DIA CUARTO
ADVERTENCIAS
1.* Leer de nuevo las del primer día.
2.* Acabar la confesión.
3.* Mantenerse en mayor recogimiento, si es posible.
— Pues que ahora es el momento en que más bien hablará Jesús al alma, que no está
a Jesús.
4.* Evitar el andar revolviendo penosamente
lo pasado.
Este día lo emplearás en meditar acerca de
las dos disposiciones necesarias para seguir fielmente a Jesús; la primera
consiste en tomar su fortaleza de la confianza en Jesús; la segunda en hacerlo
todo con espíritu de recogimiento.
PRIMERA MEDITACIÓN
Fortaleza por la confianza en Dios.
De mí nada puedo en orden a la salvación;
sin Jesús no puedo hacer nada que sea agradable a Dios y meritorio para la vida
eterna. Más lo puedo todo en Dios, que me conforta con su gracia. Por dónde la
confianza en Dios es la medida de mi fortaleza y mi santidad. — ¿En qué ha de estribar, pues, mi con fianza?
1° En la bondad de la
divina Providencia para conmigo. Dios me ama, Dios dispone todos mis caminos en
su bondad; todo en mi vida lo regula para mi mayor bien. — Tengo, pues, seguridad que cuanto me sucede viene de Dios y de su
bondad; las alegrías y las penas en su santo servicio, los consuelos y las
amarguras, las prosperidades y los contratiempos, la salud y la enfermedad. —La
divina Providencia dirige mi barquilla, da viento a la vela, envía la calma o
la tempestad; mi deber es confiarme al divino Piloto: Él me llevará en salvo al
puerto de la patria celestial.
2° Confianza en la misericordia de Dios.
He pecado, he pecado mucho, he contraído una
inmensa deuda para con la misericordia divina, y me atemoriza la cólera de
Dios; me atemoriza el infierno ¿Dónde me
esconderé?—Bajo el manto de la misericordia divina, que Jesús tiende sobre
mí.—¿Dónde me esconderé?—En el corazón de Jesús, que está abierto para mí.
Mas ¿cómo
pagaré mi deuda? Con los méritos de mi Jesús, con su amor para conmigo, con
mi amor para con ti. Jesús me ha dicho, como a la Magdalena:
“Perdonados te son tus pecados.” ¡Oh cuán consoladora palabra! La divina
misericordia de mi Salvador ha
sellado mi vida como cosa de
su propiedad; no quebrantes ¡oh alma
mía! Jamás ese Sello. Jesús ha
extendido el manto de su misericordia sobre
todas mis miserias pasadas; no lo levantes nunca,
para no andar removiendo ese antiguo lodazal
de pecados. —Funda, pues, tu confianza
en la infinita
misericordia de Jesús; y cuando te asalten temores, espera en Jesús,
que te amó cuando tú no le amabas. — Cuando te asalten temores confíate a Jesús,
que es tu Salvador. — Cuando te acometan ansiedades busca reposo en Jesús; que tal
confianza
es el mejor homenaje a su bondad, y no olvides nunca que la
filial confianza en la misericordia de Dios es la más segura y perfecta
gracia de tu justificación.
3° Confianza en la gracia de Dios ante las
tentaciones. — Recuerda, alma mía, que Dios permite y quiere la tentación que
te aflige; que el demonio ningún poder tiene sobre ti. — Si Dios le permite que
te tiente, es para mostrarle que eres completamente de Dios, y para
proporcionarte la grande ocasión de probar tu fidelidad. Dios quiere también con
esto que tú te humilles y le honres por tu propia humillación; quiere darte
ocasión de que puedas resarcirte contra el demonio de las ventajas que éste
haya podido en otro tiempo obtener sobre ti. — En fin, Dios mira en eso á
centuplicar los méritos de tu vida.
