jueves, 5 de octubre de 2023

El medio más eficaz de la Masonería para descatolizar es corromper sistemáticamente - Por M. Soler. Una realidad escrita hace 139 años, válida para el presente.


 


   Formad corazones viciosos y no tendréis más católicos. E1 mejor puñal para herir a la Iglesia es la corrupción. (La Traslogia Suprema.)

 

   Ya hemos demostrado en otro lugar que el principio moral y religioso de la Masonería Universal es la organización del sistema más corruptor que podía idearse en los tiempos modernos.

   Pero ahora vamos a probar cómo la Masonería se propone sistemáticamente corromper las masas para descatolizarlas.

   Ya hemos visto que el fin esencial de la Masonería es la guerra al catolicismo: veamos ahora sus medios, que son horrorosos. Oiga el lector palabras textuales:

   “Hemos avanzado demasiado  para contentarnos con el asesinato. ¿De qué sirve un hombre asesinado? No individualicemos el crimen. Más bien debemos generalizar el odio contra la Iglesia.

    El catolicismo no teme a un puñal bien afilado, pero puede derrumbarse por la corrupción; sí, no nos cansemos jamás de corromper. Está decidido en nuestros consejos que no ha de haber más cristianos.

   Popularicemos el vicio en las masas: éstas deben respirarlo por los cinco sentidos: que lo beban, que se harten de él. FORMAD CORAZONES VICIOSOS Y NO TENDREIS MÁS CATÓLICOS.

    He aquí la teoría de la Traslogia Suprema, según Vindice a Nubius. ¿Y no es esto la propaganda horrorosa que respiran ante nosotros diarios anti-católicos y adeptos a la Masonería? Sin embargo, estos ataques, es un elogio sublime para el catolicismo: pue se confiesa la incompatibilidad de los corazones viciosos con la profesión de católicos. Atended ilusos que aplaudís a la Masonería.

   Mas ¿cómo se procurará corromper? He aquí uno de los consejos de la Traslogia Suprema:

   “Infiltrad el veneno en los corazones escogidos. Infiltradlo en dosis pequeñas y como por casualidad, y os admirareis vosotros mismos de vuestro buen  éxito.

   Lo esencial es aislar al hombre de su familia, hacerle perder los usos y costumbres que en ella hay. Por la inclinación de su carácter está bastante dispuesto a huir de los cuidados de su casa y correr tras placeres fáciles y prohibidos.

   Son muy a propósito las largas conversaciones del café, la ociosidad de los teatros. Arrastradlo, atraedle allí sin que se aperciba; dadle alguna importancia, sea la que fuere; enseñadle discretamente a fastidiarse de sus trabajos cotidianos. Con estas mañas después de haberlo separado de su mujer y de sus hijos, después de haberle enseñado cuán penosos son los deberes, haréis nacer en él el deseo de otra manera de vivir. El hombre ha nacido rebelde. Atizad este deseo de rebelión hasta el incendio; pero que el incendio no estalle. Esto será una buena preparación para la grande obra que debéis principiar.”

   ¡Qué horrible es el evangelio de la Masonería! Pero desgraciadamente, ¡cuántos adeptos va consiguiendo! Lo que acabamos de oír de los cafés y de los teatros y del abandono de la familia ¿no es acaso una triste verdad? ¿No son esos los templos de les enemigos del catolicismo que jamás pisan las iglesias?

   La Traslogia Suprema resume así su propaganda inmoral:

   “Lo que hemos emprendido es la corrupción en grande escala... La corrupción que nos permitirá un día llevar la Iglesia al sepulcro. Nos dicen que para echar abajo el catolicismo sería preciso antes suprimir la mujer. Sea así: pero no pudiendo suprimirla, corrompámosla para la Iglesia.

    El fin es bastante atrayente para la masonería, tentar a hombres católicos. El mejor puñal para herir a la Iglesia es la corrupción. Adelante, pues, hasta el fin.”

  Esto es repugnante, esto es el colmo de la desvergüenza más cínica. Pero he aquí la causa y el promotor universal de esa invasión espantosa de degradación y corrupción general que alardea sin ninguna clase de pudor y miramientos, en la prensa, en los teatros, en las bellas artes prostituidas por un indecente naturalismo; en las instituciones, antes llenas de moralidad, como la comedia y la tragedia; en las novelas esencialmente inmorales, en los cuadros, en los muebles y hasta en las cajas de fósforos, de manera que las masas respiran la corrupción por los cinco sentidos, como se propone la Masonería con tal de descatolizar a los pueblos: y mientras se desprecia y persigue a las vírgenes del santuario como gangrena social y victimas del fanatismo, se pone en honor la prostitución y se la patrocina con tal cinismo, que se la considera como el auxiliar más poderoso de la Masonería, hasta el punto de que en el Gran Oriente de Francia se declaró solemnemente ese consorcio inmoral: “La Masonería y la prostitución trabajan de consuno como dos presidarios unidos por la misma cadena.”

   Véase, pues, si tenía razón M. Dupín, redactor del diario poco sospechoso para la Masonería, Los Debates. “Una mano secreta empuja las masas a la corrupción, y la influencia masónica ha inspirado esos innumerables manejos e instrumentos de perdición y desorganización, a fin de reducir de la teoría a la práctica el desprecio de todo vínculo social, de todo deber doméstico y civil, de todo sentimiento moral y religioso. Véase a los teatros convertidos en escuela de corrupción y de libertinaje deshonrando las virtudes más santas con la intención patente y manifiesta de hacer amar, admirar el duelo, el suicidio, el asesinato, el parricidio, el envenenamiento, el rapto, la violación, el adulterio, el incesto y la impiedad hasta el delirio; preconizando estos mismos crímenes como la fatalidad gloriosa de espíritus superiores, como un heroísmo y un progreso de las almas grandes que se elevan por encima de las virtudes de los idiotas, de la religión de los simples y de la humanidad del común del pueblo.

