sábado, 27 de abril de 2019

El origen de la Masonería (Primera parte)





   Comentario del blog: Estimados lectores, en el abanico de posibilidades sobre el origen de la masonería, existen diferentes hipótesis, las que el mismo autor del libro denomina “absurdas y ridículas” y otras “probables”. Sin descartar algunas muy particulares. Pero no por ello inverosímiles.

   Si bien existen obras referidas exclusivamente al origen de esta sociedad secreta, como la de Nicolás Serra y Caussa por ejemplo. Nos pareció mejor elegir la de este autor, pues nos expone en forma sucinta las distintas teorías sobre los comienzos de la masonería. No obstante (debemos aclarar) no se agotan todas en esta obra.

Pretensiones de antigüedad milenaria

   En la historia de la masonería debemos distinguir dos épocas: la anterior a 1717 y la posterior a ella. A pesar de las diferencias fundamentales existentes en la organización y en los fines de las masonerías –antiguas y modernas– no pueden, sin embargo, desconocerse sus relaciones históricas.

   Con respecto a la masonería antigua, reina gran oscuridad; lo que dio lugar a la invención de numerosas hipótesis, muchas de ellas inverosímiles, absurdas y ridículas; como las que, por ejemplo, la hacen remontar a nuestro primer padre Adán, iniciado en la Orden del Paraíso Terrenal por el Eterno Padre; a Lamec, el matador del fratricida Caín; a Zoroastro, jefe supremo de los magos y fundador del mazdeísmo (religión de los persas contenida en los libros sagrados del Zendavesta); a Confucio, fundador de la religión de los chinos; y a Pitágoras, filósofo y matemático griego, fundador de la secta de los pitagóricos.

   Tales mitos obedecen a la pretensión de la masonería de haber existido siempre; “respondiendo –según el masón Osvaldo Wirth– a una necesidad del espíritu humano” (Osvaldo Wirth. El Libro del Aprendiz, pág. 11 año 1908)

   James Oliver, en su libro “Antigüedad de la Masonería”, llegó a sostener que se practicaba en otros sistemas planetarios antes de la formación de la Tierra; y no faltó quien dijera que Jesucristo se inició en una logia de Tebas en Egipto, presentó su programa masónico en el Sermón de la Montaña, y ejerció la maestría de la Logia “Esenia”, de la cual San Pedro fue el primer Vigilante y San Pablo el elocuente Orador (!).

   También se la relaciona con la Kábala –tradición oral entre los judíos de la explicación secreta del sentido de los pasajes bíblicos– y que, según el patriarca del ocultismo moderno, Elifaz Leví, constituye el dogma de la Alta Magia (la ciencia de las artes diabólicas); con los alquimistas, cultores de la ciencia oculta, hermética y esotérica, que buscaban la piedra filosofal y la panacea universal; y con el proceso de los caballeros templarios o del Temple –la más antigua de las Ordenes Militares– cuyos miembros residieron en el solar del templo salomónico de Jerusalén durante las Cruzadas, y que –doscientos años más tarde, o sea en 1310– fueron condenados, a pesar de su inocencia.

   Además, cuanta reunión clandestina de alguna celebridad hubo en el mundo, que conspirase contra la Religión y el Estado, sirvió de argumento para ser considerada, por muchos, como fuente inicial de la masonería.

   Entre ellas se enumeran los “Misterios” de la antigüedad (de Eleusis, de Mitra, de Isis y Osiris, etc.), característicos de las religiones orientales, egipcias, caldeas, sirias, judaicas, etiópicas, persas, griegas e indobrahmánicas; la secta de los gnósticos con sus teorías panteístas, su divinización de la razón humana y su moral independiente –y que no es otra cosa que el cristianismo kabalizado o la Kábala disfrazada para destruir el cristianismo naciente–,la de los maniqueos, del judío Manes, que es la prolongación del gnosticismo con agregados del dualismo persa, del budismo y de múltiples herejías; la de los esenios, judaizantes de Palestina; la de los cátaros o albigenses, verdadera secta de anarquistas religiosos y civiles de doctrinas panteístas y materialistas y prácticas infames, obscenas y criminales; las sectas árabes, formadas dentro del islamismo musulmán, como la de los terribles “ashishiin” (de donde proviene la palabra castellanizada “asesino”) cuyo jefe era el “Viejo de la Montaña”; y, en fin, cuanta rebelión del espíritu humano se suscitó contra Dios y su Iglesia: como fueron el protestantismo en sus diversas manifestaciones y sobre todo el deísmo inglés del siglo XVIII

   Teniendo en cuenta sus simbolismos arquitectónicos se buscaron sus orígenes en la época faraónica de las Pirámides de Egipto, en la construcción del Templo de Salomón; en la fundación de los Colegios de Constructores del imperio romano, que tenían maestros, guardianes o decuriones, compañeros y aprendices; en las corporaciones gremiales de la Edad Media, y en las primeras asociaciones de albañiles llamados “masones”, que se organizaron en Francia e Inglaterra.