La tentación es, por lo tanto, más bien
gracia que pena, puesto que trae la ocasión de ejercitar las mayores virtudes y
de adquirir tantos méritos: no la temas, pues, tanto, alma mía. Teme, sí, tu
flaqueza, tus recaídas; mas espera en la gracia de Dios. La gloria del combate
vale más que la de la paz.
4° Confianza en la gracia de Dios para
conseguir la perfección a que Él nos llama. — Grande y sublime es, alma mía, la
perfección a que Dios te llama. Se trata de renunciar al mundo, de renunciarte a
ti misma en todo.
De
que Jesús crucificado se lleve tus preferencias sobre Jesús en el Tabor.
De
crucificarte con este Esposo ensangrentado; se trata de amarle con el más
soberano, cordial y absoluto amor. — ¿Cómo llegarás a tan alta santidad?
Oye:
Jesús dijo a sus Apóstoles: “Tened confianza, que yo he vencido al mundo.” —Ahí
está su victoria. — Y en otra ocasión: “Yo estaré con vosotros todos los días.”—
Y a San
Pablo, temeroso: “Te basta mi gracia, pues la virtud en la enfermedad se
perfecciona.” —Y a San Pedro: “¿Me
amas más que éstos?”
Exclama, pues ¡oh alma mía! con el grande Apóstol, que tú nada puedes de tuyo,
pero que lo puedes todo en Cristo que te conforta, que combate contigo, que
obra, vive y triunfa en ti.
SEGUNDA MEDITACIÓN
Recogimiento exterior.
Para ir a Jesús tengo que pasar por mi
corazón; para oír la voz de Jesús tengo que escucharle en mi alma; para vivir con
Jesús tengo que habitar con Él en el santuario que en mi interior se ha
fabricado; de suerte que el recogimiento es necesario para mi vida en Jesús.
Pero ¿qué
es recogimiento? Hay recogimiento exterior e interior. El exterior consiste en el amor de la soledad, del silencio y de la
modestia corporal.
I. Soledad. — Dios no ama la agitación;
no hace oír su voz en el tumulto del mundo. —Dios quiere la calma y la paz. Por eso dice: “Llevaré el alma que amo
a la soledad y allí le hablaré al corazón.” Y en la Imitación leemos: “En el
silencio y la quietud aprovecha el alma devota y aprende lo escondido de las Escrituras.
Allí encuentra manantiales de lágrimas con que lavarse y purificarse cada
noche: de suerte que se torne tanto más familiar al Criador cuanto más se aleja
del tumulto del siglo. A quien, pues, se aparta de conocidos y amigos, se le
acercará Dios con los santos ángeles. Más vale estar oculto y cuidar de sí,
que, aunque llegásemos a hacer milagros si nos dejamos caer en la negligencia.”
Así, pues, alma mía, evita el mundo cuanto
te sea posible; perdido es el tiempo que con él se pasa; disípase allí el alma,
y el corazón se enreda y se mancilla; agótase la piedad y debilítase la virtud.
— ¡Oh! Economiza tu tiempo, que es corto; conserva tu gracia, que la llevas en
vaso harto frágil. Vive como desconocida e ignorada en el mundo, y Jesús será
tu dulce y santa compañía: — “A quien quiere hacerse hombre interior y
espiritual (dice la Imitación), conviénele que con Jesús se aparte de la
bulliciosa muchedumbre.”
II. Silencio. —Es
el silencio el custodio de la paz del corazón y de la pureza del alma: “En el mucho hablar, dice el Espíritu Santo, no faltará
pecado.”
El
alma se derrama por las palabras ociosas, se mancha con las palabras contra la
caridad y la humildad; ¡y en el mundo es tan fácil descuidarse!
Sean tus palabras siempre, alma mía,
homenaje a la verdad, alabanza a la caridad, sacrificio de humildad y
mansedumbre, defensa de la virtud y la justicia.
