sábado, 27 de abril de 2019

Los enemigos de la Iglesia Católica: La Francmasonería. (Parte I)



   Existen en el mundo dos ciudades: La Ciudad de Dios y la Ciudad de Satán. Reina entre las dos una lucha sin tregua, y el hombre debe combatir por Dios o por Satanás, por el bien o por el mal, por la verdad o por la mentira.

   En todas las épocas, la ciudad de Satanás ha opuesto a la Iglesia, ciudad de Dios, errores y ejércitos; lo mismo acontece en los tiempos modernos.

   La ciudad de Satán tiene una doctrina que se opone al Evangelio: es la doctrina que el Concilio Vaticano I llama racionalismo o naturalismo con todos los errores afines. Hemos refutado esos errores, disfrazados con el nombre más moderno de liberalismo.

   En todas las épocas, la ciudad de Satán ha opuesto a la Iglesia, opone al sacerdocio Católico, un cuerpo de hombres militantes que combaten por el naturalismo; son las sociedades secretas comprendidas en la denominación general de FRANCMASONERÍA.

¿Cuáles son los principales enemigos de la Iglesia?

   Actualmente, los principales enemigos de la Iglesia son los francmasones.

   Para combatir a la Iglesia, Satán ha formado un ejército que desde hace tres siglos, se llama francmasonería.

   Disfrazada con máscara de filantropía, esta sociedad tenebrosa es el punto de reunión de todas las impiedades.

   Los misterios de iniquidad de los gnósticos, de los maniqueos, de los albigenses, etc., se reproducen hoy día en las trastiendas de las logias. La francmasonería es, en realidad, según frase del Papa Pío IX: “la Sinagoga de Satanás”.

   Esta, sociedad secreta, organizada bajo la dirección de jefes ocultos, tiene por fin la destrucción de la Iglesia, de la familia, de la sociedad cristiana, para fundar una nueva sociedad sobre los principios del naturalismo (sin Dios, sin Iglesia, sin familia).

   La francmasonería ha sido condenada por nueve Sumos Pontífices, desde Clemente XII, en 1738, hasta Pío X.

   Los Papas han pronunciado contra los miembros de las sociedades secretas la pena de excomunión. En esta pena incurren no sólo aquellos que dan su nombre a la secta, sino todos los que favorecen a los francmasones y a sus empresas; por ejemplo, los que les proporcionan local para sus reuniones, los que votan por ellos, etc.

Todo Católico, pues, está obligado a combatir a la francmasonería.

   Vamos a explicar: , el origen de la francmasonería; ; su organización; , sus propósitos; , sus estragos; , sus armas; , los deberes de los Católicos.

1º Origen de la francmasonería


    1° “La ciudad de la tierra, dice San Agustín, ha nacido del amor de sí mismo llevado hasta el odio a Dios, y la ciudad del cielo ha nacido del amor de Dios llevado hasta el odio de sí mismo”.

   No hay duda de que todos los hombres quisieran entrar en la ciudad de Dios y combatir por la verdad y por el bien; pero hay que contrariar la naturaleza propia, reprimir sus malas pasiones… muchos carecen de valor para ello, el demonio los arrastra a la ciudad del mal, donde se hace todo lo que agrada a la naturaleza. Tal es el primer origen de la francmasonería, como el de todas las sectas hostiles a la Iglesia.

   El sabio P. Benoit, en su libro magistral La ciudad anticristiana, explica ampliamente el origen de las sectas. “La francmasonería, dice en su forma presente, es moderna; pero en la substancia de sus doctrinas y de sus prácticas viene de los templarios, de los albigenses de la Edad Media y, mediante éstos, de los maniqueos y de los gnósticos y, por estos últimos, de los cultos y de los misterios paganos”.

   El Papa Gregorio XVI tenía razón al decir: “La francmasonería es la cloaca donde se han reunido las doctrinas impías, las prácticas sacrílegas y abominables de todas las sectas desde los tiempos más remotos hasta nosotros” (Mirari vos).

   La francmasonería, en su forma presente, según la opinión más probable, se remonta a la orden de los Templarios. Después que el Papa Clemente V y el rey de Francia, Felipe el Hermoso, abolieron la Orden de los Templarios, muchos de éstos buscaron refugio en Escocia y allí se constituyeron en sociedades secretas, jurando un odio implacable al Papado, a la realeza y a las fuerzas armadas, tal sería el significado de los tres puntos con que firman. Para disfrazar mejor sus intentos secretos se afiliaron a sociedades de albañiles (mason, en inglés, maçon, en francés); tomaron sus insignias y se esparcieron, más tarde por toda Europa, favorecidos por el protestantismo.

   “Su nombre es una primera mentira, porque, a pesar del mandil de cuero que usan en sus ceremonias y a pesar de la cuchara, el nivel y la escuadra simbólica, los francmasones ni son albañiles, ni son francos.

“No son albañiles, ni siquiera obreros. Si en su sociedad se hallan algunos obreros, han sido llevados por los librepensadores burgueses, que viven a sus expensas, y se valen de ellos como de escalones para llegar a los honores y empleos espléndidamente retribuidos.

   “No son francos, es decir, sinceros. Demostraremos bien pronto bajo qué mentiras humanitarias ocultan sus odiosas maniobras contra la religión.”

   “No son francos, es decir, libres, porque los francmasones aceptan y soportan una dirección oculta; reciben órdenes cuyo origen y consecuencias ignoran” (Petit Catéchisme).


Padre A. HILLAIRE “LA RELIGIÓN DEMOSTRADA”

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