Capítulo
IX.
PODEMOS
PEDIRLO TODO EN EL NOMBRE DE JESÚS.
Los ángeles son nuestros más queridos y
mejores amigos y son los que están más preparados y pueden ayudamos en toda
dificultad y peligro. Es una pena que muchos católicos no conocen, ni aman, ni
piden la ayuda de los ángeles. La manera más fácil de hacerlo es decir el Nombre
de Jesús
en su honor. Esto les da gran alegría y ellos, como respuesta, nos ayudarán en
todos nuestros problemas y nos salvarán de muchos peligros.
Digamos el Nombre de Jesús en honor de todos
los ángeles, pero especialmente en honor de nuestro querido ángel de la guarda,
que tanto nos quiere.
Nuestro Dulce Salvador está presente en
millones de Hostias consagradas en innumerables iglesias católicas del mundo.
Durante muchas horas del día y durante las largas horas de la noche, Él es
olvidado y dejado sólo. Podemos hacer mucho para consolarle y confortarle diciendo:
“Jesús te quiero, te adoro en todas las Hostias consagradas del mundo, y te doy
gracias con todo mi corazón por haberte quedado en todos los altares del mundo
por amor nuestro”. Entonces di veinte,
cincuenta veces o aún más el Nombre de Jesús con esta intención.
Podemos hacer la más perfecta penitencia por
nuestros pecados ofreciendo la Pasión y Sangre de Jesús muchas veces al día con
esta intención. La Preciosa Sangre purifica nuestras almas y nos eleva a un
alto grado de santidad. ¡Es todo tan fácil! Tenemos solamente que repetir
amorosa, alegremente y con reverencia “Jesús, Jesús, Jesús”.
Si estamos tristes o deprimidos, si estamos preocupados
con miedos y dudas, este Divino Nombre nos dará una deliciosa paz. Si somos
débiles e indecisos nos dará nueva fuerza y energía.
Cuando Jesús estaba en la tierra, ¿no fue a consolar y confortar a todos aquellos que eran infelices? Aún lo hace todos los días por aquellos que lo piden. Si estamos sufriendo por problemas de salud y tenemos dolores, si alguna enfermedad está afectando a nuestros pobres cuerpos, Él puede curamos. ¿Acaso Él no curó a los enfermos, los cojos, los ciegos, los leprosos? No nos dijo: “Venid a mi vosotros los que estáis cansados, y abrumados que yo os aliviaré”. Muchos podrían tener buena salud si solamente pidieran a Jesús por ella. No obstante, consulta a los médicos, usa los remedios que te den pero por encima de todo ¡pídele a Jesús!
El Nombre de Jesús es la más corta, la más
fácil, la más poderosa de todas las plegarías. Nuestro Señor nos dice que
podemos pedir al Padre en Su Nombre, por ejemplo, en el Nombre de Jesús, y
recibiremos. Todas las veces que decimos “Jesús”, estamos diciendo una fervorosa
oración por todo, todo lo que necesitamos.
Las ánimas del Purgatorio. Es muy lamentable que muchos
cristianos olviden y abandonen a las ánimas del Purgatorio. Es posible que
algunos de nuestros más queridos amigos estén sufriendo en ese terrible fuego, esperando
nuestras oraciones y ayuda—que pudiéramos dársela tan fácilmente y no se la
damos.
Tenemos pena de los pobres que vemos en las
calles, por los hambrientos y por todos aquellos que sufren. Nadie sufre más terriblemente
como las ánimas de Purgatorio por el fuego, como Santo Tomás nos dice, ¡es lo mismo
que el fuego del infierno!
¿Con qué frecuencia, querido lector, rezas
tú por las santas ánimas? ¡Días, semanas, quizás meses pasan y haces poco por
ellas o quizás nada! Puedes ayudarlas fácilmente si dices con frecuencia el Nombre
de Jesús, porque: a) tú así ofreces por ellas la Preciosa Sangre y sufrimientos
de Jesucristo, b) ganas 300 días de indulgencias cada vez que dices “Jesús”.
Ten la costumbre de repetir el Santo Nombre
a menudo y podrás como Santa Matilde aliviar miles de almas que desde
entonces no cesarán de rezar por ti con increíble fervor.
EL
ESPANTOSO CRIMEN DE LA INGRATITUD.
Damos las gracias a nuestros amigos
efusivamente por cualquier pequeño favor que nos hacen. Pero olvidamos o
abandonamos el dar gracias a Dios por Su inmenso amor hacía nosotros, por
haberse hecho hombre por nosotros, por morir por nosotros, por todas las Misas que
podemos oír, y las Sagradas Comuniones que podemos recibir—y no recibimos. ¡Qué
negra ingratitud!
Repitiendo a menudo el Nombre de Jesús,
corregimos esta grave falta y agradecemos a Dios y le damos gran gozo y gloria.
¿No desearías dar alegría a Dios? ¿Quieres? Entonces, querido amigo, agradece,
agradece, a Dios. Él está esperando tus gracias.
DIOS
AMA A CADA UNO.
Hemos dicho que Nuestro Señor en los
espantosos sufrimientos de Su Pasión, en la agonía en el huerto, cuando estaba
colgado de la cruz, nos vio a todos y ofreció—por cada uno de nosotros—todos
los dolores y cada gota de Su Preciosa Sangre. ¿Puede ser posible que Dios sea
tan bueno que piensa en cada uno de nosotros, que nos ame tanto?
Nuestros pobres corazones y mentes son
pequeñas y corrompidas y encuentran difícil el creer que Dios pueda ser tan
bueno, que se molesta por nosotros. Pero Dios, como es omnipotente,
infinitamente sabio, es también infinitamente bueno, generoso y amable. Para entender
como Dios pensó en cada uno de nosotros durante su Pasión cuando estaba
colgando en la cruz, solamente tenemos que recordar lo que pasa en las millones
de Sagradas Comuniones recibidas todos los días.
Dios viene a cada uno de nosotros con toda
la plenitud de la Divinidad. El entra dentro de cada uno de nosotros tan entero
y completamente como está en el Cielo. El viene a cada uno de nosotros como si esa
persona fuera la única que le recibiera en ese día. El viene con un infinito amor
por nosotros mismos. Así lo creemos todos.
¿Cómo entra dentro de nosotros? El no
solamente entra en nuestras bocas, tambien en nuestros corazones. El viene a
morar dentro de nuestras almas. Se une a nuestras almas, tan íntimamente, que
se hace en de manera maravillosa uno con nosotros.
Pensemos por un momento en como el Gran Omnipotente,
Eterno Dios está en nuestras almas en la forma más íntima posible y que está
allí con todo Su infinito amor, que no se queda allí, por un momento ni por cinco,
diez o más minutos, sino todo el tiempo en que estemos en su gracia.
Si pensamos y entendemos esto, será fácil de
ver como el ofreció todos sus méritos y todos sus sufrimientos por cada uno de
nosotros. Sufrío por todos, mas no todos aprovechan estas gracias.
“LAS MARAVILLAS DEL SANTO NOMBRE”
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