viernes, 6 de octubre de 2023

Pobreza de Santa Liduvina. — Rico es el que se contenta con lo que tiene – Por el Abate Coudurier




 


   Dios nada nos envía, dolores o consuelos, sin que sean de su parte una gracia amorosa. Y no siendo toda gracia en sus misericordiosos designios más que un socorro puesto a nuestra disposición para hacernos llegar á la santificación, y por ella a la salvación, es evidente que las cruces así como los beneficios, deben hacernos mejores, tendiendo a una vida más y más fecunda en obras de santidad.

   Así lo comprendía Liduvina, y su corazón regado con las aguas de la tribulación y vivificado por algunos rayos de alegría que el cielo le enviaba, se embellecía de día en día semejante a un fértil jardín en el cual las más suaves virtudes se abrían como otras tantas flores hermosas y admirables. Contemplemos estas flores celestiales, estas espléndidas virtudes de Liduvina, para embalsamar nuestra alma con su benéfico perfume.

   Ya conocemos su pobreza, la cual era en ella una virtud real y elevada, no como esa pobreza forzada impaciente, devorada de pesares y codicias, insumisa, que siempre murmura y se queja. Era una pobreza aceptada voluntariamente, llevada con gozo, bendita, amada, que formaba su dicha, y de la cual no quería prescindir. A veces su penuria era extremada, y cuando le decían, ¿os falta alguna cosa? “Gracias a Dios, respondía, a mí nada me falta” —Cómo le dijeron un día con envidia unas mujeres que le oían dar esta respuesta: ¿por ventura no sabemos bien que carecéis de todo? lo que decís es una mentira culpable — “perdón, hermanas mías, respondió la humilde sierva de Jesús, más yo creo decir con eso la verdad, porque el ser rico es saber contentarse uno con lo que tiene. Es cierto que yo no tengo plata ni oro, ni las delicias de los que el mundo llama dichosos; mas a lo menos tengo como ellos o tanto más que ellos la abundancia de las miserias de la vida, y ésta es una abundancia, y una riqueza como cualquiera otra, la cual me basta, y por lo que doy gracias a Dios de todo mi corazón”.

   Habiendo venido a visitarla un opulento señor de Flandes, y ofreciéndole hacer construir para ella una hermosa casa en lugar del triste aposento en que sentía verla tan mal alojada, la santa respondió: No, hermano mío, os lo agradezco, Señor, mas no acepto vuestra oferta, pues quiero morir en este aposento, y no tendré otra habitación mientras viva. ¡Oh! añadió, sí alguno después de mi muerte quisiere transformar esta casa en un hospital para los pobres, con toda mi alma bendigo tal obra, y pido a Dios que la recompense liberalmente. Este buen deseo vino a ser como una profecía, que después de la muerte de la virgen realizaba un médico tan piadoso como ilustre, Guillermo, hijo del célebre Sonder - Dank.

 

“Vida de Santa Liduvina”

Modelo de enfermos.

1898


No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.