   El masón Rebold afirma que la masonería “proviene de una antigua y célebre corporación de artes y oficios, fundada en Roma, el año 716 antes de Cristo, por su segundo rey, el legendario Numa Pompilio, sucesor de Rómulo; y que en Gran Bretaña fueron sus Grandes Maestros: reyes, obispos y santos como San Dunstan, arzobispo de Cantorbery en el año 960. (Rebold, Manuel, Historia de las grandes logias de Francia, pp. 681 y 697. Año 1864)

Conexiones con los templarios y gremios medievales


   Como la mitad de los grados masónicos son de carácter caballeresco, y las ceremonias de tales grados imitan los actos que determinaron la abolición de los degenerados templarios –que tenían como misión específica defender la Tierra Santa y acompañar a los peregrinos y que residían en el antiguo Templo de Salomón–, podemos considerar la opinión del origen templario como una de las probables.

   Los caballeros templarios dispersos, se habrían reunido en Escocia para vengarse de la supresión de la orden constituyendo un nuevo “Temple”, en Kilwinning y luego en York, con el nombre de Heredom, que quiere decir “casa santa”. Allí continúan con su doctrina del primitivo gnosticismo, según Rosen; con el culto al ídolo Bafomet: imagen satánica del naturalismo según Taxil; y con la reminiscencia de los turbios manejos de los maniqueos.

   Luego cambiarán su nombre por el de “Rosacruces” para escapar a las persecuciones, y finalmente se refundirán con las últimas logias de los masones constructores.

   Barruel, apostrofando a los masones, les dirá: “Todas vuestras logias proceden de los templarios. Tras la extinción de vuestra orden cierto número de caballeros culpables se reunieron para la continuación de sus afrentosos misterios. Al código de su impiedad unieron el voto de vengarse de los reyes y pontífices que han destruido la orden, y de la religión que ha anatematizado sus dogmas. Se han hecho con adeptos que transmiten de generación en generación el mismo odio al Dios de los cristianos y a sus sacerdotes”

Rosen, Paul. Satán, pág. 84; Taxil, Leo. Los misterios de la Francmasonería, pág. 358. Barcelona, 1887; Meurin, Monseñor León. Filosofía de la  Masonería, pág. 184; Simbolismo de la Masonería, pág. 393. Traducción de M. C. B., Madrid, 1957.

   La segunda opinión, probable también, hace entroncar a la actual masonería, por su origen material y externo, con las organizaciones libres de los trabajadores manuales que constituían los gremios y corporaciones medievales, y que fueron utilizados, como elementos populares de lucha, contra la prepotencia de los señores feudales “de horca y cuchilla”, amparados por la anarquía de la época.

   Dice el masón español, marqués de Puga, – Secretario General del Gran Oriente en 1895 – que “de los años 1100 a 1200, los monjes eran los que principalmente practicaban el arte de construir; y que, junto a los monjes arquitectos, fueron apareciendo los arquitectos laicos”.

   La construcción de grandes edificios como las famosas catedrales, abadías, monasterios y suntuosos palacios públicos y privados, hicieron convivir, por largo tiempo, a numerosos obreros y artistas; estableciéndose entre ellos estrechas relaciones, que dieron origen a las corporaciones, en las que existía una verdadera jerarquía de aprendices, oficiales y maestros, subordinados entre sí.

   En su organización utilizaron como modelo los “collegia opíficum” de los romanos (colegios de constructores) y las asociaciones similares de los germanos.

   En el siglo XIII, los maestros de obra alemanes, al descubrir el sistema gótico, procuraron conservar el secreto de la construcción, enseñándolo solo a ciertos obreros en sus talleres o “logias”, erigidos en forma de barracas junto a los edificios en construcción. Cuando el clero no se dedicó ya a tales construcciones, las logias poco a poco se fueron separando de los conventos.

   Más tarde los canteros, picapedreros y talladores alemanes formaron un cuerpo orgánico que debía mantener en secreto los principios y reglas del arte de edificar góticamente, para lo cual se servían de símbolos secretos, reconociéndose entre ellos, también por medio de signos y señales especiales.

   Espasa Calpe, Enciclopedia Universal, Tomo 33, sub voce “Masonería”, pp. 718 y ss.

Al concedérseles a los artesanos o “masones” la libertad, civil y la exención de los tributos que debían pagar a sus señores, se antepuso a su nombre el apelativo de “franc” o “libre”; y así resultaron los vocablos: “francmasón “en castellano, “francmaçon” en francés, “freemason” en inglés y “freimaurer” en alemán; que quieren decir “obrero-libre”.

   Tanto los canteros alemanes, talladores y escultores en piedra, llamados “lathomi” (vocablo de origen griego), como los arquitectos ingleses y de otras nacionalidades, constituyeron sus cofradías, compañías o “ghildas” para construir los edificios; y sus reuniones las tenían en los días de sus respectivos santos patronos; siendo sus especiales protectores San Juan Bautista en primer lugar, cuya fiesta se celebra el 24 de junio, y luego San Juan Evangelista, que se recuerda el 27 de diciembre.