   Y esta literatura envenenada, completamente masónica, nos conduce por medio de la corrupción a la barbarie. Hoy día el -crimen del suicidio ha descendido hasta la clase obrera: se comete muchas veces hasta por motivos frívolos y se multiplica con una sorprendente rapidez; el contagio ha pasado del sexo fuerte al sexo débil, desde la adolescencia hasta la vejez.”

   Hasta este grado ha llegado la corrupción social, tan espantosa, que el Hermano masón Vindice, después de declarar al Hermano masón Nubius que la táctica de corromper producía admirables efectos en el sentido de descatolizar a los pueblos, manifiesta el temor de que las iras del populacho corrompido llegasen a convertir en víctimas a los mismos masones.

   ¡Pobre pueblo, pobre sociedad! Los que invocan la filantropía y la ilustración para hacer guerra a la Iglesia y ganaros como adeptos, buscan vuestra corrupción y degradación. Y ¿no es verdad, hombres que aun sois sensatos, que a medida que mengua en una sociedad o familia la influencia práctica de la religión santa de Jesucristo, aumenta la corrupción y se extinguen los sentimientos morales y religiosos hasta no vivir sino de una vida pagana y sensualista?

   ¡Qué hermosa vindicación para el catolicismo! ¡No se le puede desterrar de un corazón y de una sociedad sino sustituyéndole por la corrupción! Yo te adoro, religión bendita, porque tú no puedes vivir unida con la corrupción. Cuanto más perseguida te veo, más te amo, pues muestras más cumplidamente que eres hija del cielo y el culto más divino y más puro quo existe sobre la tierra: si así no fuera, no te odiarían los que para dominar corrompen los pueblos.

   Pero la táctica corruptora de la Masonería con astucia infernal se dirige especialmente a la inexperta juventud. Llama dolorosamente la atención de los que miran por el porvenir de las sociedades, la espantosa corrupción que hoy existe en los jóvenes, especialmente instruidos.

   Miradlos, observadlos y en la temprana edad los contemplareis ya capaces de todas las impiedades y modelos de corrupción.

   Absolutamente faltos de instrucción religiosa y víctimas de la más completa ignorancia en ciencia de la religión, que sólo conocen a través del prisma de las preocupaciones más triviales leídas en folletos inmundos y en novelas inmorales, hacen gala de incredulidad invocando el timbre infausto y harto rancio de espíritus fuertes y libres pensadores, que hoy significa ser esclavo de la moda racionalista, pensando según la última producción dada a luz por autores incrédulos.

   ¿Decid si no es lamentable su estado? Para la juventud (pensamiento que les inculcó la masonería) religión es fanatismo; el culto, groseras supersticiones; la piedad, refinada hipocresía; prescripciones de la Iglesia y del Evangelio, rancias preocupaciones y un ultraje a la razón; ministros del altar y religiosos son un sarcasmo en el siglo de las luces; moral, sólo creen admisible la llamada por antífrasis moral independiente, que se acomoda con todas las pasiones y goces sensuales; los templos son monumentos de fanatismo que se pueden profanar con paseos y faltas de respeto que no se tolerarían en el más infeliz teatrillo de los últimos arrabales.

   En fin, se notan todos los signos de decadencia indicados por Vico: repudiada la sumisión a la legítima autoridad y endiosada la razón individual, viene la anarquía en las ideas, la irreverencia hacia toda autoridad moral y religiosa, la relajación de las costumbres; la sociedad queda sin bases ni fundamentos morales; reina el individualismo y los pueblos caen en la anarquía y el despotismo militar.

   Y esto es el período más triste, añade Vico; es el más triste en la vida de un pueblo. Todos sus individuos se hallan aislados y divididos por el interés.

   No hay una idea, ni un sentimiento común: cada uno sigue su placer y su capricho invocando la independencia de su razón: es el reinado del racionalismo.

   Es un estado de barbarie cien veces peor que el período bárbaro de la infancia de los pueblos; porque es la barbarie que resulta de un corazón gastado y en la que sólo han quedado los cuerpos y la cultura material; no hay espíritus ni almas humanas; el sensualismo los ha muerto matando su energía, la generosidad y los esfuerzos heroicos que serían necesarios para sacudir el despotismo de la fuerza bruta en el orden político y el orden moral y social. El alma ha abandonado esa sociedad y no hay en ella sino materia.

   Ahora bien: ¿quién fomenta esa decadencia y corrupción en las almas jóvenes? ¿Quién es el agente principal, descarado a las veces y solapado otras?

   La Masonería: ella lo declara también y lo hemos visto en el sistema de enseñanza corruptora y disolvente patrocinado y fomentado por las logias de todo el mundo. Continúo con mi método de citar textos. La instrucción secreta de la Traslogia Suprema, Poder Ejecutivo de la Masonería militante, al decir del Hermano masón Luis Blanc, nos revela ese plan y esa obra de corrupción especial y trascendental:

   “A la juventud debemos dirigirnos; debemos seducirla, sin que se aperciba, bajo nuestras banderas. Que nadie penetre nuestros designios; no os ocupéis de la vejez, ni de la edad madura; id a la juventud y si es posible a la infancia.”

   ¿Se desearía, acaso, una declaración más explícita de los trabajos inicuos y corruptores de la Masonería con relación a la juventud y hasta con la misma infancia? ¡Alerta, por tanto, padres de familia! vuestros hijos están amenazados. La Masonería nada descuida, nada deja desapercibido para realizar su propósito y plan de corrupción en grande escala.

 

 

“LA MASONERÍA Y EL CATOLICISMO”

1884.

 


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