Después de Jesús y María, a quienes se acude siempre y en cualquier dificultad, ya en la oración, ya en los sacramentos. Existen personas muy especiales a las que Dios les dio un oficio muy particular. La sabiduría popular y piadosa los apodó cómo “Paño de lágrimas” o “pañuelo” si lo prefieren. No me refiero a aquellos que por su estado deben serlo, cómo una madre respecto de sus hijos, o un sacerdote respecto de sus fieles. Puede ser una amiga o un amigo, incluso algún familiar. Son personas que nos conocen bien, y desde largo tiempo, son los que probadamente, ya en las buenas, ya en las malas siempre están allí para uno. Vamos muy sucintamente a describir algunas de sus cualidades o virtudes.
Son personas “sensibles”, que sienten lo que
uno siente, es decir tienen una gran “compasión”, y la llamo así y no “empatía”,
pues la compasión es una expresión que significa entrañas, en el idioma que
hablaba Cristo, –según leí alguna vez– las entrañas es cómo el centro de los
sentimientos. Seguro escucharon la expresión “hijo de mis entrañas” cómo
diciendo “hijo de mi corazón”. Del mismo Cristo en varios pasajes del Evangelio
se dice que sintió “Compasión”…
Y ya que hablamos de corazón, estos “paños o
pañuelos de lágrimas”, tienen la capacidad de escuchar, no con el oído, sino
con el corazón, para lo cual se necesita una virtud rara en estos tiempos, “el
silencio interior”… Pues para oír bien, no debe haber barullo, ni inquietud en
quien escucha, sino sosiego,…con su silencio debe ahogar las lágrimas del que
sufre, todo ese aturdimiento en el mar de su propia alma, sin que eso le quite
su propia paz, por lo que inferimos son también almas cargadas de una gran
“mansedumbre”.
Cuando
ponen su hombro, donde el doliente recostará su cabeza, debe poder este, resistir
todo el peso del dolor ajeno, para lo cual se necesita una gran “fortaleza” de
espíritu.
Son personas “prudentes” les oirás dar pocos
consejos, y dedicarse más bien a acompañar, a consolar, y cargar junto contigo
la cruz que el Señor te envió. Hermoso gesto de amor el compartir una cruz que
Dios no le envió a uno.
Son almas siempre preocupadas y ocupadas,
preocupadas por el dolor ajeno, y ocupadas en sanar las heridas ajenas. Poco
caso hace de su propio dolor, y no escatiman recursos en aliviar, en reparar,
en curar incluso. Los veras en los templos rezando, o en solitario recogimiento,
pidiendo siempre, pero no para sí, por eso no dudo en decir, que estas almas
que el cielo eligió son muy “generosas”.
Están llenas de Dios, y cómo sólo se puede
dar aquello que se tiene, estas almas ricas en amor lo reparten a manos llenas,
ese amor es su mayor tesoro.
Por último y con esto, no creo agotar otras
virtudes desconocidas para mí que estos “paños de lágrimas” poseen, vemos en
ellas un exacto sentido de la “puntualidad” y la “ubicación”. Siempre están, en
el momento justo, y el lugar justo, allí, cuando y donde estés sufriendo,
cuando más lo necesitas, están estas almas presentes.
Si tienes la gracia de tener una persona así
a tu lado, siéntete privilegiada por Dios, porque estas personas, son muy
raras, hay pocas en la vida, pero las hay, y claro es, que Dios te la envió,
para que te acompañen durante esta vida, llena de momentos muy difíciles.
En tu dolor recuerda, que ellos, esos “paños
de lágrimas” también sufren, a pesar que su oficio es más el dar consuelo, que
el recibirlo. Me hacen recordar estas almas a Santa Bernadette Soubirous, que
estando enferma decía: “Que las aguas curativas de la gruta de Massabielle, no
eran para ella, porque la Virgen le prometió la felicidad, sí, pero no en esta
vida”
Hermoso oficio el de ser “Paño de lágrimas”
para el que sufre, y secar las lágrimas que el dolor hace brotar de sus ojos.
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