Nos acercamos ahora al más grande de todos
los momentos.
La Fe está ahora en presencia, no de una
herejía particular como en el pasado —la arriana, la maniqueísta, la albigense,
la mahometana—, ni tampoco está en presencia de una especie de herejía
generalizada, como cuando tuvo que hacer frente a la revolución protestante de
hace unos trescientos o cuatrocientos años. El enemigo que la Fe tiene que enfrentar ahora, y que puede llamarse “el ataque moderno”, es un asalto en masa contra
los fundamentos de la Fe, contra la existencia misma de la Fe. Y el enemigo que
ahora avanza contra nosotros está cada vez más consciente del hecho de que no
puede haber cuestión de neutralidad. Las fuerzas actualmente opuestas a la Fe
se proponen destruir. La batalla se libra en adelante en una línea definida de
ruptura, y resultará en la supervivencia o la destrucción de la Iglesia
católica. Y de toda su filosofía, no de una parte de ella.
Sabemos,
por supuesto, que la Iglesia católica no puede ser destruida. Pero lo que no
sabemos es la extensión de la zona en la cual sobrevivirá; su poder de
resurgimiento ni el poder del enemigo de hundirla cada vez más hasta sus
últimas defensas, hasta que pueda parecer que ha llegado el Anticristo y que
está por producirse la decisión final. Tal es la importancia de la lucha ante la cual se ve el
mundo…
“LAS
GRANDES HEREJÍAS”
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