Puesto que lo había querido pastoral y
ecuménico deliberadamente, el Papa (Juan XXIII) había deseado ofrecer al mundo
la unidad que Vaticano I no pudo
alcanzar. Para llegar a esto se llevó a cabo el “triplice pacto previo” —el triple pacto previo—, firmado antes del Concilio con los masones judíos
de la B’nai B’rith, los comunistas y los protestantes. El acuerdo Roma-Moscú fue concluido en Metz el 18 de agosto de 1962, entre el patriarca
Nicodemo, hombre de confianza de la KGB, y el cardenal Tisserant. Este
último había recibido de Juan XXIII
tanto la consigna de negociar a toda costa, como órdenes formales para
establecer el acuerdo y controlar luego su exacta ejecución durante el Concilio
(Monseñor Roche,
secretario del cardenal Tisserant, en Savoir II, p. 9.). Por esta razón las numerosas peticiones que
reclamaban la condenación del comunismo quedaron sepultadas para siempre en un
cajón romano (Wiltgen, pp. 314-316.). El Vaticano II, que pretendía “examinar los signos de los tiempos” y
magnificar “la Iglesia de los pobres”,
logró silenciar el acontecimiento más importante del siglo XX y abandonar a los cien millones de
desdichadas víctimas del comunismo luciferino. “El
espíritu del Concilio”, ¿no será el
demonio mudo del Evangelio? Igual de dolorosa fue la complacencia de Juan
XXIII hacia los judíos. En noviembre de 1963 llegaba desde
Washington un despacho del doctor Label Kartz, presidente de la B’nai B’rith.
Requerido por el cardenal Bea, enviaba su desiderata: una declaración que reconociera la responsabilidad de toda la humanidad
en la muerte de Cristo y liberara de toda culpa al pueblo judío (Savoir II, p. 18.). La misma escena se repetía con los
protestantes por intermedio del mismo cardenal Bea. El Consejo ecuménico de las
Iglesias presentó en julio de 1965 un documento que contenía siete exigencias
fundamentales de los protestantes en materia de libertad religiosa. Cuatro
meses después, cada uno de esos pedidos quedaba satisfecho con la declaración
conciliar Dignitatis humanae.
Por medio de los acuerdos realizados con los
enemigos de la Iglesia, presentes en el Concilio a título de observadores, el
Concilio tomaba una orientación bastante revolucionaria. Pero no era más que el comienzo. (…)
“Cien
años de Modernismo”
Esta realidad es ignorada COMPLETAMENTE por la mayoría de católicos de hoy, los que van a misa cada domingo tambien, mayoría de leales a Jorge Mario Bergoglio y las herejías del CVII.
ResponderBorrarCVII la entrada del Diablo en el Vaticano
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