miércoles, 23 de mayo de 2018

No calles pecados mortales por vergüenza. Por un pecado mortal se va al infierno: Lee esto.






   
   Despierta de tu sueño, alma dominada de esa maldita vergüenza, escucha la voz de tu Dios que hoy te llama aun como amigo y te convida con el perdón; vomita ante el confesor el veneno de la culpa: arranca de tu corazón esa cruel espina que no te deja un solo momento de sosiego, de alegría y de tranquilidad: escarmienta en cabeza ajena; teme, teme o  te suceda lo que a la desgraciada de este caso (entre los muchísimos casos, que se pudieran citar).

   Refiere el Padre Caravantes, que una mujer principal era tan dedicada a la virtud que su Obispo y todos la tenían por santa. Esta puso los ojos en un criado suyo y consintió en un pensamiento deshonesto, y aunque entonces pecó con el deseo, como no cometió el pecado por obra ni solicitó al criado

   Pero no  se animó de confesarlo, aunque algunas veces se le acordaba y la remordía la conciencia.

   Le parecía como a algunas almas engañadas por el demonio que Dios se lo había de perdonar sin confesarlo, o bien que lo haría a la hora de la muerte. Llegó la hora de la muerte para esta infeliz, y aunque en le dio Dios nuevos avisos para que se confesase de aquel pecado, ella temerosa de perder el concepto de santa que gozaba, lo calló también en la hora de la muerte como lo babia callado en vida, según ordinariamente sucede. Murió, y el Obispo la sepultó en su capilla; mas he aquí, que a la noche siguiente levantándose a maitines antes que los demás entró en dicha capilla, y al entrar la vió llena toda de fuego como si fuera un horno encendido. Con todo eso entró, y vió que sobre la sepultura de aquella mujer estaba un cuerpo tendido, y debajo un gran fuego, y muchos demonios que con instrumentos de hierro atizaban el fuego. El Obispo pasmado de lo que miraba, reparó y conoció que era el cuerpo de la difunta mujer, y para más asegurarse la conjuró de parte de Dios y de María Santísima para que dijere quien era. Ella respondió que era su hija de confesión, y que por no haber confesado un pecado de pensamiento deshonesto con un criado, se había condenado, y por ello padecía las horribles penas del infierno. Si alguno después de leer es lo ejemplo con tinúa callando sus pecados no podrá quejarse de que Dios no le ha dado bastantes avisos.

   Callar un sólo pecado mortal cruel espada que atravesará eternamente su corazón acordándose con  la facilidad con que pudo confesarse he ir al cielo, y de los muchos medios que para eso tuvo, y que por haberlos despreciado tiene que arder eternamente en el infierno.



“Tomado de temas varios de la Biblioteca Cristiana”

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