Dice la Imitación de Cristo: “En el
silencio y la quietud” Libro I, capítulo .XX adelanta el alma devota.” “¡Cuánto aprovecha ciertamente la gracia
conservada por el silencio en esta frágil vida, que se reputa de tentación y
lucha!”
Y en otra parte: “Nunca serás interior y devoto si no guardares silencio de las cosas
ajenas y no fijares especialmente la atención en ti mismo. Si todo te dedicas a
ti y a Dios, poco te moverá lo que afuera percibes.”
“Si
vives atento a lo interior, no darás gran peso a las palabras fugitivas. No
pequeña prudencia es callarse en el tiempo malo y convertirse en lo interior a
mí, sin perturbarse por esos juicios humanos.” La imitación…
Y
dice también: “¡Oh cuán buena y pacífica cosa es callar de los otros, y no
creerlo todo indiferente, ni hablarlo después de ligero y el declarar su interior
a pocos, buscaros siempre a Vos, que veis los corazones, y no dejarse llevar de
todo viento, sino optar que todas las cosas interiores y exteriores se cumplan
según el beneplácito de vuestra voluntad!”…La imitación.
Por lo tanto, me aplicaré a la virtud del
silencio: no hablaré sino por un principio de caridad y de adecuada cortesía. — Estaré alerta contra las simpatías y las
antipatías en mis palabras.
Cuando sienta mi corazón doliente y triste,
comenzaré por decirlo a mi buen Señor, a fin de ofrecerle las primicias del
sacrificio.
Reglas prácticas. — Antes de hablar me recogeré interiormente
para consultar el espíritu de la gracia en mí.
En
caso de duda, consultaré las reglas del decoro y la caridad.
En
las impresiones demasiado vivas de simpatía o antipatía inclinaré mi corazón
hacia el sacrificio.
III. Modestia. —La modestia exterior es la guardia
necesaria del recogimiento. Consiste:
1° En la guarda de los
sentidos, para no dejarlos llevar de la curiosidad, de una excesiva actividad, de
las impresiones demasiado vivas de los objetos exteriores.
2° En la modestia de los
ojos, la cual no es afectada ni tímida, sino una modestia sosegada, que ve sin
fijarse y mira sin impresionarse.
3° En los movimientos del
cuerpo, en el accionar, en el continente de la persona. Es una modestia grave y
sosegada, activa sin agitación, que atiende al descanso del cuerpo sin molicie,
cortés sin familiaridad, buena sin afectación: la más bella flor de la pureza
del alma.
Jesús será el modelo y la vida de esta
hermosa virtud.
¡Cuán
grande era su modestia en la vista! Tenía de ordinario los ojos bajos; no
clavaba en nadie sus miradas. — Los evangelistas
notan como cosa extraordinaria las circunstancias en que Jesús alzó los ojos.
¡Cuán
sencillo y noble era su andar! Nunca se advierte en sus movimientos agitación
ni precipitación, siempre igual permanece, asi en las humillaciones y oprobios,
como en los homenajes de los pueblos. — ¡Qué modestia en su aspecto! Nada de
orgullo ni de bajeza; en sus maneras nada de negligencia, ningún resabio de
molicie ni aun después de las mayores fatigas; fatigado, camino de Samaría, se
sienta modestamente en el brocal del pozo de Jacob.
Modestia tan grande tan notoria, que San Pablo,
mucho tiempo después, amonestaba a los corintios por la mansedumbre de Cristo. —
Y San
Basilio dijo: “Donde está Jesucristo, allí
está la modestia.”
María era la modestia en persona; no era posible verla
sin sentirse penetrado de respeto; su modestia esplendente de pureza, era
afable y humilde, llena de sencilla y respetuosa nobleza, era, no ya la modestia
de una criatura virtuosa o de un ángel, sino la modestia de Jesús reflejada en
su Santísima Madre.
Tales
son, alma mía, tus modelos; tal la condición de la vida de Jesús y María en ti.
