sábado, 22 de marzo de 2025

LAS 7 PUERTAS DEL INFIERNO – Por el Padre Guilherme Vaessén.


 


   Comentario de NICKY PÍO: Hace años, y más de una vez publiqué las 4 puertas del infierno de San Alfonso María de Ligorio, fundador de la orden de los “Redentorista”. Esta obra, aumenta el número de puertas a 7, pero siguiendo en todo el espíritu de San Alfonso.

 

La primera puerta: LA IMPUREZA.

 

   No os engañéis, decía San Pablo, los impuros no heredarán el cielo. La impureza es el amor desenfrenado a los placeres de la carne. Pensar voluntariamente en cosas deshonestas; desear practicar, ver, oír cosas escandalosas; decir palabras, tener conversaciones inmorales, leer libros obscenos, mirar graves espectáculos de personas indecentes; permitirse a sí mismo o a otros tomar libertades criminales; practicar en el sacramento del matrimonio lo que la moral cristiana prohíbe... son pecados contra la pureza.

 

   Dirá alguno ese pecado es pequeñito. ¿Pequeñito? Más es un pecado mortal.

 

   Dice San Antonino que es tal la corrupción de este pecado, que ni los demonios pueden sufrirlo, y añade el mismo santo que cuando se cometen actos tan viles, hasta el diablo se fuga para no verlos.

 

   Consideremos ahora el horror que causará a Dios aquella persona que, como dice San Pedro, como un cerdo, se revuelve  en el lodazal de este pecado. Dirán entonces los esclavos de la impureza: Dios es misericordioso, conoce la debilidad de la carne. Pues fíjate, como relata la Escritura, los castigos más terribles que Dios descargo sobre el mundo fueron por culpa  de este pecado.

 

   Abramos, pues, la Escritura. El mundo está todavía en su comienzo y los hombres ya son corruptos, carnales e impúdicos. Dios se arrepiente de haber creado al hombre y por eso decide exterminarlo. Las cataratas del cielo se abren, la lluvia cae durante cuarenta días y cuarenta noches, las aguas suben hasta cubrir las montañas más altas y la humanidad se ahoga, sumergida en las aguas del diluvio. Sólo ocho personas escapan, la familia de Noé, quienes fueron los únicos que mantuvieron la castidad.

 

   ¿Es un pecado leve? ¿Qué más leemos en la Biblia? Había cinco ciudades en Palestina famosas por su comercio, sus riquezas y aún más famosas por su asombrosa corrupción. En aquellas ciudades se cometieron pecados que ni siquiera se pueden nombrar, pecados sensuales contra la naturaleza, pecados horribles que lamentablemente se cometen hoy, después de dos mil años de cristianismo. ¿Qué hizo Dios? Envió lluvia sobre aquellas ciudades, ya no de agua, sino de fuego y azufre, que redujo a cenizas las ciudades y a sus habitantes.

 

   No satisfecho, Dios ordenó que la tierra se abriera y que el infierno se tragara los infames restos de Sodoma y Gomorra.

 

   ¿Qué más nos sigue diciendo la Sagrada Escritura? Que en el pasado Dios ordenó quemar vivos a quienes cometían tales pecados, e incluso a los matrimonios que profanaban su matrimonio mediante el horrendo crimen del adulterio. Este pecado de adulterio, después del asesinato, es el más grave de todos los pecados contra el prójimo, ha sido considerado siempre, incluso por los paganos, como un delito digno de todos los castigos. Los antiguos egipcios condenaban a las mujeres casadas que habían cometido este pecado a ser quemadas vivas; Los sajones también condenaban a la hoguera a las mujeres casadas infieles y a la horca a los cómplices de sus crímenes. Y hay cristianos que con la llama de este pecado, –sin arrepentimiento y sin confesarlo–  se ha cercan al sacramento que San Pablo llama grande.

 

   Estos son apenas los castigos para este mundo. ¿Qué será en el otro mundo?

 

   Está escrito, y la palabra de Dios no vuelve atrás, que los deshonestos no entrarán en el reino de los cielos. Y este es el pecado que arrastra mayor número de almas al infierno.

 

   Dice San Remigio que la mayoría de los condenados están en el infierno a causa de este pecado. San Bernardo dice lo mismo: Este pecado arroja a casi todos al infierno. San Isidoro dice del mismo modo: es la lujuria, mucho más que cualquier otro vicio, lo que somete al género humano al diablo. En una palabra, y es la doctrina de todos los santos, de cien condenados en el infierno, habrá un ladrón, un asesino, un malvado, pero noventa y nueve deshonestos.

 

   Pobres pecadores. Lejos de mí está el infundiros desesperación; Lo que quiero decir es que si te encuentras sumido en este vicio, intenta salir de ese asqueroso atolladero lo antes posible, pues de lo contrario el infierno será tu destino eterno.

 

Lo que debes hacer es lo siguiente:

 

1º.  Orar. La oración es una lluvia celestial que lava el pecado de la lujuria. Rezad antes de dormir, de rodillas, a los pies de vuestra cama, tres Avemarías a la pureza de Nuestra Señora.

2do.  Repeler sin demora todo mal pensamiento y deseo, invocando los nombres de Jesús y María.

3º.  Huid, pero huid absolutamente, cueste lo que cueste, de la ocasión de pecado, de frecuentar tal persona, tal casa, tal diversión, especialmente de esos bailes modernos tan inmorales y escandalosos.

4to.  En fin, el medio más eficaz es la recepción frecuente y piadosa de los sacramentos de la confesión y de la comunión.

 

   Desengañaos, si no vas a enmendarte ahora,  será demasiado tarde más adelante.

 

 

“El Pequeño Misionero” Manual de Instrucciones, Oraciones y Cánticos. 7ª. Edición. Editorial Voces, 1953.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.