Capítulo
II.
¿QUÉ
SIGNIFICA EL NOMBRE DE JESÚS?
El Santo Nombre de Jesús es, primero que
todo, una oración todopoderosa. El mismo Nuestro Señor solemnemente promete que
todo aquello que pidiéramos al Padre en Su Nombre lo recibiríamos. Dios nunca
falla en Su palabra.
Cuando decimos “Jesús”, pedimos a Dios todo
lo que necesitamos con la absoluta confianza de ser oídos.
Por esta razón, la Iglesia termina sus
oraciones con estas palabras: “Por Jesucristo”, que da a la oración una nueva
eficacia divina.
Pero, el Santo Nombre es algo aún más
grande.
Cada vez que decimos: “Jesús”, glorificamos
a Dios Con un gozo y gloria infinito porque le ofrecemos todos los infinitos
méritos de la Pasión y Muerte de Jesucristo. San Pablo nos dice que Jesús
mereció el nombre de “Jesús” por Su Pasión y Muerte.
Cada vez que decimos: “Jesús”, claramente deseamos
ofrecer a Dios todas las Misas dichas en todo el mundo por nuestras
intenciones. Nosotros verdaderamente participamos en aquellas cientos de misas.
Cada vez que decimos: “Jesús”, ganamos
trescientos días de indulgencia que podríamos aplicar por las ánimas del
Purgatorio, con lo que se verán muchas de estas almas aliviadas y liberadas de
sus horribles penas. Ellas serán verdaderamente nuestras mejores amigas y
rezarán por nosotros con increíble fervor.
Cada vez
que decimos: “Jesús”, es un acto de perfecto amor, por el cual ofrecemos a Dios
el infinito amor de Jesús.
El Santo Nombre de
Jesús
nos salva de innumerables males, y nos rescata especialmente del poder del
demonio que está constantemente buscando la ocasión de hacemos daño.
El Nombre de Jesús gradualmente irá llenando nuestras
almas con una paz y un gozo que nunca tuvimos antes.
El Nombre de Jesús nos refuerza de una manera tal, que
nuestros sufrimientos parecen ligeros y fáciles de soportar.
¿QUÉ
DEBEMOS DE HACER?
San Pablo nos dice que debemos de hacer todo
lo que hacemos tanto sea en palabras o en el trabajo en el Nombre de Jesús. “Todo cuanto hacéis, sea de palabra
o de obra, todo en nombre de nuestro Señor Jesucristo...” (Col. 3:17).
De esta manera todos los actos se hacen en
un acto de amor y mérito. Y más aún, recibimos la gracia y la ayuda para hacer
todas nuestras acciones perfectamente bien.
Debemos, sin embargo, hacer lo que mejor
podamos en acostumbramos en decir “Jesús, Jesús, Jesús”, muy a menudo todos los días.
Podemos hacerlo cuando nos vestimos, en el trabajo, –no importa lo que estamos
haciendo– paseando, en momentos de tristeza, en casa y en la calle, en todas
partes.
No hay nada más fácil si nos esforzamos en
hacerlo con regularidad. Lo podemos hacer muchísimas veces al día.
Piensa que cada vez que decimos “Jesús”
devotamente,
1) damos gran gloria a Dios,
2) recibimos grandes gracias,
3) y ayudamos a las almas del purgatorio.
Pongamos ahora algunos ejemplos que demuestran
el poder del Santo Nombre. (En el capítulo III).
“LAS
MARAVILLAS DEL SANTO NOMBRE”
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