TERCERA MEDITACIÓN
Recogimiento interior.
Recogerse es convertir el alma de lo
exterior a lo interior para someterla a la acción de la gracia. Esto es lo que
se dice “recogerse interiormente en
Dios.”
I.
El recogimiento interior es la condición
para adelantar en la perfección. —Es la perfección misma. —
El alma que sabe recogerse se conoce bien;
está sin fatiga al tanto de los movimientos de su espíritu y de su corazón; ve
en seguida allí el desorden y los para al primer paso; echa de ver al punto el vicio,
primer movimiento de las pasiones y las tentaciones, y sofoca prontamente las
primeras chispas. El alma interior tiene a punto el sentimiento de lo
verdadero, lo justo y lo más perfecto; — juzga espontáneamente todo, y las
relaciones buenas o malas de las criaturas con ella, según aquello de San Pablo: “El hombre espiritual juzga de todo” en Dios.
El alma recogida no desperdicia ninguna
gracia; forma su haz de todas las gracias que pasan a su alcance, y corresponde
suave y fielmente a ellas. — EI alma recogida está siempre atenta a las
inspiraciones del Espíritu de Dios, pronta siempre a darles asentimiento. ––El
alma recogida vive más con Dios que consigo misma. —Tal era la vida de San
Pablo, que expresaba con aquellas hermosas palabras: “Y vivo, ya no yo, mas
vive Cristo en mí.” Ahora, ¿puede haber nada más justo ni más suave que acompañar
a Jesús, tomar sus órdenes, abandonarse del todo a su dirección, darle cuenta
de todo, hacerle homenaje de todo y ser Él nuestra vida y descanso?
¿Y
quién podrá decir la felicidad del alma recogida? — En la Imitación de Cristo,
hallamos escrito: “EI reino de Dios está dentro de vosotros. Conviértete de
todo corazón al Señor, y deja este mísero mundo, y encontrará tu alma descanso.”
“Aprende a despreciar las cosas exteriores y
darle a las interiores, y verás venir a ti el reino de Dios que es paz y alegría
en el Espíritu Santo.”
“Vendrá a ti Cristo mostrándote su
consolación, si interiormente le preparas digna morada.”
“Toda su gloria y su decoro de lo interior
es, y allí se complace Él.”
“Frecuentemente
visita al hombre interior con dulce coloquio, mucha paz y familiaridad en
extremo asombrosa. —Ea, pues, alma fiel, prepara a este Esposo tu corazón hasta
el punto que se digne venir á ti y habitar en ti.” Lib. II, cap. I.
¡Qué
gloria, alma mía, qué felicidad lleva consigo este recogimiento! ¡Es el cielo
en ti mismo!
Deja, pues, todo lo demás para aplicarte a
este medio de salvación que todos los otros encierra; — a esta virtud, alma y perfección de todas las otras; — a esta gracia,
centro de todas las demás gracias.
¡Ah! sí: comprendo ahora por qué con tanta
violencia combate el demonio este espíritu interior; — comprendo por qué mis
pasiones me llevan siempre a lo de afuera, lejos de mi interior.
— Por turbarme, por hacerme perder de
vista a mi alma y a Jesús, que la inspira, que la dirige que la acompaña en el
trabajo y en la lucha. — Comprendo que el recogimiento interior constituye el
alma y el buen éxito de la oración; viene a ser la oración continua; — la vida
de los ángeles siempre presentes ante Dios; — la vida de María en Jesús — la vida de Jesús en su Padre celestial. — ¡Oh
Dios mío! hacedme persona de vida interior, y nada más os pido.
II. Pero
¿cómo practicaremos este recogimiento interior?
1. Debemos
primeramente pedir a Dios esa gracia.
2. Y además, antes de obrar, recogernos
interiormente en Jesús, para consultar su santa voluntad, su espíritu, su
beneplácito; pedirle la gracia de la acción y que obre Él con nosotros.
