Ya lo tenemos en el
cénit del poder, (el Anticristo) señor del mundo. Por la secuencia del Relato
veremos cómo el Gran Benefactor hará propias las insinuaciones del demonio en
las tres tentaciones del desierto, aportando a los hombres, con la ayuda de la
técnica, paz,
pan y felicidad. Todo en el sometimiento a Satanás, ante quien se ha
arrodillado, y cuya persona inviste. Externamente
aparecerá como actuando para nuestro bien, para nuestra felicidad. Lo hará
camuflándose de cristianismo, propugnando
“valores” que podrían ser entendidos como evangélicos, recurriendo a un
lenguaje muy similar al de Jesús, de tal manera “que extraviaría, si fuera posible, aun a los mismos elegidos” (Mt
24,24). No en vano San Pablo profetizó la aparición de “falsos apóstoles” que “se
disfrazan de apóstoles de Cristo” (2 Cor 11, 13); y añade: “No hay por
qué extrañarse, ya que él mismo Satanás se disfraza de ángel de luz” (2
Cor 11,14). Por eso en su “tercer
diálogo” dice Soloviev: “La idea del
Anticristo que, según la Biblia, indica por sí misma el último acto de la
tragedia histórica, no será la simple incredulidad, o la negación del
cristianismo, o el materialismo, u otra cosa análoga. Será la impostura
religiosa. Entonces, el nombre de Cristo será explotado por todos los poderes
humanos que, de hecho y en principio, son extraños y directamente hostiles a
Cristo y a su Espíritu.” Nuestro autor insiste mucho en el carácter de “impostura” (Engaño
con apariencia de verdad) que
tendrá la última herejía: será un falso cristianismo que se levanta contra el
auténtico.
Las
tres proclamas del Anticristo (La primera: La “PAZ”)
Veamos cómo nuestro Relato expone dicha
táctica. Cuando termina la asamblea que lo consagró Emperador, el Anticristo dirige
su primera proclama al mundo, declarando la meta inicial que se proponía
alcanzar en su primer año de reinado: la paz. Comenzaba por estas palabras: “¡Pueblos de la
tierra! ¡Mi paz os doy!”, y terminaba anunciando que la paz
universal quedaba eternamente asegurada, y que todo intento por perturbarla
encontraría de inmediato su oposición frontal. De hoy en adelante nadie dirá “guerra” cuando él diga “paz”.
“Naciones
del mundo, la paz sea con vosotros.” Pero como aún quedaban algunos
países refractarios, el Emperador formó un poderoso ejército que rápidamente
los domeñó, introduciendo virreyes que lo representaban en los pueblos
sometidos. Un año bastó para establecer la monarquía universal. La Liga
Universal por la Paz se disolvió. Ya no tenía razón de existir.
Advertimos aquí claramente el carácter
paródico del Anticristo, cuyas palabras recuerdan casi literalmente las de
Cristo: “La paz os dejo, mi paz os doy.”
Si bien el Señor agregó, y he ahí toda la diferencia: “No como el mundo la da os la doy yo” (Jn 14,27). El Anticristo
ofrece un ersatz (reemplazo, sustitución)
de la paz de Cristo, por la paz del mundo. Recordemos que los Tres diálogos,
cuyo colofón es nuestro Relato, versan en buena parte sobre el sentido de la
guerra y de la paz. A lo largo de sus páginas, Soloviev desenmascara el espíritu tolstoiano del pacifismo a
ultranza, casi una religión. La
posición de Tolstoi era que la sustancia del Evangelio resultaba reductible
al principio de no-resistencia al mal por la fuerza. Soloviev señalará en el “primer diálogo” que la guerra no es
un mal absoluto así como la paz no es un bien absoluto, que puede haber una
guerra justa y que puede haber una paz perversa. Justamente cuando compuso sus Tres diálogos,
mucha gente pensaba que pronto las naciones se pondrían de acuerdo para llevar
a cabo un desarme general. Soloviev pedía que se viese lo que había detrás de
dicho proyecto. La paz, sí, ¿pero qué paz? ¿La buena o la mala?
En el “tercer
diálogo” confiesa Soloviev que una de las frases de Cristo que más le
impresionan es: “¿Pensáis que he venido
a traer la paz a la tierra? Os digo que no, sino la división” (Lc 12,51).
Lo que así comenta: “Él ha venido a traer
sobre la tierra la verdad, y ésta, como el bien, comienza por dividir.” Hay, pues, una paz verdadera y buena, la
que aporta Cristo, la paz cristiana, que tiene por principio esta división que
Cristo vino a traer a la tierra, es decir, la separación entre el bien y el mal, la verdad y la mentira; y hay una
paz mala y mentirosa, la paz del mundo, la paz que tiene por principio la
mezcla o la unión exterior de lo que, interiormente, está en guerra consigo
mismo. “La única verdadera paz es la que se
concluye solamente cuando se ha llegado al fin de la guerra.”
“El
fin de los tiempos y seis autores modernos”
Alfredo
Sáenz, S. j.
Ediciones
Gladius.
1996.
Muy buena pagina, una sugerencia, si pueden abrir un canal en Telegram
ResponderBorrar@Nicky Pío mi dirección en telegram.
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