   Fueron célebres, entre otras, las logias que se formaron para construir las catedrales de Berna, Estrasburgo, Viena y Colonia. Sus consocios, hasta el año 1440, se llamaron “Hermanos de San Juan”.

   En 1459 se confederaron y constituyeron la sociedad general de los francmasones de Alemania, y al director de la obra de la catedral de Estrasburgo le confirieron el título de Gran Maestre. La reforma protestante dispersó a todos sus miembros.

   En Suiza se prohibieron sus reuniones en 1522, y en Francia, el rey Francisco I les quitó sus privilegios en 1539.

Masones profesionales y masones aficionados

En Inglaterra, en 1380, el Parlamento fijó el salario de los obreros, incluso de los canteros, llamados “free-stone-masons”; y en 1425 fueron prohibidas sus reuniones. Ya en 1500 admitían en su compañía a personajes ilustres, aunque no fueran artesanos; eran los masones aceptados (the accepted masons), especie de miembros honorarios. De aquí proviene la distinción entre los auténticos profesionales y los simples “aficionados al arte”, pero con finalidades totalmente diversas. El rey Jacobo I (1603-1625) los favoreció, pero luego decayeron por la cesación de las construcciones de iglesias y conventos, tras la victoria del protestantismo. Ya en el año 926 el hijo del rey era el Gran Maestre en York.

   En 1670 la logia de Aberdeen agrupaba a su alrededor solo una cuarta parte de masones profesionales contra tres de “aceptados”; por lo demás, en tal época, las logias de Inglaterra y Escocia contaban con muchos nobles. Existieron, sobre todo en Escocia, logias católicas en su totalidad y favorables a los Estuardos. Sus partidarios se habían afiliado a la masonería desde la ejecución de Carlos I en 1648. Frente a tales logias, que contaban en su seno a los príncipes Carlos y Jacobo, hijos del difunto rey y de Enriqueta de Francia, encontraremos más tarde las logias protestantes y orangistas y después hannoverianas, que se desarrollaron a partir del segundo exilio de los Estuardos, proscriptos en 1688 en la persona de Jacobo II.

   En ese año los emigrados ingleses fundaron logias en Alemania, Italia y Francia –o sea, sociedades secretas a imitación de las ghildas– para trabajar por la restauración de los Estuardos en el trono.

   En 1714 existían en Inglaterra solo cuatro logias, las cuales se reunían en sendas tabernas londinenses; a saber: la San Pablo en la posada del Ganso, y las otras tres en las posadas del Manzano, de la Corona y de los Romanos. Para subsistir, acordaron admitir en su seno a cualquier persona y fusionarse en una sola; lo que se realizó –según refiere el masón Mackey– en la Taberna del Diablo; y según otros, en la de la Corona o del Manzano, el día de su santo patrono San Juan Bautista, el 24 de junio de 1717; y eligieron como Gran Maestre a Antonio Sayer. En 1718 le sucede el anticuario Jorge Payne, y en 1719, Teófilo Désaguliers.

   Caro, op. Cit., pág. 243; Ledre, Carlos. La franc-Masonnerie, pág. 15. Versión española, Andorra, 1958.

Guillermo III, estatúder de Holanda y rey de Inglaterra (1689-1702), había presidido varias reuniones logiales; y en 1694 se redactaron, por orden real, los antiguos deberes y estatutos de la Institución. Tales estatutos, modificados y aumentados, sirvieron de base a la actual masonería. Son los llamados “the old charges and ancient landmarks”, que deben respetar todos los masones del mundo y que se hallan consignados en la célebre constitución masónica de 1723.

   Estos principios o reglas de gobierno masónico, que contienen lo esencial de la Institución y que proviene de tiempos remotos, se tienen por inviolables. No obstante, aún en esto no están de acuerdo los masones y reina entre ellos gran confusión con respecto a su interpretación y a su número que –según Enrique Lecerff– es de veintinueve; pues, tales “antiguos límites” no todos han sido escritos, y muchos de ellos, además son secretos.

   Esta es la opinión sobre el origen de la secta que ha logrado más crédito hasta la fecha, a saber: la masonería actual –llamada técnicamente francmasonería– se remonta, en sus formas materiales y externas, a la organización de las antiguas corporaciones de arquitectos y constructores, las cuales permitieron luego el ingreso a miembros más ilustrados. Tal circunstancia dio lugar a discusiones especulativas que transformaron substancialmente la institución, convirtiéndola en la masonería filosófica o moderna.

   Gautherot, Gustavo. En Dictionnaire Apologetique de a Foi Catholique, sub voce “franc-maconnerie” Tomo II, pp. 95 y ss.


“LA MASONERÍA EN LA ARGENTINA Y EN EL MUNDO”

Padre. ANIBAL A. ROTTJER

Editorial NUEVO ORDEN


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