3. Obrar en sosiego y paz. — Cuando uno se
encuentra turbado y agitado, comenzar antes por pacificarse y recogerse en
silencio.
4. Ejercitarse habitualmente en atender a la
presencia de Dios en nosotros.
5. En
las penas interiores o exteriores, empezar por consentir interiormente a la
voluntad de Dios en nosotros.
6. Las tentaciones combatirlas con un acto interior, volviendo nuestros
ojos a Jesús, para decirle: “Sabéis que os amo y os amaré hasta la muerte.” De
suerte que esto es una mirada del amor indignado contra Satanás, y una protesta
de afecto al Amado.
7. “En
las desolaciones y desamparo interior, nada de agitación ni inquietud, ni de
exceso en acudir a medios exteriores de consuelo; antes bien un acto de entrega
de sí mismo con Jesús desamparado en la cruz. — Es el más perfecto acto del
amor, es el último acto que Jesús hizo por amor nuestro, a fin de darnos
siempre su compañía. Os doy gracias, Dios mío, por esta meditación; luz que me
muestra mi camino, mi centro, mi vida en Jesús y a Jesús en mí.
DIRECTORIO
EXAMEN PARTICULAR
Sobre el Impedimento dominante que dificulta nuestro
adelantamiento espiritual.
1. ¿Cuál es el sacrificio que mis temo y que
cuesta más a mi corazón?
2.
¿Qué pensamiento turba más mi alma y me sume en el abatimiento? ¿Qué medio me
ha dado buen resultado para ponerme en paz?
3. En los momentos de paz, de fervor, de
gracia sensible, ¿qué me pide la gracia de Dios? ¿Qué quiere de mí Nuestro
Señor?
4. ¿Cuál es el más habitual obstáculo a raí
adelantamiento en la oración mental?
Lectura espiritual. — Imitación de Cristo de Tomás de
Kempis, lib. I; cap. XI; libro II, cap. I y III; lib. III, c. I, II, y XXVII.
VIA CRUCIS
Andar
el Vía Crucis en honor de los desamparos que santamente sufrió Jesús.
1.*
Estación. — Jesús se ve abandonado de todos sus amigos, sin que ni una voz se
levante a defenderle de la sentencia inicua que le condena.
2.* Estación. — Jesús se ve destituido de
todo socorro y lleva Él solo el enorme peso de la cruz.
3.* Estación. — Jesús cae abrumado de
cansancio; ni hay siquiera quien venga a darle la mano.
4.* Estación. — Considerad cómo padece Jesús
por la desolación y tristeza de su Madre santísima.
5.*
Estación. — Jesús ve con dolor que el Cirineo no se presta a ayudarle para
llevar su cruz.
6.* Estación. —
Jesús, cubierto de oprobios y de lodo, sin que nadie, excepto una débil mujer,
venga a enjugarle el rostro.
7.*
Estación. — Cae Jesús por segunda vez, y aquellos verdugos crueles le cargan de
nuevo en los magullados hombros la abrumadora cruz.
8.*
Estación. — Jesús consuela a las hijas de Jerusalén, y el Padre le abandona a
su desconsuelo.
9.* Estación. — Cae Jesús por tercera vez, y
lejos de haber quien le socorra, recrudecen contra Él los malos tratamientos.
10.* Estación. — Desnudan desapiadadamente a
Jesús, desgárranse sus carnes, y quedan ya al descubierto los huesos; nadie hay
que vende sus heridas.
11.*
Estación. —Jesús es crucificado, y sus verdugos hacen triunfo de ello.
12.* Estación. — Muere Jesús totalmente
desamparado.
13.*
Estación. — Jesús es enterrado por caridad.
14.*
Estación,. — Queda Jesús en el sepulcro abandonado a la guarda de sus enemigos.
“LA
DIVINA EUCARISTÍA”
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