOMINE? – Pensamientos para el mes de julio.

 


   Cuentan las tradiciones romanas que San Pedro huía, temeroso, de la persecución de Nerón cuando se encontró con Jesús en el camino, con la cruz a cuestas.

 

   «¿Adónde vas, Señor?», pregunta el apóstol. «A Roma», responde Jesús, «y a ser crucificado de nuevo».

 

   Pedro comprendió la lección. 


   Regresó y se sometió valientemente al martirio. Jesús sigue sufriendo. Y hasta el fin de los tiempos llevará sobre sus hombros heridos el enorme peso de nuestros pecados.

 

   La pasión de Jesús continúa en el Sagrario, en el Altar, en el seno de la Iglesia. En el Sagrario, abandonado; en el Altar, profanado; en los hijos ingratos de la Santa Iglesia; en esa legión de almas tibias, cobardes ante la cruz y la persecución de los malvados.

 

   Y cuando huyes del sufrimiento y no quieres luchar por el amor de Dios en este doloroso deber, en esta difícil labor de apostolado y en la vocación a la que has sido llamado, Jesús se te presenta en el camino de la vida con su cruz. ¿Y adónde va? Al Calvario de tu corazón ingrato, donde será crucificado una vez más. Pregúntale como lo hizo San Pedro:

 

   “¿Adónde vas, Señor?” – “¿Quo vadis, Domine?”

 

   ¡Y que la respuesta del Señor, como al Apóstol, os haga retroceder con valentía, luchar por vuestra salvación eterna y sufrir en unión con los méritos de la Sangre Divina derramada en la cruz!

 

Pensamientos para cada día del año. Tomado del “Breviario de la Confianza” Monseñor Brandão, Ascânio. Año 1936.

 

 

 


jueves, 3 de julio de 2025

El amor divino triunfa de todo – Por San Alfonso María de Ligorio


 

   Fuerte como la muerte es el amor. Así como la muerte nos desprende de todos los bienes de la tierra, de todas las riquezas, de todas las dignidades, de todos los parientes y amigos, y de todos los deleites mundanos, así cuando reina en nuestros corazones el amor divino, arranca de nosotros todo apego a los bienes de este mundo. Por esto se ha visto a los Santos despojarse de cuanto les ofrecía el mundo, renunciar las posesiones, las altas posiciones y todo lo que tenían, y se han retirado s los desiertos o a los claustros para no pensar más que en Dios.

 

   El alma no puede existir sin amar al Criador o a las criaturas. Examinad a un alma exenta de toda afección terrestre: la encontraréis llena del amor divino. ¿Querernos saber si somos de Dios?  Preguntémonos si estamos despegados de todas las cosas terrenas.

 

   Se quejan algunos de que en los ejercicios piadosos, en sus oraciones, en sus comuniones, en sus visitas al Santísimo Sacramento, no encuentran a Dios. A estos es a quien Santa Teresa dice: Desprended vuestro corazón de las criaturas, y después buscad a Dios, que ya le hallaréis.

 

   No siempre encontrarán las dulzuras espirituales que el Señor no da continuamente en esta vida a los que le aman, sino sólo de cuando en cuando, a fin de aficionarlos a las inmensas dulzuras que les tiene preparadas en el paraíso. Con todo, les deja saborear aquella paz interior, que supera todos los placeres sensuales ¿Puede haber delicia mayor para un alma enamorada de Dios, que poder exclamar con verdadero afecto: Mi Dios y mi todo? San Francisco de Asís pasó una noche entera en un, éxtasis celestial, y durante toda ella repetía de continuo: ¡Mi Dios y mi todo!

 

   Fuerte corno la muerte es el amor. Si viésemos que algún moribundo se llevaba algo de acá abajo, eso sería señal de que no estaba muerto: la muerte nos priva de todo. El que quiere ser, enteramente de Dios, lo debe abandonar todo; si retiene algo, su amor al Señor será débil e imperfecto.

 

   El amor divino nos despoja de todo. Decía el Padre Segneri, el joven, gran siervo de Dios: El amor de Dios es un ladroncillo simpático que nos despoja de todo lo terreno.

 

   A otro siervo de Dios, que había repartido a los pobres cuanto poseía, le fué preguntado, qué era lo que le había reducido a tanta pobreza, y él, sacando el Evangelio de su seno, respondió: Ved ahí lo que me ha despojado de todo.

 

   En suma, Jesucristo quiere poseer nuestro corazón por entero, y no quiere sociedad con nadie en esta posesión. Dice San Agustín, que el Senado romano no quiso decretar la adoración de Jesucristo, porque decía que era un Dios orgulloso por cuanto quería ser él solo el adorado. Y así es. Siendo él el único Señor nuestro, justo es que él solo quiera ser amado y adorado por nosotros con puro amor. San Francisco de Sales dice, que el puro amor de Dios consume todo lo que no es Dios. Así pues, cuando se alberga en nuestros corazones cualquier afición o cosa que no es Dios ni por Dios, debemos ahuyentarla al punto diciendo: ¡Fuera! no hay aquí lugar para ti. En esto consiste aquella renuncia total que el Salvador tanto nos recomienda si queremos ser suyos del todo. Total, es decir, de todas las cosas y especialmente de parientes y de amigos.

 

   ¡Cuántos por agradar a los hombres dejan de hacerse santos! David dice, que los que se esmeran en agradar a los hombres son despreciados de Dios.

   Pero sobre todo debemos renunciar a nosotros mismos, domando el amor propio. Maldito amor propio que quiere entrometerse en todo, aun en nuestras obras más santas, poniéndonos delante la propia gloria el propio gusto.

 

   ¡Cuántos predicadores pierden por esto todos sus trabajos! Muchas veces, aun en la oración, en la lectura espiritual el en la Sagrada Comunión, se introduce algún fin no puro, como hacerse ver, o sentir dulzuras espirituales.

 

   Debemos, pues, dedicar todo nuestro esmero a domar este enemigo, que nos hace perder las mejores obras, Debemos privarnos, cuanto nos sea dable, de todo lo que más nos agrada: privarnos de aquel pasatiempo: servir al hombre ingrato, precisamente porque nos es ingrato: tomar aquella medicina amarga, precisamente porque es amarga.

 

   El amor propio quiere que creamos que no es buena una cosa sino cuando él se halla satisfecho. Pero el que quiere ser todo de Dios, es menester que cuando se trata de alguna cosa de su gusto, se haga fuerza y diga siempre: Piérdase todo y dese gusto a Dios.

 

   Por otra parte nadie está más contento en el mundo que quien desprecia todos los bienes del mundo: el que más se despoja de tales bienes, resulta más rico de gracias divinas.

 

   Asi sabe el Señor premiar a sus fieles amantes. ¡Dios mío! Vos conocéis mi debilidad: habéis prometido socorrer a los que ponen toda su confianza en vos. Señor, yo os amo, confió en vos: dadme fuerzas y hacedme todo vuestro.

 

   También espero en vos, ¡oh Virgen María! mi dulce protectora.